«Viviendo en París esta mañana de agosto, cuando los hombres abandonan silenciosamente sus hogares y van a incorporarse a sus unidades militares, se tiene la impresión de que, de un momento a otro, se puede pasar de la demostración teórica al ejercicio práctico sobre el terreno». Así describía el periodista y escritor Manuel Chaves Nogales los ánimos de la capital francesa en el verano de 1939, pocos días antes del arranque de una Segunda Guerra Mundial que no imaginaba vivir cuando se exilió en París en 1936 huyendo de la violencia que azotaba Madrid en los albores de nuestra Guerra Civil.
Como seguro que tampoco imaginaba que pasaría el siguiente lustro informando del día a día de la contienda hasta reunir más de 600 crónicas. Las mismas, hasta el momento inéditas, que ahora reúne la editorial El Paseo en los tres volúmenes de Diarios de la Segunda Guerra Mundial cuya primera parte, Desde París, se publica estos días.
La edición de tan ingente material, unas 1.200 nuevas páginas de las lúcidas y envolventes crónicas del periodista sevillano, corre a cargo de la filóloga Yolanda Morató, investigadora y traductora de Chaves, que en 2023 publicó en Renacimiento Manuel Chaves. Los años perdidos: (1940-1944), donde recogía la época londinense que centran los siguientes volúmenes de esta trilogía, que verán la luz en agosto y noviembre.
«Escribía crónicas diarias, a veces hasta tres al día, que se publicaban en toda América en cuatro idiomas y llegaban a millones de lectores»
La clave para el hallazgo, explica, fue advertir que Chaves Nogales fue empleado de cuatro agencias gubernamentales de noticias, las francesas Cooperation y Havas (precursora de France Presse), y en las británicas Reuters y AFI, por lo que localizar su disperso trabajo buscando desde ahí se hizo más sencillo. «Estamos hablando de un periodista que escribía crónicas diarias, a veces hasta tres al día, que, mediante estas agencias se publicaban en los principales periódicos de América: de Canadá a Argentina, pasando por Estados Unidos, Brasil, Colombia… Sus piezas, que solía dictar por teléfono, se traducían al inglés, francés y portugués y llegaban a millones de lectores«, valora Morató, que reconoce que Chaves Nogales era consciente de estar escribiendo para el bando de los Aliados.
Propaganda por la democracia
«A pesar de que a muchos estudiosos y entusiastas de su figura no les guste, en estos años él hizo propaganda, algo bastante inevitable en tiempos de guerra», explica. «Hoy leemos esta palabra tan vilipendiada con la óptica de nuestros días, pero debemos pensar que para él era una causa a defender. Si lo hiciera desde Alemania sería diferente, pero lo que él apoya es la libertad y la democracia«, insiste Morató.
Este tono podemos verlo en ciertos pasajes en los que el autor ensalza las virtudes de sus nuevos conciudadanos: «Mi vecino, que en este momento recibe la orden de movilización, alza los hombros despectivamente, carga con su petate, dice adiós a los suyos sin ninguna prosopopeya y va dispuesto a hacerse matar allí donde le lleven», apunta. Otro ejemplo: «Lo más impresionante de Francia en este momento es esta íntima convicción de que no es posible escapar a la fatalidad; nunca los hombres han ido a la guerra tan serenamente, con tan inhumano sentido del deber».
Sin embargo, a pesar de ciertas salvedades hagiográficas y de un optimismo, quizás exagerado, que realmente sentía, las crónicas que integran este volumen son algunas de las más brillantes páginas de un Chaves Nogales que combina noticias sociales y relatos de sus vagabundeos de flâneur por París -«después de deambular noche tras noche por París soy testigo de que todos los puntos calientes de la ciudad están cerrados a cal y canto»- con los acontecimientos políticos y bélicos de primer orden -maravillosa su crónica sobre los telegramas que Hitler recibe en su cumpleaños-.
«Para ser un periodista bien informado en París, basta dar los buenos días a la portera y tomar café en el bar de la esquina», escribió
Tampoco deja de reflexionar sobre los errores de la anterior guerra, que ve repetirse, ni de refutar la muy agresiva y criminal propaganda nazi -como su estrategia para hacer creer a los soldados galos que sus novias y mujeres eran infieles- al tiempo que es capaz de hablar del racionamiento ensalzando las recetas populares hechas con carne de conejo o de artesanos que se vuelven fabricantes de armas. Detalles que cuentan siempre una historia mayor.
«Mientras muchos contemporáneos están observando a generales o a políticos él tiene una mirada panorámica. Está fijándose en si un perro come, si la hierba crece más o menos o si hay un edificio al que le falta una moldura, y a partir de ahí construye todo un universo», destaca Morató. No en vano, el periodista escribió: «para ser un periodista bien informado en París, basta dar los buenos días a la portera y tomar café en el mostrador del bar de la esquina«. «Chaves puede contar con maestría una batalla a partir de un pétalo que se lleva volando el viento. Recuerda un poco a las técnicas cinematográficas de las grandes películas de Hollywood, cómo a partir de un detalle aparentemente insignificante se construye todo el espíritu de una época«.
Un periodista heterodoxo
«Quiero contar sencillamente al lector de Río o de Buenos Aires la verdadera vida de París, tal como yo la he visto este día suave de primavera», escribía el periodista, que en sus crónicas, pese a la cercanía de la ocupación alemana de París, dibuja una ciudad en calma, que, incluso en vísperas de la invasión, parece contemplar el conflicto desde una extraña distancia que no afecta al discurrir cotidiano de su vida personal y profesional. «Estas piezas de Chaves Nogales son únicas, porque la mayoría de los periodistas de entonces tenía que ganarse la vida con crónicas mucho menos personales y sus grandes homólogos internacionales, los que sí tenían una personalidad literaria propia, como George Orwell, Curzio Malaparte, Paul Morand o Aldous Huxley, están escribiendo novelas y otras obras», reflexiona la editora.
«Chaves fue un caso único, es un cronista de su tiempo, pero al mismo tiempo tiene un talento casi novelístico, conserva el tono y la originalidad en un medio tan uniforme como el periodismo»
«Por eso en Chaves encontramos un caso único, es un cronista de su tiempo, pero al mismo tiempo tiene un talento casi novelístico. Es de aquellos escritores que conservan el tono y la originalidad en un medio como el periodismo, que aspira a la uniformidad. Es bastante curioso cómo hasta en una noticia de agencia, que tiene unas características definidas, él las rompe, y ahí radica su éxito», defiende. «Al final lo que hace un gran escritor, en el género que sea es, lograr un carácter universal, y cualquiera que lea estas crónicas, en su momento, hoy, o en el futuro, advierte matices, ideas y temas atemporales».
Este volumen termina el 13 de julio de 1940, un día antes de la entrada de los nazis en París, cuando el periodista se echa a los caminos con los parisinos y describe: «las carreteras están llenas de largas hileras de esas carretas enormes que utilizan los campesinos, en las cuales cargan a sus familias y sus pobres ajuares prefiriendo el éxodo, antes que a la dominación, siquiera sea temporal, del invasor«. Una dominación en la que tampoco creía Chaves Nogales quien, desde Londres, seguiría narrando con su estilo a un tiempo nítido y popular, en el que se funden verdad y literatura, los avatares de un conflicto que no llegaría a ver terminar. Pero esa historia la dejamos para otra ocasión.
