En la época de la búsqueda de la rentabilidad inmediata y el máximo beneficio económico, una nueva forma de entender la economía va ganando peso en España. Este no es menor: en todo el país hay unas 24.000 cooperativas, con unos ocho millones de socios. Naciones Unidas ha declarado 2025 como el Año Internacional de las Cooperativas y elDiario.es, en colaboración con Bidafarma, ha celebrado este martes el coloquio ‘El beneficio es para todos: el modelo cooperativo que une el éxito y el compromiso’, con voces expertas del ámbito institucional, empresarial y asociativo.
Una cooperativa es una asociación autónoma de personas, que se unen para satisfacer un conjunto de necesidades económicas, pero también sociales. “Es una empresa de personas, más que de capitales. Cada socio tiene voz y voto, independientemente de su aportación, lo que garantiza que puedan participar activamente en el proyecto y en la redistribución de la riqueza”, explicaba la directora general de Economía Social y Responsabilidad Social de las Empresa del Ministerio de Trabajo y Economía Social, Aicha Belassir.
Estas pueden ser de varios tipos, como se ha visto en los ejemplos que se han ido desgranando a lo largo del coloquio. Desde una gran distribuidora farmacéutica, como Bidafarma, con implantación nacional que permite llevar un medicamento al pueblo donde una empresa capitalista no lo haría, hasta un grupo de familias que se unen para construir viviendas y comunidad en cesión de uso. Pero todas tienen algo en común. “El fin social está por encima del capital. Prácticamente, todo lo que ganamos se reinvierte y no repartimos dividendos, sino servicios y facilidades para ser cada vez mejores y prestar un mejor servicio a la sociedad”, indicaba el presidente de Bidafarma, Antonio Mingorance.
¿Cómo puede extenderse este modelo? El presidente de la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (Coceta) y de la Federación Andaluza de Empresas Cooperaitvas (Faecta), Luis Miguel Jurado, señalaba tres ejes de actuación. La educación, con la inclusión de estos contenidos desde primaria hasta postgrados; la prescripción en los dispositivos de emprendimiento, tanto públicos como privados; y a través de políticas públicas, con marcos jurídicos y fiscales adecuados. “Las cooperativas aportamos más de lo que recibimos”, indica Jurado.
Una de las dificultades que estos modelos tienen para dar a conocer sus beneficios fuera de las lógicas habituales es, precisamente, la dificultad para medir el retorno más allá de los macroindicadores habituales, como la productividad o el Producto Interior Bruto, y valorar su impacto social. En este sentido, tanto Jurado como Mingorance han coincidido en que desde el cooperativismo no siempre han sido capaces de “demostrar hacia afuera las bondades del modelo”, en términos de cohesión, conciliación, bienestar de los empleados o en materia medioambiental. “Nos dedicamos a hacer muchas cosas, pero tal vez deberíamos dedicar un poco de esfuerzo a contarlas”, bromeaban. Porque, como ha indicado Jurado, “donde hay cooperativas, hay cohesión social”.
Precisamente, impulsar el cooperativismo es una prioridad estratégica del Ministerio de Trabajo, que desde 2020 es también de Economía Social. Entre las líneas de actuación están la de visibilizar este modelo, con dos estrategias en este sentido, la última hasta 2027, o la creación de una secretaría de Estado específica; la renovación del marco normativo, con la ley de Cooperativas, la de Empresas de Inserción y la de Economía Social, que según ha desarrollado Belassir, “fue pionera en Europa”. Además, se realiza una convocatoria anual de subvenciones y se ha puesto en marcha un plan específico con fondos Next Generation.
Entre esas actuaciones, el Ministerio está “promoviendo la producción y actualización de datos estadísticos y desarrollando estudios técnicos” que permitan medir el retorno de estos mecanismos. En ese sentido, Belassir ha avanzado que “a finales de año o principios de 2026”, verá la luz la primera cuenta satélite de la economía social, junto al Instituto Nacional de Estadística, para que “ese impacto positivo en la sociedad tenga un reconocimiento tanto económico como político”.
Durante el coloquio, se ha abordado también la capacidad de estos modelos cooperativos para innovar en sectores emergentes, como la digitalización, la economía verde o los cuidados, pero también para ser competitivos en materia de desarrollo tecnológico. En Bidadarma, “el 50% de los almacenes tienen placas fotovoltaicas, hay un alto nivel de digitalización y se busca la eliminación absoluta del papel”, explicaba su presidente. No solo eso, como enumeraba Belassir, “la economía social lleva años a la vanguardia dando respuesta a sectores como la vivienda, las comunidades energéticas o las finanzas éticas”. Además, los ponentes han defendido la capacidad de las empresas cooperativas para garantizar empleo estable y anclar población en los territorios.
Por último, los participantes han dejado unos consejos para todo aquel que quiera emprender en el cooperativismo. “Primero, hay que tener claro el fin social: qué se quiere hacer y con quién”, ha indicado Mingorance, que ha recomendado tener “mucha paciencia y perseverancia para conseguir adeptos”, porque “no vale con tener la razón, tienes que lograr que te la den”. La directora general de Economía Social, por su parte, ha hecho hincapié en la necesidad de contar con un buen plan empresarial y formarse en emprendimiento colectivo. Y Jurado ha aconsejado cuidar y equilibrar las dos almas del modelo: la viabilidad económica y la parte social.
