Todo cambió para que nada cambiase. Cambió el líder, que vuelve a ser Vingegaard, merced al segundo puesto del Visma en la etapa. El vencedor, UAE, con un tiempo de 25:26, ocho segundos menos que el Visma, coloca a Ayuso y Almeida en el podio, a, también, ocho segundos del danés. La bicefalia, como es lógico a estas alturas y después de una etapa así, de índole colectiva, permanece. Tendrá que dividirse más adelante para pasar de estéreo a mono.
Soler, otro beneficiado de la victoria emiratí, y uno de los mejores gregarios del mundo, también flota a ocho segundos de Vingegaard. A nueve cae, sin despeñarse, Ciccone. Y Gaudu, el anterior líder, se queda a 16. Ninguno de los dos ha perdido nada importante, aunque en el ciclismo moderno en el que hasta los líderes pelean por las bonificaciones de los sprints intermedios, cada segundo es precioso. Veremos.
Nada trascendental, pues, sale de la jornada. De Figueres a Figueres, la Vuelta se estrenó en España con un paseíto colegiado de 24,1 kms. Labor de equipo en estado puro con hombres de diferentes características en una empresa común en la que cada cual, de manera entusiasta pero desigual, aportaba lo que podía. Velocistas, escaladores, rodadores… Cada equipo era un cajón de sastre, una forma poco usual de entender las relaciones y las labores entre sus miembros en una carretera sólo para ellos. El cuarto en la llegada daba tiempo a todos.
La etapa echaba a andar junto al Museo Dalí. Una contrarreloj por equipos no es una modalidad surrealista, pero sí lo bastante infrecuente como para resultar algo exótica. E incierta. Ningún equipo sabía cómo transcurriría realmente y de qué modo influiría en la general. No la cambiaría hasta el punto de trastocarla, trastornarla, enloquecerla. Pero podría proporcionar aquí y allá un pequeño baile de segundos que beneficiaría a algunos y perjudicaría a otros. Incluso con esa incertidumbre debida a la rareza de las cronometradas por equipos, la suma de los factores señalaba a UAE y Visma como favoritos. Tanto montaba el uno como el otro. Y ya vimos que se cumplieron los pronósticos.
Sorprendió un poco, por bueno, el tercer puesto de Lidl-Trek. Quizás le favoreció un viento que castigó menos de cara a los equipos que salieron antes. Y seguro que el Red Bull Bora acusó la caída de Matteo Sobrero, que descentró por unos momentos a sus compañeros.
La Vuelta entra ahora en su primera fase decisiva. Y lo hace con los favoritos bien colocados, alerta, oído al parche y ojo avizor. No se han exprimido, pero tampoco se han abandonado. No han sufrido estragos, inherentes a menudo a un deporte tan sujeto a desdichas de distinto orden y gravedad. En cierto modo, la Vuelta empieza ahora y todos andan igual de ilusionados que de temerosos.
Tras esta contrarreloj por equipos, una modalidad en retroceso porque obliga a romper los entrenamientos al uso, pero que ofrece atractivos, llega la primera alta montaña, la que empezará a establecer diferencias sustanciales y lanzar mensajes orientadores. Este jueves de penitencia o de gloria, la carrera trepa hasta Andorra, hasta un puerto de primera, después de penar durante 170 kms., consecutivamente por uno de tercera (Sentigosa), uno de primera (Collada de Toses), uno de segunda (Comella) y, finalmente, la estación andorrana de Pal (primera).
El viernes sigue la fiesta. O la tortura, según cómo y para quién. Cuatro puertos encajados en 188 kms. entre Andorra y Cerler: Port del Cantó (primera), Creu de Perves (segunda), Coll de LEspina (segunda) y Huescalamagia. Cerler (primera). Bienvenida. España, como debe ser en la carrera que lleva su nombre, va a empezar a despejar el horizonte. Esperamos con expectación los próximos, familiares nombres: Valdezcaray, Angliru, Farrapona…