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Kwasi Sibo, de Ghana a Oviedo: «No teníamos dinero, pero mis padres tuvieron siete hijos y jugaba descalzo»

Kwasi Sibo se lo ha ganado. El niño que jugaba descalzo en las calles de la capital de Ghana, que veía en la televisión al Arsenal de Santi Cazorla y al Madrid de los Galácticos, lidera ahora el centro del campo del Oviedo en su ilusionante regreso a la elite. Esta noche cumple un sueño, el de jugar en Primera y en el Tartiere con Cazorla y el de hacerlo contra el conjunto blanco. Antes, se sienta con EL MUNDO para contar su rocambolesca historia vital.

Dicen en el club que es usted la alegría del vestuario.
Estoy contento. En mi vida lo tengo todo y cada día me despierto y estoy agradecido a Dios por poder vivir esta vida. Soy de Ghana y los africanos somos así. Muy alegres. Aunque tengas pocas cosas en la vida, siempre estás agradecido, siempre estás riendo. Todos son así. Nos gusta bailar, reír, escuchar música…
Y ahora está jugando al lado de uno de sus ídolos, Santi Cazorla.
Bueno, eso es increíble. De pequeño veía los partidos del Arsenal con mi hermano y me encantaba Cazorla. Estaba siempre en la televisión viéndole y ahora estoy en el mismo vestuario. Es increíble. Un sueño.
Juegan ante el Madrid. ¿Es un momento importante para usted?
Sí, es un sueño cumplido. En Ghana, de pequeño, también veía los partidos del Madrid. A Beckham, Ronaldo, Raúl… Grandes futbolistas, y yo era fan del Madrid, así que jugar en el mismo campo que el Madrid es un sueño. Pero estamos preparados.
Usted nació en el norte de Ghana.
Sí, soy de Wa, al norte, aunque hace mucho tiempo que no voy. Mis amigos y mi familia están en Acra, la capital, y ahí sí voy cada verano. Tengo cinco hermanos y una hermana, y soy el pequeño, así que soy el más mimado. Cuando salía con mis amigos por Ghana siempre les tenía que decir dónde estaba, me llamaban y estaban muy pendientes de mí.
¿Cómo era su situación?
En mi familia no teníamos mucho dinero, pero mis padres, no se por qué, tuvieron siete hijos (risas). Así que cuando empecé a jugar al fútbol lo hacía descalzo, no tenía botas. Mi madre era deportista y creo que por eso salimos fuertes, porque tengo otro hermano jugando al fútbol. Comíamos dos veces al día, porque no teníamos para más, por la mañana y por la tarde. Comía y jugaba al fútbol.
Cómo le ha cambiado la vida.
Sí, ahora por suerte tengo esta carrera y soy feliz, pero no me olvido de mi pueblo y mi familia, donde empecé. Cada mes les envío una parte de mi salario para ayudar al pueblo, a los abuelos y niños. Desde que empecé a jugar en Europa lo he hecho y estoy orgulloso. Doy gracias a Dios.
¿Tiene mucha fe?
Sí. Yo soy cristiano, aunque en mi familia también hay musulmanes. Tengo una familia complicada (risas). Los hermanos de mi madre son musulmanes, pero mi madre es cristiana. Mi padre, sin embargo, no es ni musulmán ni cristiano. A veces era un poco difícil porque los cristianos parece que debían casarse con cristianos y los musulmanes con musulmanes, pero somos así. Y mis hermanos y yo somos cristianos.
A los 18 años dejó Ghana por Rusia para jugar en el Krasnodar. ¿Cómo fue eso?
Un cambio muy fuerte. Estaba en un equipo en Ghana y muchas veces venía ojeadores de Europa a ver jugar a gente del país. Tuve suerte, me vieron y estaban interesados. Me fui a Rusia pero… Puf. Mucho frío, el clima era muy diferente, no entendía el idioma y llamaba a mi familia diciéndoles que quería volver a Ghana, que no aguantaba, pero me motivaron a seguir. Un par de meses después, firmé con un equipo en Armenia y lo hice bien. Un intermediario me vio y resulta que me quería el Watford. No me lo podía creer.
Ha vivido solo toda la vida.
Sí, lo hago todo yo. Por ejemplo, ahora vengo de comprar en el supermercado, me gusta cocinar y limpiar. No tengo a nadie contratado para que lo haga porque lo quiero hacer yo. Para mí no es un trabajo porque pongo música africana, bailo y limpio la casa. No tengo problema.
Usted llegó a España en 2019 para jugar en el Ibiza. ¿Cómo le fue aprendiendo español?
No fui a ninguna academia, lo aprendí de mis compañeros. Cuando ellos hablaban, yo escuchaba. Así aprendí. Les pedía que me enseñaran y sólo me decían palabras feas. La primera palabra fue «hijo de puta». Y claro, en un entrenamiento le dije «hijo de puta» a un entrenador pensando que era cariñoso y todos se rieron.