Para los más cinéfilos, Rufus T. Firefly es Groucho Marx en Sopa de ganso (1933); bigote pintado como una alfombrilla y gafas de culo de botella. Para los adeptos al rock alternativo, Rufus T. Firefly no es una persona, son seis, nacieron en Aranjuez, hacen música y personifican un look que roza lo setentero, de aquella forma en la que lo vintage se vuelve moderno. Llevan 19 años en la escena del rock español, ocho discos y un adjetivo que llevan consigo como broche de honor: son «superdiferentes«, dicen. Para bien.
Rufus T. Firefly —Rufus para los allegados— son muchas cosas. Son psicodelia, vanguardia adquirida (y aprendida), rock, pop, a veces hasta folk, y en ocasiones, también tecno. Una mezcla de los Beatles, Carolina Durante y The Cure, dicen. Hay quien los llama los Tame Impala españoles, y ellos no se oponen.
Acaban de dar por finalizada una serie de conciertos para dar a conocer Todas las cosas buenas, su octavo disco, una amalgama de lo que, cuentan, es una recopilación de la esencia del grupo. En los once temas que conforman el álbum buscan «encontrar pequeños momentos de luz entre tanta oscuridad».
Una cosa define a Rufus y es la necesidad de hacer las cosas a su manera. Por eso, acaban de terminar una gira como «regalo» para sus fans, en la que han interpretado su nuevo álbum al completo. Once fechas, once ciudades y once conciertos agotados antes, siquiera, de haber sacado el álbum a la luz. «Algunos podrían verlo como un acto egoísta», reflexiona Martín-Maestro. «En realidad es priorizar canciones nuevas a grandes éxitos, pero hay muchas oportunidades para escuchar canciones conocidas, y pocas para vivir un disco entero en directo.» Para Cabezuelo, reivindicar la tradición del directo es parte de la razón de ser de la banda: «Siempre intentamos que el directo sea un lugar sagrado donde pasa la música de verdad y donde está la verdad de la música, donde no hay trampa. Me da mucha rabia cuando los directos son exactamente iguales al disco, porque pierdes esa cosa real.»
La banda comenzó en 2006, pero el éxito de Rufus ha sido de los reposados: de los que crecen con los años, de forma estable, pero que estallan con un disco. En su caso, Magnolia (2017) fue el álbum que les aseguró un hueco en la escena del rock alternativo español. Con la esencia desenfadada de Víctor Cabezuelo (vocalista y guitarrista) y las gafas tintadas de rosa —tómese de forma literal o no— de Julia Martín-Maestro (batería), ambos lo evocan: «Fue de repente. Ese disco gustó, como podía no haber gustado, y no sabemos por qué.»
A Rufus T. Firefly se les suele encasillar como rock alternativo, pero ellos insisten en romper con ese mito. «Este disco reúne todo lo que sabemos hacer: rock, psicodelia, electrónica, folk y pop». Si algo define al grupo es la necesidad de hacer música al margen de cualquier género o estilo. Cruzan límites y eso les gusta. Como quien mete (casi) todos los géneros musicales en un bote y lo agita con brío, «somos así, no lo podemos evitar», ríe el vocalista. Tampoco es cuestión de forzarlo, matizan, «es algo que simplemente surge».
Y de esta necesidad de crear sin pensarlo demasiado, siguiendo sus intuiciones, nace «Todas las cosas Buenas», un conjunto de canciones que, a pesar de ser cada una distinta a la otra, «suena a Rufus», dice el vocalista. «Nos aburrimos enseguida de hacer las cosas de una sola manera. Aun así, hemos conseguido tener un sonido propio, una personalidad, que es lo más difícil que hay.» Anclarse a un solo estilo de música implicaría perder la capacidad de «aprender y experimentar cosas nuevas», recalcan. Beber de varios estilos, para ellos, tiene algo de transformador. Una metamorfosis a la que solo se llega probando, atreviéndose.
Su hueco en la escena del indie español es destacable, pero fuera de ella, no dejan de ser una banda relativamente poco conocida. Y en este pequeño anonimato se regocijan. «Yo me siento agradecido de no haber tenido nunca un éxito masivo», confiesa Cabezuelo, «si nos hubiera pasado con un disco, la gente se enfocaría sólo en eso. Tendríamos que estar atados a ese sonido para poder seguir tocando.» Una «auténtica pesadilla» para un grupo que huye de lo estándar y que camina por sendas no transitadas.
Precisamente en lo no transitado brota el ingenio de estos artistas. El penúltimo tema del álbum se llama Dron sobrevolando Castilla-la-Mancha. Título peculiar, y con una especificidad llamativa. En los cinco minutos y medio que dura la canción, Rufus se atreve con la electrónica. «Estamos en primero de música electrónica», bromean. Las malas críticas se deben llevar con honor y Rufus lo suele poner en práctica. «Me recuerda a la música que suena con las imágenes de dron en la Vuelta Ciclista», les increpó uno de los productores del disco al escuchar la demo. «No lo dijo de manera positiva, pero nosotros pensamos: ¡Increíble!», ríen.
Lo que significa ser indie es un tema que el grupo se toma a pecho. La letra de Trueno azul, uno de los sencillos que sacaron como preludio al álbum, dice: «Hice tanto por el indie y el indie no hizo nada por mí». La ingenuidad y la ilusión del que da los primeros pasos en el mundo de la música se esfumaron para Rufus con el despegue de Magnolia. El vocalista cuenta que «tenía una visión muy romántica de la música independiente, de que todo se hacía por y para el arte.» La ilusión le duró poco. «Luego me di cuenta de que todos los grupos somos mercancía para la industria musical, y todo lo artístico se convierte en números.» Rufus quería «hacer arte», añadir a la escena de la música independiente, «pero esa escena nunca devolverá nada de lo que se le da», concluye. La desilusión les pesa, pero, a pesar de eso, dicen, «es una desilusión, sin rencor».
Pero, ¿Qué es ser indie?
«El indie no existe», afirma la batería con una exasperación avezada. El concepto de música independiente, del indie, ha pasado de ser un modus operandi a significar un género musical. Pero ellos se mantienen firmes. «Existe el concepto de hacer tu gestión independiente o delegar en compañías que hagan eso por ti. Nosotros no somos indies porque queramos, sino porque nadie nos ha querido fichar nunca, y cuando nos han querido fichar, nos ofrecían cosas que ya no nos interesaban porque ya las teníamos hechas.»
Rufus lo tienen claro, el indie es simplemente indicativo de que, aunque la industria no quiera contar contigo, tú tienes cosas que decir y las vas a hacer por tus propios medios. «El otro día hablaban de la actuación de Leiva en la revuelta, diciendo que ahí estaba lo mejor del indie. Ahí no había nada de indie. Y no pasa nada. Eso no le quita el mérito a lo que hace Leiva, que es increíble, pero le quita valor a la definición de «independiente». «Es simplemente una manera de hacer las cosas y ya está», explica el vocalista.
Para ellos, la escena de este género, sobre todo en España, está en arenas movedizas. Las grandes estrellas ocupan mucho espacio, hacen mucho ruido y los pequeños, se pierden en el barullo. «El problema es que los artistas grandes son cada vez más grandes, y los pequeños son cada vez más pequeños», lamentan. Para hacerse oír van prácticamente a codazos. «Es difícil para las bandas acceder a escena», incide Martín-Maestro.
Pero Rufus T. Firefly, en su burbuja de la música alternativa española, ya está en escena. Su disco llega este abril pisando fuerte. Para Cabezuelo, Rufus y Todas las cosas buenas, es una forma de decir que todos, y no solo ellos, somos «superdiferentes,» también una forma de reivindicar la tradición del directo y de expresar que «hay forma de seguir adelante». Ella es más concisa: «Yo lo veo como una especie de refugio.»