Gaza vive en un alto el fuego intermitente que dista mucho de ser la pretendida paz de Donald Trump. Israel vuelve a los bombardeos y a la artillería cuando entiende que se producen violaciones del armisticio, de ataques a sus soldados a entregas lentas de cuerpos de rehenes, pero Hamás niega que esté recurriendo a la violencia y se escuda en las malas condiciones de la franja y la complejidad de dar con los restos pendientes de ser devueltos a sus familias.
Vamos a lo primero, a quién dispara, a quién ataca. El Movimiento de Resistencia Islámica ha defendido reiteradamente que no fueron los suyos los que mataron a dos soldados de Israel en Rafah (sur, junto a la frontera con Egipto), el pasado 19 de octubre, el motivo por el que se rompió por primera vez la tregua. Incluso el presidente de EEUU, en un raro gesto, avaló su versión. «Ha habido algunos disparos y creemos que tal vez los líderes (de Hamás) no están involucrados en eso. Son algunos rebeldes de dentro. De cualquier manera, lo vamos a manejar con dureza, pero adecuadamente», dijo. El martes pasado, Tel Aviv denunció un nuevo ataque a sus fuerzas, también en Rafah, por el que murió un reservista, y señaló de nuevo a Hamás. De nuevo, los islamistas negaron la autoría, aunque esta vez Washington no fue clemente con ellos: Hamás «debe comportarse», fue el aviso.
El partido-milicia que gobierna en Gaza desde 2007 se escuda en que han podido atacar otros grupos armados de la zona o se han podido activar explosivos abandonados tras los dos años de ofensiva israelí (con 67.000 muertos como balance), respuesta a sus atentados del 7 de octubre de 2023 (en los que mataron a 1.200 personas y secuestraron a 250). Cuando cayeron los dos soldados, Hamás estaba peleando en la zona con uno de esos grupos críticos. Si sumamos las imágenes de sus encapuchados ejecutando en plena calle a disidentes surge la pregunta: ¿a qué resistencias se enfrenta Hamás dentro de Gaza, con quién choca, son una amenaza para su poder?
Como expone Muhammad Shehada, investigador del European Council on Foreign Relations (Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, ECFR, por sus siglas en inglés), tras el alto el fuego alcanzado por mediación de EEUU, se ha lanzado en Gaza la organización Amn al-Muqawama (Seguridad de la Resistencia), formada por el propio Hamás, la Yihad Islámica, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y otras facciones locales para intentar mantener la seguridad interna en la franja.
Su primer objetivo es «desarmar a los clanes de Gaza», a los que Israel ha intentado «fortalecer» durante la guerra como contrapeso a Hamás. Su segundo objetivo es «desmantelar y eliminar a las milicias respaldadas por Israel», que se han refugiado en zonas despobladas controladas por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), «lo que plantea la posibilidad de que Israel las utilice para formar una administración alternativa o para alimentar una insurgencia desestabilizadora contra Hamás». Se calcula que hasta 7.000 miembros de seguridad han sido llamados a filas en Gaza en estas semanas para estabilizar la zona.
Trump ha endurecido sus comentarios sobre Hamás en estos días, avisándole nuevamente de consecuencias si no se atiene al alto el fuego pero, hace apenas diez días, reconocía en público que Hamás tenía un problema interno de seguridad y confirmaba que le daría un tiempo para desarmarse, como fija la segunda fase del (mal llamado) proceso de paz. «No hay un plazo», explicó. En parte, porque entiende que mantener a raya a estos grupos es importante para el día después de Gaza, no tanto como la propia desmilitarización del grupo, pero sensible.
Las pandillas y los clanes
A lo que hace frente Hamás es una mezcla de pandillas y de clanes, grupos de reciente creación o de hondas raíces en la Historia de Palestina, ideologizados o no, con intereses propio y nacionales, armados de manera muy diversa, a los que los islamistas señalan por igual como colaboracionistas con el Gobierno de Benjamin Netanyahu.
Por un lado, están los grupos que presuntamente saquean los convoyes de ayuda que ingresan al territorio. Tras la entrada en vigor del armisticio, las cosas siguen mal, porque Israel se ha negado a abrir el paso más importante y donde más bienes esenciales esperan (el de Rafah), mientras permite la entrada por otros pasos de un flujo a todas luces insuficiente, de 300 camiones en el mejor de los días (eran 600 antes de la guerra). La escasez ya era grave antes, ante el bloqueo israelí impuesto desde hace 18 años.
El grupo más notorio en este campo es la Fuerza Popular, liderada por Yasser Abu Shabab, quien ha pedido abiertamente el derrocamiento de Hamás y se opera bajo la protección israelí, supuestamente. El pasado junio, Netanyahu reconoció que se estaba armando a esta rama, porque eso, entiende su gabinete, aumentará los quebraderos de cabeza de Hamás y dará más seguridad a sus propios soldados. Este grupo en particular, compuesto por cientos de personas, tiene su base en el sur de Rafah, muy cerca de Kerem Shalom, el principal paso fronterizo de ayuda humanitaria controlado por Israel en la zona. Por ahora, se ha negado a deponer las armas en el proceso de pacificación.
Israel afirmó en diversas ocasiones que Hamás robaba la ayuda humanitaria destinada al pueblo de Gaza, pero una investigación de Al Jazeera informó de que, al menos en parte, eran estas Fuerzas Populares quienes la saqueaban para revenderla a la población gazatí, en plena hambruna. El grupo ha sido criticado incluso por sus propios líderes tribales.
El grupo ACLED (Armed Conflict Location and Event Data o Datos de ubicación y eventos de conflictos armados), calcula que en este tiempo han surgido unos tres grupos más de similares características. Uno está liderado por Rami Heles en el este de la ciudad de Gaza, otro por Ashraf al-Mansi en el norte y un tercero por Hossam al-Astal en Khan Yunis, en el sur.
Al-Astal, al mando de la llamada Fuerza de Ataque contra el Terrorismo, es un exfuncionario de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), acusado de colaborar con Israel en la década de 1990. Su grupo ha tenido serios choques con Hamás. Su líder ha hablado con medios con periodistas palestinos que trabajan en medios internacionales y se ha mostrado dispuesto a tener voz en Gaza: «Hamás siempre apostó a que no habría ninguna alternativa que los reemplazara en Gaza, pero hoy les digo que sí existe una fuerza alternativa a Hamás. Podría ser yo, Abu Shabab o cualquier otro, pero hoy existen alternativas», indica.
A todos ellos, se suman los clanes familiares, aunque todo puede estar entreverado. Sí, se puede ser de una pandilla y de un clan, y también de un partido (como Fatah, el gran rival político de Hamás, al que pertenece el presidente palestino, Mahmud Abbas). Es complicado y espinoso.
Los clanes familiares han existido en la sociedad palestina durante siglos. En las últimas décadas, han llegado a desempeñar un papel clave en la política nacional. Son, sobre todo, agrupaciones de familias en diversas partes de Gaza. Uno de los más grandes y mejor armados es el clan Dughmush, ubicado en la ciudad de Gaza, liderado por Mumtaz Dughmush, y que fue inmediatamente atacado por Hamás tras el alto el fuego actual. El 14 de octubre, sus uniformados chocaron en Sabra y Tel Al Hawa, con el saldo final de ocho muertos para Hamás y 19 para el clan. También murió un periodista que estaba en la zona, Saleh al-Jafarawi. Shehada
Doghmush y Hamás mantienen una animosidad mutua que, en el pasado, había degenerado en enfrentamientos armados. Su líder estuvo involucrado en la captura del soldado israelí Gilad Shalit por parte de Jaish al-Islam en 2008, uno de los secuestros más dolorosos para Tel Aviv hasta los rehenes de 2023. Otros miembros del clan han estado en Hamás en el pasado o en grupos afiliados a la Autoridad Nacional Palestina. Nizar Doghmush, jefe del clan en la ciudad de Gaza, declaró a Los Angeles Times a principios de octubre que rechazó una solicitud del ejército israelí para administrar una «zona humanitaria» en Gaza, rechazando la idea de que van de la mano de las IDF.
También es destacable el clan Al-Majayda, que ejerce influencia en zona de Jan Yunis y ha tenido vínculos con Fatah. A principios de este mes, las fuerzas de Hamás atacaron su barrio, asesinando a varios miembros de la familia. Sin embargo, la semana pasada, el clan apoyó públicamente el intento del partido-milicia en el poder de recuperar el control de Gaza. Un gesto de mano tendida que nadie sabe lo que durará, porque las relaciones entre todas las facciones están en constante cambio.
Hay décadas de historia que lo constatan. Fueron importantes cuando nació el Estado de Israel para asistir a los más de 750.000 desplazados de la Nakba o catástrofe palestina y volvieron a cobrar peso en la Segunda Intifada (2000), cuando Fatah y Hamás estaban tremendamente asfixiados por Tel Aviv. Tienen lo que no tienen las pandillas: respeto y cierta influencia. En Gaza en particular, eran más cercanos a Fatah y costó que Hamás los metiera en vereda tras su victoria electoral. Algunos hasta tienen conexiones en el lago egipcio, pasado Rafah. Al comienzo de la guerra, Israel propuso que los líderes de varios de estos clanes que formaran un consejo de gobierno para reemplazar a Hamás, pero las familias rechazaron la idea, alegando que carecía de legitimidad y capacidad.
Unos y otros tienen, según los analistas, el problema de la legitimidad, si confirma su cooperación con Israel y también su autoría en los saqueos, tremendamente impopulares si la gente se muere de hambre. Además, son demasiado débiles como para hacer frente a Hamás, tanto por número de efectivos como por cantidad de armamento. Aún no son tan fuertes ni tan capaces como para hacerle sombra a Hamás o desafiarlo para tener más protagonismo en el gobierno de Gaza, porque además muchos buscan un interés propio, de nicho, más que general. Y, sin embargo, tanto en el ECFR como en ACLED se asume que pueden complicar la frágil tregua actual. Ven un vacío de poder y lo tratan de llenar a su manera y beneficio.
Refuerzo en seguridad
El Movimiento de Resistencia Islámica avisa, tanto a clanes como a pandillas: «Iremos a por los colaboradores y a por los traidores». La violencia que les plateen no va a ser tolerada, es el mensaje. Para ello, su brazo armado, las Brigadas Ezzedin Al-Qassam, han desplegado dos nuevas unidades auxiliares que son las que están haciendo el trabajo más feo de persecución, redadas y hasta ajusticiamientos, convertidos en virales. Son las fuerzas Sahm (Flecha) y Radea (Disuasión).
Según informa AFP, en una operación reciente, Radea atacó el bastión de Abu Shabab en Rafah, mientras que los combatientes se mantuvieron de su lado de la línea amarilla, la fijada por Israel tras su retirada parcial, al inicio de la fase uno del plan de Trump. Fue entonces cuando, cerca, murieron dos soldados de Israel. La unidad de disuasión se atribuyó posteriormente otra operación realizada en la misma ciudad, la semana pasada, anunciando la detención de «cientos de delincuentes» vinculados a las facciones de Abu Shabab y Heles. Según una fuente cercana a Radea, se incautaron más de 300 armas, entre ellas «armas avanzadas obtenidas del ejército israelí». ACLED ha registrado 15 incidentes violentos en los que ha participado la Fuerza de Disuasión desde junio pasado.
La Fuerza Sahm, por su parte, ha estado involucrada en unos 130 incidentes que han dejado 160 palestinos muertos, desde su creación en 2014. Ataca principalmente a los saqueadores, ya sean individuos o grupos organizados y es conocida por sus duros castigos, incluidas ejecuciones sumarias. Disparan, rompen piernas, golpean con porras de hierro… Sólo el 27% de sus acciones estaban dirigidas contra pandillas o clanes; el resto involucraba a civiles acusados de saqueo o colaboración con las fuerzas israelíes, indica la agencia francesa.
A diferencia de las pandillas, se dice que muchos grupos familiares aceptaron acuerdos de amnistía de Hamás a cambio de entregar sus armas, evitando así nuevos enfrentamientos armados. También han cesado las ejecuciones públicas en estos días, ya que los mediadores egipcios se lo han reclamado a Hamás y los islamistas han cedido.
Acuerdo para el futuro
Con estas tensiones impredecibles de fondo, más la posibilidad vívida de que la tregua no dure mucho, Hamás se ha comprometido con otras facciones palestinas a traspasar el Gobierno de Gaza a un comité palestino de «tecnócratas independientes». Lo que EEUU quiere. «Este comité será responsable de gestionar la vida cotidiana y los servicios básicos en cooperación con socios árabes e instituciones internacionales, con base en la transparencia y la rendición de cuentas a nivel nacional», recogía la organización islamista en un comunicado, el pasado día 24 de octubre.
El grupo ya había anunciado su disposición a ceder el Gobierno de Gaza antes de la llegada del actual alto el fuego e incluso meses atrás las facciones palestinas ya habían dado su visto bueno a esta propuesta. Ahora define su apuesta. «Se establecerá un comité internacional para supervisar la financiación y la implementación de la reconstrucción de la Franja de Gaza, priorizando la unidad del sistema político palestino y la independencia en la toma de decisiones a nivel nacional», añade la nota. EEUU ha insistido en varias ocasiones en que los islamistas no tendrán ninguna implicación ni gobernarán en un futuro el enclave.
No obstante, el gesto de Hamás viene también con dudas, porque no menciona el papel que tendría en este comité la ANP, en manos del presidente palestino, Abbas, que gobierna actualmente en partes de Cisjordania ocupada, y quien ya ha expresado su voluntad de asumir la gobernanza de Gaza cuando la zona se estabilice, un siglo de estos. El Movimiento de Resistencia Islámica había rechazado también semanas atrás que el comité tuviera tutela extranjera y que recayera en manos de Tony Blair, exprimer ministro de Reino Unido, algo que aparece en el acuerdo final.
Las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás para abordar esta cuestión y la reconstrucción de la Franja, que forman parte de la segunda fase del acuerdo del alto el fuego, todavía no se han abordado y nadie sabe si se llegará a esa etapa, cuando se cruzan las violaciones y las represalias.
