Quién te ha visto España, expulsada de la elite, apenas el amor propio sobre la mesa de los que ahora te superan. El coraje para caer de pie, pero caer al fin, derrotada en una agónica batalla ante Grecia -como lo había sido dos días antes contra Italia- y eliminada tan temprano del Eurobasket. El último partido de Sergio Scariolo fue un ejercicio cruel ante la inmensidad de Giannis Antetokounmpo. [90-86: Narración y estadísticas]
Porque España murió y resucitó. Luchó contra todas sus carencias, contra un rival espoleado por las tribunas chipriotas y que entró en el duelo como una moto, contra la lesión de Brizuela, contra su propio desacierto (desastroso desde el tiro libre, 16 fallados) y contra uno de los mejores jugadores del mundo. Contra todo España para volver a morir en la orilla con dos chicos de 19 años en cancha.
Era un enredo incluso antes del comienzo, desde una preparación «accidentada», ausencias más o menos justificadas, retiradas, lesiones y derrotas. Malos presagios para quien se plantó en esta Limasol para siempre ya en el mapa de las catástrofes del baloncesto nacional de la peor manera posible ante Georgia. Una España que se levantó después contra Bosnia, cumplió el trámite ante Chipre y se dio de frente contra sus propias sus carencias ante Italia y Grecia. Para más dolor, todo lo que pudo ir mal que no pudiera controlar, fue: durante el trayecto en el Spyros Kyprianou, a Bosnia le dio por resucitar sorprendiendo a Grecia y despedazando ayer a Georgia. Para que las matemáticas lo convirtieran en más insufrible.
Los astros se le alinearon en contra a España, como si quisieran hacerle pagar todos sus éxitos pasados de golpe, como si todo lo que causaron durante tanto tiempo a sus rivales ahora se les volviera al rostro. La selección se despide como ningún otro campeón del Eurobasket, incapaz de estar entre los 16 mejores.
El plan del partido era calcar la defensa inicial contra Italia, un cuarto de hora que fue un máster del esfuerzo colectivo, pero Grecia hizo saltar todo por los aires con un nivel de acierto absolutamente impensable. Igual daba que las ayudas de España llegaran, que los tiros estuvieran punteados, que Giannis se encontrara siempre con varios tipos molestando: los de Spanoulis lo metían todo. Cada lanzamiento atinado alimentaba al siguiente, en una espiral que era resorte para unos y condena para otros.
Porque España se resquebrajó ante los ocho triples del rival, cómo no, cuatro de ellos de Tyler Dorsey. Era un boxeador sonado sobre el Spyros Kryprianou que encajó 30 puntos en menos de siete minutos mientras sus intentos los escupía con crueldad el aro. Que escapó de las cuerdas (llegó a caer por 16) con el alivio de los movimientos del banquillo -no todos los hermanos Anteto son iguales-, con el desparpajo de Mario Saint-Supèry.
Y que confirmó su tendencia positiva a continuación, con dos triples seguidos de López-Arostegui (ocho puntos seguidos del vasco) que dieron otro aire a la noche chipriota (33-38). Apenas un espejismo. España seguía estando en la lona, superada por la batalla, inocente en ataque. Se sucedieron fallos flagrantes de Willy, los tiros libres desaprovechados, las manos blandas de Aldama (no iba a ser su noche)… y Grecia apretó de nuevo el acelerador para marcharse a vestuarios con lustrosa ventaja gracias a otro lanzamiento lejano de Mitoglou (35-50).
Cuando al fin ya fue otra España fue a la vuelta (9-0 de salida) y eso que Brizuela no iba a poder volver a jugar por lesión. Puso orden y dureza a su baloncesto y aparecieron los secundarios. Pradilla, Yusta y un imponente De Larrea, como si llevara toda la vida a sus 19 años. Pelearon todos contra el efecto Antetokounmpo, que dominaba en la pintura. Y se quedaron bien cerca (52-56), hasta que regresaron los triples helenos (Papanikolaou y el enésimo de Dorsey).
La selección remaba contra corriente. Acudió al amor propio y empezó a creer en sí misma. Un triple desde la esquina de Juancho y puntos, como maná, de su hermano Willy al poste, obligaron a Giannis a volver a la cancha con el rival acechando (68-70). Y totalmente encima ya con la jeta de Saint-Supèry, quien recibe las broncas de Scariolo con sonrisas, quien clavó un triple frontal de los que estallan corazones. Para que a continuación Willy pusiera, por primera vez, a España delante.
Pero ahí, aunque a Grecia no le fuera exactamente la vida (perder le mandaba del primero al cuarto puesto), elevó la agresividad para volver a mandar. Pero era ya un tiroteo, espacio para valientes, para un triple de Pradilla, para las penetraciones geniales del Principito, para que Antetokounmpo sacara todo su potencial, cinco puntos consecutivos que llevaron con mínima ventaja a los de Spanoulis a la recta de meta. Donde la tierna España, con dos niños a los mandos en la pista -aunque nadie como ellos vaya a salir tan reforzados del Europeo-, se volvió a derretir, pecado mortal. Lecciones sin aprender. La perdió Pradilla, falló Aldama, la volvió a perder Parra… Y mientras, Sloukas fue mortal. Porque tiene 35 años y las mil batallas que le faltaron a su rival.