Bunbury (Zaragoza, 1967) es Bunbury todo el rato y eso tiene pinta de ser muy cansado. La intensidad y la tendencia a ponerse a la defensiva siempre están ahí, sobre todo cuando la conversación gira hacia temas alejados de ‘Cuentas pendientes’, su nuevo (y estupendo) disco, sea la política, la matraca eterna con el regreso de Héroes del Silencio o sus polémicas durante la pandemia. Sin embargo, hay instantes en los que se relaja y se puede atisbar al tipo normal y amable que reside bajo el peso de un personaje ya casi mitológico.
- Es un disco muy cálido incluso en los momentos tristes.
- Creo que se debate entre la melancolía y la esperanza, que se podría decir que es mi estado vital actual. Tiene una buena dosis de positividad. Se habla de los obstáculos, pero también muestra un cierto orgullo por lo logrado y reivindica el fracaso como parte de mí.
- Arrancas cantando en el primer estribillo: «Para llegar hasta aquí mil partidas perdí». No has perdido tantas.
- Bueno, quizá sea una hipérbole, pero es cierto que hay muchos momentos en los que me he sentido derrotado. La vida es una carrera de obstáculos y lo fascinante es ir enfrentándote a ellos y superándolos. De ahí la reivindicación de estos fracasos: son míos, me enorgullecen y los tengo como grandes victorias porque algunas veces he ganado, otras he perdido, pero no he tenido miedo a enfrentarme a ellos. Creo que hay una reflexión también sobre el paso del tiempo, una aceptación de su inevitabilidad, de que hay diferentes etapas en la vida y que en cada momento hay un aprendizaje que realizar. Lo que viene por delante es emocionante y muy interesante, pero tienes gran parte de tu vida ya a tus espaldas y hay cierta melancolía con respecto a cosas que sabes que no van a volver y van a quedar definitivamente atrás.
- Físicamente se te ve impecable.
- Te agradezco esa visión tan positiva de mi cuerpo serrano, pero el tiempo pasa para todos, yo me veo cada día en el espejo y, bueno, voy viendo las diferentes etapas de la vida. Cosas que con 20 años te parecían fácilmente superables y que entraban en tu cuerpo y salían con una facilidad pasmosa, a día de hoy te cuesta enfrentarte a ellas, desde el jet lag hasta excederte con una comida o con el alcohol.
- En vuestro trabajo el sexo, drogas y rock and roll tiene caducidad si quieres alargar tu carrera.
- Bueno, es una decisión de cada uno. Los que no adoptan una vida más saludable lo que hacen es acortar, obviamente, sus posibilidades de ejercer la profesión, pero a ti te pasará igual. Si tú eres periodista, te pasas la noche de fiesta y vas de empalme al trabajo, a lo mejor con 20 años ni se enteran en la redacción porque entregas un artículo cojonudo, quizás hasta mejor, pero con 40 años ya se te van a ver las costuras. Yo ahora me cuido no por mantener el físico lo mejor posible, que también, sino por ejercer mi profesión con cierta dignidad. Hay un momento en que o empiezas a cuidarte o dejas de ser músico. Yo no he sido jamás una persona excesivamente inclinada al ejercicio, pero llegó un momento en que cumplí los 40 y pensé: «Necesito empezar a hacer algo para poder seguir cumpliendo como antes». No es sólo una cuestión de vanidad, es una cuestión de amor a la profesión.
- Vuelves a cambiar de estilo. ¿No te apetece acomodarte y vivir un poco de ser el jodido Bunbury?
- Hay una tentación básica cuando empiezas a tener una carrera más o menos larga: la tentación de la nostalgia como producto mercantil. Saber que tienes equis canciones que funcionan muy bien en tus conciertos y que podrías dedicarte a ser una banda tributo a ti mismo y forrarte. Podría hacer eso: llenar giras, tocar los grandes éxitos y mirar más al pasado que al presente. Muchas bandas lo hacen, ralentizan ya mucho sus lanzamientos y dejan de tener verdadera importancia. Yo estoy en el otro lado y le doy mucha importancia a la creación. Tengo la necesidad de escribir canciones, de grabar discos nuevos y distintos. Eso es lo que me da alegría y prefiero ser un activo artístico, independientemente de que pueda tener más o menos interés para mi propio público, que un recolector de aplausos fáciles.
- Lo que pasa es que puedes variar, innovar y probar lo que te dé la gana, pero esa voz te va a delatar siempre.
- Bueno, cada uno canta como puede o como sabe. Yo como puedo, en concreto, porque he conocido a muchos cantantes que tienen la facilidad de imitar otras voces. Yo soy incapaz. Vi a Ariana Grande haciendo imitaciones en un late night y es increíble, las clava todas, pero si yo intento imitar a Tom Waits voy a hacer el ridículo. Soy incapaz de cantar de otra manera. ¿Eso es una bendición o una maldición? Al final pienso que es una bendición porque me ha otorgado una personalidad y un lugar que me pertenecen, así que puedo hacer todas estas visitas a distintos géneros y asomarme a distintas posibilidades de instrumentación y seguir sonando a quien soy.
- ¿Qué sentiste cuando te falló la voz? [Un problema de salud le hizo anunciar que se retiraba de los escenarios, estuvo así dos años y ahora, una vez solucionado, hará gira completa]
- Fue exageradamente duro porque yo tenía este problema que me afectaba a los pulmones, tenía una sensación constante de insuficiencia en la respiración, la garganta totalmente hinchada y enfrentarme a un concierto, a una simple prueba de sonido, sabiendo que tu instrumento no está ni remotamente en condiciones llegó a ser una tortura. Cancelamos la gira y pensaba que no me iba a subir a un escenario nunca más, pero pasados los meses descubrí que se debía a un producto químico, el glicol, que contiene el humo que se usa en los conciertos y en 2023 y 2024 decidí intentar hacer una serie de conciertos con mucha cautela sin humo. Y los disfruté como si volviera a nacer . Mi sensación fue: «Joder, es que sin humo cualquiera» [risas]. Es glorioso volver a cantar y volver a tener tu instrumento en plenitud de forma. Ahora para mí es un alivio poder anunciar conciertos sin ningún problema. Encantado de volver a subirme a un escenario y compartir.
- Vives en Los Ángeles y nada más llegar a España te encontraste el apagón.
- Sí, sí, me pilló aquí. Vengo tres o cuatro veces al año y nunca tengo la sensación de que me voy de España, así que cuando vengo no me shockea lo que encuentro, no la noto cambiada. Aquí vive gran parte de mi familia, yo mismo tengo casa entonces y veo el país igual que tú, con la misma cercanía.
- Vale, pues explícanos entonces el efecto Trump visto desde allí, si es que se puede.
- No, porque no soy un analista político ni un analista social. Podría hacerlo, y de hecho no me costaría demasiado ofrecer algún punto de vista interesante, pero creo que la Prensa se ha convertido en un lugar en el que no conviene decir tus opiniones porque son tergiversadas muy fácilmente.
- ¿Te refieres a la polémica que provocó, durante la pandemia, que compartieras el cartel de una campaña antivacunas que las asociaba a un plan de Bill Gates para controlar el mundo?
- Me refiero sobre todo al efecto clickbait y a cómo entresacar un titular, aunque sea falso o no se ajuste a la verdad, por encima de resumir una charla y el contenido de lo que importa. Aquí estoy sólo por una cosa, porque he sacado un disco. Yo no hago entrevistas salvo cuando saco un disco. Entremedias me voy a mi casa a componer o hago giras, durante las que tampoco doy entrevistas. Considero el formato entrevista muy útil para amplificar que tengo una nueva obra, que el público se entere y ojalá le interese y se asome a ella. Nada más. Ese es el propósito que tiene la promoción, no que nos tengamos que convertir en analistas del momento social. Se hace una pregunta de refilón, respondes de buenas maneras y se convierte en tu titular y en tu eslogan. Y no, yo no he salido a promocionar a ningún político ni ninguna causa social, sino mi disco. Hay otros artistas que deciden ejercer un compromiso con algo más que su arte, y me parece perfecto, pero yo no. Creo que no aporto nada en ese tema.
- ¿Te sentiste maltratado por aquellas críticas?
- Esa es una pregunta que le deberías de hacer a los que armaron un lío en torno a algo que no es un lío. Las opiniones son como los culos, todos tenemos una y no sé de qué se escandalizó la gente. La gente se ofende ahora con mucha facilidad y, además, por cosas absolutamente insustanciales.
- ¿Te influye al escribir?
- No. Yo escribiendo intento ser lo más libre posible, pero es cierto que hay veces que en canciones en las que estás hablando de una cosa, de repente se te cuela una frase que puede ser más o menos escandalosa y prefieres quitarla porque esa frase puede tapar la importancia de lo que estás diciendo y poner el foco sobre algo que no es lo importante. Pero es más desde el aspecto creativo que desde el aspecto, digamos, de autocensura por el impacto que pueda tener socialmente una canción. Me siento muy libre a la hora de escribir, dejo que las canciones manden sobre mí.
- Hablabas antes de nostalgia, ¿estás harto de que te sigan preguntando por el regreso de Héroes del Silencio?
- Es otra vez el clickbait. Hice la semana pasada una entrevista en Colombia, titularon por ahí y da la impresión de que yo esté hablando de Héroes cuando fue el periodista el que habló de ello. Un señor me pregunta sobre una supuesta vuelta de Héroes y responda cómo responda hay quienes utilizan eso de titular. Una vez dije: «No sé leer el futuro, pero vamos a decir que existe un 99% de posibilidades de que esa reunión no ocurra nunca». Bueno, pues el titular fue: «Enrique Bunbury deja una puerta abierta a la reunión de Héroes del Silencio». ¿Puerta abierta? Joder, si sólo me faltó darle un portazo en la cara. Recuerdo a Juanjo de la Iglesia, que en ‘Caiga Quien Caiga’ hacía una sección que se llamaba Curso de ética periodística y es más necesario ahora que nunca.
- Lo fascinante es que si se pone ese titular, es porque funciona. La gente sigue pendiente de eso.
- Joder, sí y hace 30 años que nos separamos. Por un lado, es un honor que la gente se acuerde de la banda con la que crecí y me hice superpopular. A nivel internacional ha dejado un poso en los fans y en los oyentes tan importante como para que les siga pareciendo una necesidad que vuelva el grupo, pero por otro lado es un poco violento porque no sé cómo enfrentar esas preguntas sin ser borde, diciendo: «Estoy presentando un disco nuevo y una gira nueva, ¿dónde están las señales que te puedan indicar que ese regreso es posible?». Además, lo que no tendría ningún sentido es que si hubiera una posibilidad y se estuviera planeando, lo fuera a decir en la promoción de otro trabajo. Es como lo de La Oreja de Van Gogh, cuando ellos decidan que vuelven, ya os lo dirán, cojones. ¡Dejadles en paz! [risas].
- ¿Has visto ‘La estrella azul’ [la película ganadora de dos Goya sobre el músico zaragozano Mauricio Aznar en la que Bunbury, contemporáneo y admirador, asoma de fondo]?
- Sí, claro. Conocí a Mauricio y conozco a Javier Macipe, al director, así que he tenido una relación muy directa con los entresijos de la creación y me alegra que el resultado haya sido una película maravillosa. La gran preocupación siempre era que una historia local pudiera tener un interés fuera de quienes conocíamos a Mauricio y su éxito me hace muy feliz.
- He de reconocerte que me habían advertido de que eras un tío complicado y no me lo he encontrado.
- No soy nada difícil, al menos ya no. Lo que pasa es que una vez maté un perro y mataperros me llamaron.
- ¿No te reconoces en ese personaje que se ha creado, no sé si tú o los demás?
- Bueno, ha habido una evolución en mi persona porque cada momento histórico ha tenido unas características distintas. Antes hablábamos del clickbait, que es algo que no había en los 90. En los 90 había otra característica distinta en el contexto musical y periodístico que era que los músicos nos comportábamos de otra manera más provocadora, había más beef entre nosotros, los Oasis contra los Blur y todo dios tomaba partido. Era mucho más divertido porque era un tiempo en el que eran posibles unos Gallagher, a día de hoy estarían cancelados en el minuto tres. Entonces no nos ofendíamos por lo que decía Liam ni por lo que decía Noel ni por lo que decía Damon Albarn. Era un mundo mejor en el que vivíamos sin pensar que las palabras que dijera un botarete de Manchester nos incumbían para nada. Decías que menudo bocazas, te descojonabas y disfrutabas del espectáculo.
- ¿Eso influía en cómo te comportabas?
- Claro, yo también jugaba a eso. En esa época primera con Héroes del Silencio, éramos lectores del New Musical Express y del Melody Maker, bebíamos y vivíamos esa forma anglosajona de ir los músicos contra la Prensa. Había un poco de rifirrafe, pero esa forma anglosajona no ha sido trasladable a España. El tiempo nos ha colocado en un lugar más confuso en el que es más complicado hablar y establecer debates y conversaciones. Creo que perdemos como sociedad que se puedan aportar distintos puntos de vista y matices, que no todo es blanco y negro, que no todo es Partido Republicano contra Demócrata. Hay infinidad de matices y de posiciones intermedias en las que estamos todos. Al menos yo lo estoy y creo que la mayoría. Estaría bien que escucháramos todas las opiniones respecto a cualquier tema, sea cuál sea, y te diría que cuanto más controversial mejor. Dime un tema controvertido y te diré un tema del que necesitamos hablar. Aunque moleste.