El héroe de la pionera Vuelta a España fue un belga de 21 años que empujaba una bicicleta de hierro por carreteras de tierra y piedras machacadas. Llenaba sus bidones con agua de fuentes y pilones. Cargaba un neumático sin cámara alrededor del cuerpo y él mismo reparaba las interminables averías en etapas que duraban 10 horas. Gustaff Deloor (De Klinge, 1913) fue el increíble conquistador de una edición, disputada desde el 29 abril al 15 de mayo de 1935.
La ronda inaugural, que constó de 14 etapas, arrancó hace 90 años, sólo 15 meses antes del inicio de la Guerra Civil. La prueba fue organizada por el diario Informaciones. La prensa, otra vez, como motor del deporte: el Tour fue impulsado por el periódico L’Auto en 1903, y el Giro de Italia, por la Gazzetta dello Sport, en 1909.
La salida neutralizada de la primera etapa se dio en la estación de Atocha de Madrid y el banderazo de salida, en la Puerta de Hierro. 50 corredores (32 españoles) fueron de la partida. Los maillots y culotes eran de lana. En los bolsillos, pequeños bocadillos y paquetes de tabaco. Muchos fumaban mientras pedaleaban.
La primera cita constó de 185 kilómetros, partió desde la capital española y terminó en Valladolid. El vencedor fue el belga Antonie Dignef, que invirtió un tiempo de casi seis horas,. El segundo fue el español Mariano Cañardo, el gran ídolo español de la Segunda República. Nacido en 1906, en Olite (Navarra), era miembro de una familia de 13 hermanos, hijo de un sargento de la Guardia Civil que se casó tres veces. Trabajó de niño como pastor de cabras y ovejas. Huérfano de padre a los seis años y de madre a los 14 años, se marchó a vivir con una hermana que residía en Barcelona. Trabajó de carpintero y a los 18 años se compró su primera bicicleta. Antes de debutar en la Vuelta ya había ganado cinco Voltas a Catalunya y participado en el Tour y Giro.
La segunda etapa (Valladolid-Santander) fue ganada por Antonio Escuriet (el primer vencedor español), que se aprovechó de una escapada y se enfundó el maillot de líder, que era de color naranja. Al día siguiente, Escuriet pagó el esfuerzo. A pesar de la ayuda de Cañardo se le atragantaron los puertos de Alisa y la Sia y sufrió tres inoportunos pinchazos. Perdió el liderato en favor de Deloor, que le sacó en la meta 30 minutos. El belga se impuso en Bilbao y asumió un liderato que conservó hasta la conclusión. Para consumar su hazaña, Deloor tuvo que resistir jornadas maratonianas de 10 horas y de más de 300 kilómetros, como la sexta, que salió de Zaragoza y terminó en Barcelona. 285 km tuvo la décima: Murcia-Granada y 275 km la decimotercera: Cáceres-Zamora.
Sólo 29 supervivientes
La prueba cosechó un enorme éxito de público. Los pueblos aguardaban la llegada de los corredores con bebidas, comida, charangas, arcos, cartelones y tribunas. La incertidumbre por la resolución de la ronda se mantuvo hasta el final. La última etapa (Zamora-Madrid) constó de 250 kilómetros. Cañardo, en la subida al Alto de los Leones, atacó para recuperar la segunda plaza. A su ofensiva se unieron Deloor y el austriaco Max Bulla. El trío llegó al velódromo de la Casa de Campo con una ventaja de 10 minutos y fue recibido con vítores por más de 100.00 personas. Sólo 29 corredores sobrevivieron a los 17 días de competición (tres de descanso) y a los 3.425 kilómetros recorridos. El parte de bajas fue voluminoso. Agustín González se retiró cerca de Alicante con una pierna rota. Américo Tuero fue atropellado en la última etapa por uno de los automóviles que seguía la carrera.
Deloor, entre premios y gratificaciones, se embolsó 22.000 pesetas. Cañardo ganó menos de la mitad. «Fue una carrera extremadamente dura. La jornada más complicada fue la que salió de Cáceres y terminó en Zamora, con una escapada de Dignef en el Puerto de Béjar. En la etapa de Zaragoza lo pasé muy mal por la lluvia y el frío», decía Deloor tras ganar en la Casa de Campo. El enviado especial de El Mundo Deportivo narró que la multitud abarrotaba la meta y dificultaba la labor de los reporteros: «Es imposible seguir hablando con Deloor, docenas de preguntas se le hacen a la vez y resulta un martirio atender a todas. Además, una señora está procurando captar su atención besándole sin respeto y ante eso, nosotros no nos atrevemos a a insistir».
Junto a Deloor, Cañardo maldecía su destino: «No he ganado por falta de fuerzas, sino por excesos de desgracias. Tuve tres averías en las puertas de la meta. Así no se puede luchar». La Vuelta, 90 años, después busca nuevos héroes.