«Yo ya no juego, pero me dije: ya estoy aquí, son partidas de tres minutos, el torneo dura una tarde, así que me quedo, lo juego y a ver qué tal se da». Se dio bien. Con esta improvisación tan poco ajedrecística, Miguel Santos se proclamó por primera vez campeón de España absoluto en la modalidad de ajedrez relámpago. Cada jugador tiene tres minutos para toda la partida; la mano se mueve más rápido que el ojo, como si fueran trileros y no grandes maestros.
El sevillano (Utrera, 1999) solo tiene 25 años, pero se considera casi un jugador retirado. En lugar de entregarse a sus gambitos, dedica más tiempo a sus trabajos como comentarista y como entrenador de Fabiano Caruana, número 3 del mundo.
«De todos los años que he jugado el Campeonato de España, este no era de los que esperaba ganar, desde luego. Y diría que fue uno de los más fuertes». Santos ni siquiera participó en el torneo de ajedrez rápido, con partidas un poco más lentas: «Tenía trabajo que hacer en casa, porque me voy a Egipto y tenía que acabarlo».
Pregunta. ¿El ajedrez es par usted un deporte?
Respuesta. Hombre, el ajedrez es un deporte. No me parece que sea opinable, porque es un hecho.
Pregunta. ¿Por qué los grandes maestros no aparecen más en los medios?
Respuesta. En un bar, tú miras un partido de fútbol y en un segundo sabes quién va ganando, aunque no lo hayas visto en tu vida. En ajedrez necesitas un mínimo nivel, no solo saber cómo se mueven las piezas. La barrera de entrada para disfrutar es más cara. Otro problema es no saber cuánto falta. No puedes quedar con los amigos para después de una partida.
Pregunta. ¿Las tablas rápidas son verdaderamente un problema?
Respuesta. Considero que no, en el noventa y pico por ciento de los torneos. Ya no pasa tanto. Los organizadores, cuando hay un jugador que hace más de la cuenta, tienden a no invitarlo.
Pregunta. ¿Hasta qué punto el ajedrez supone un desgaste físico y mental?
Respuesta. Estar en buena forma es importante, porque las partidas pueden ser muy largas. Es verdad que la tendencia es acortarlas. Vemos más torneos de blitz (relámpago) o de rápidas que hace cinco o 10 años, cuando el 90 % de los torneos que se transmitía eran de lentas. Las rápidas son más digeribles para una gran audiencia.
Pregunta. Los puristas exigen la calidad del ajedrez clásico.
Respuesta. No existe un mundo utópico, donde puedas defender el ajedrez de cinco horas y a la vez querer que crezca como deporte. Así es difícil. Son dos cosas que nunca van a ir de la mano. Igual hay una fórmula mágica, pero a nadie se le ha ocurrido. ¿Que hay que sacrificar un poco de ese ajedrez más lento? No lo veo mal. No es cuestión de jugar bullet -partidas ultrarrápidas, de un minuto-, pero hay ritmos con una calidad todavía muy alta y a la vez disfrutables para una audiencia mayor.
Pregunta. ¿Te gustan las variantes en las que se sortea la posición de piezas?
Respuesta. Suponen un soplo de aire fresco. Si no te gusta, me parece bien. Nadie tiene obligación de verlas, pero añade algo nuevo.
Pregunta. En tu primera partida, con seis años, con tus primas, fuiste un precursor de este ajedrez aleatorio.
Respuesta. Es verdad. No me acuerdo de lo que hice, pero las puse donde quise, donde me dio la gana.
Pregunta. Tu propia curva no fue tan fácil como pensabas. Creías que llegarías a 2600 puntos Elo en dos años.
Respuesta. En la ESO no tenía claro si el ajedrez iba a ser mi profesión, pero sí que si no lo intentaba me iba a arrepentir toda mi vida. Decidí dedicarle dos años en cuerpo y alma, todas las malditas horas que pudiera. Y si llegaba a un nivel decente, mi idea era ser profesional, aún más de lo que he acabado siendo. También tenía claro que aunque me acabara dedicando a algo lateral, me iba a hacer más feliz que ser biólogo, por ejemplo. Por suerte, me lo podía permitir en ese momento, al acabar la ESO, aunque me costó convencer a mis padres.
Pregunta. ¿Te has arrepentido alguna vez?
Respuesta. Ni un cuarto. O sea, cero.
Pregunta. Los mejores ajedrecistas de tu familia sois Miguel Santos y Miguel de Unamuno. ¿Un antepasado tan ilustre imprime carácter?
Respuesta. Mi madre sabe mover las piezas y mi padre algo más, pero no ha jugado nunca un torneo. Básicamente es cierto, pero yo siempre he vivido en Utrera. Si mi infancia hubiera sido en Salamanca, quizás lo habría tenido más presente. Más allá de alguna anécdota con algún profesor, por las risas, no ha estado en mi día a día. No me cambió la manera de vivir.
Pregunta. ¿Cumpliste la promesa de estudiar ajedrez como una carrera?
Respuesta. Sí. No diré que madrugaba, pero le dedicaba entre seis y ocho horas todos los días. Era muy constante.
Pregunta. ¿Llorabas de pequeño, o de mayor, tras perder una partida?
Respuesta. La más dolorosa, no tengo dudas, no fue hace tanto, en la última ronda del Mundial sub’20 en Nueva Delhi. Con tablas quedaba subcampeón y perdí de la manera más tonta, por un error muy grave.
Pregunta. En boxeo te pueden partir la cara, pero ¿las derrotas en ajedrez son de las más duras que existen?
Respuesta. Sí me lo parece, porque es difícil poner excusas. El árbitro no tiene nada que ver en el 99,999% de los casos, tampoco influye cómo esté cortado el césped. Puedes decir: he tenido mala suerte y me han metido una preparación. Pues haber estudiado más. La responsabilidad es tuya. No puedes decir que tu compañero no te devolvió una pelota o que el portero falló. Tú pasas la pelota, eres el portero, el delantero… Es lo bonito, también, porque cuando ganas es maravilloso.
Pregunta. ¿Cuál ha sido tu mejor triunfo?
Respuesta. Este Campeonato de España está bastante arriba, pero fue aún mejor cuando fui con la selección al Mundial por Equipos -Jerusalén, 2022- en el que quedamos terceros y yo conseguí una medalla de plata individual.