Algo afónico y con su habitual sonrisa, Eduardo Mendoza ha llegado a la Biblioteca Jaume Fuster para atender a los medios ni dos horas después de ser nombrado Premio Princesa de Asturias de las Letras. Algo que ha sabido al salir de su visita de rutina al médico. «Da satisfacción el pensar que después de tantos años escribiendo todavía sigo estando, que no me han mandado al punto de los trastos viejos…», ha confesado con su característico humor. Y es que justamente en mayo, pero de 1975, un joven Mendoza de 32 años publicaba su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta, reeditada por Seix Barral para conmemorar sus 50 años.
Desde entonces, Mendoza ha escrito una veintena de novelas, varios ensayos, obras de teatro… Una vasta producción que le ha valido ser calificado como un «proveedor de felicidad» por el jurado del Princesa de Asturias. «No sé si lo soy, al menos un proveedor de felicidad para mí mismo, sí. Porque he hecho lo que más me gustaba en el mundo: escribir y hacer el vago». Más ironía marca Mendoza. Con su segunda novela El misterio de la cripta embrujada recuperó el género humorístico, tan patrio, pero denostado durante lustros en la literatura. «Con toda la falsa modestia de que soy capaz, creo que sí he contribuido a esa recuperación. El humor siempre ha existido en el teatro, el cine y la televisión, pero en la novela estaba un poquito en horas bajas», admite. Aunque su ópera prima era una «cosa seria» -en la que ya deslizaba pinceladas de picaresca, es algo que no puede evitar-, con La cripta… «decidí abrir una sucursal exclusivamente de humor, algo arriesgado, porque si fracasas no hay salvación», cuenta.
Si a Mendoza se le identifica con un humor pícaro, respetuoso, hasta tierno, lejos de sarcasmos o de bromas hirientes, su obra está inexorable ligada a Barcelona, la ciudad donde nació en 1943. «La ciudad de mi infancia ahora no la reconocería, ha cambiado radicalmente. Particularmente, Barcelona es una de las ciudades que más ha cambiado: ha pasado de ser poco conocida a un referente turístico mundial, una cosa tremenda, que no se sabe dónde va a ir… Pero es parte natural de la evolución de las ciudades», considera. Si en El caso Savolta… retrataba la Barcelona de los convulsos años 1917-1919, en su última novela de 2023, Tres enigmas para la organización (Seix Barral, como toda su obra), escribe una certera (y divertida) crónica de esa ciudad global tomada por el turismo de masas.
«Ayer fui a Madrid a un homenaje de Manuel Vázquez Montalbán, amigo muy querido… Al coger un taxi, el taxista se empezó a quejar de que toda la ciudad estaba en obras, que el Ayuntamiento es un desastre, que lo pone todo patas arriba al mismo tiempo… Y pensé: ‘Bueno, mira, estoy en casa’. Hay una especie de obsesión, a las ciudades les ha entrado la manía de hacerse cirugía estética», explica.
En ese puente simbólico entre Madrid-Barcelona, dos caras de una misma moneda, Mendoza ha despuntado como uno de los pocos escritores que se ha posicionado por la convivencia en los años más duros del procès. En el agitado 2017, publicó el breve y lúcido ensayo ¿Qué está pasando en Cataluña? «Lo escribí para la gente de fuera, porque lo que sucedía en Cataluña era recibido con mucha desinformación. Quería poner lo que yo pensaba que eran las cosas desde una perspectiva ecuánime», apunta. ¿Cómo ve la Cataluña de hoy? ¿Cuál es la visión de un escritor en lengua castellana el día después de que Salvador Illa haya firmado un Pacto Lingüístico? «Yo lo que quiero es que haya concordia, buena voluntad, corridas de toros, vino, juerga y fútbol. Lo demás me trae sin cuidado…», asegura con espontaneidad.
La Barcelona de Mendoza también fue la de una generación irrepetible de escritores ya desaparecidos: su querido Vázquez Montalbán, Juan Marsé, los hermanos Goytisolo, Gil de Biedma… «Veo en este premio un recuerdo de toda esta generación que ha ido desapareciendo y de la que quedamos muy pocos. Es un premio colectivo», reivindica. Recuerda a sus colegas y añade: «En una época gris y triste, que decía Marsé, esa generación demostró unas ciertas ganas de vivir y de pasarlo bien literariamente. Incorporamos el humor y la novela policiaca, que no existía en España». Cita a Montalbán con su inmortal detective Carvalho, a Andreu Martín, Juan Madrid, Alicia Giménez-Bartlett… «Nos inventamos detectives, otra narrativa más costumbrista, recuperamos géneros….»
A sus 82 años, cuando debería ser un jubilado más, se ríe porque «no me dejan jubilarme tranquilamente». «Hace un año, le dieron el Princesa de Asturias a Joan Manuel Serrat, que también se había retirado… y ha vuelto a cantar». Por supuesto, Mendoza seguirá escribiendo. Y haciendo felices a sus lectores.