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La autoindulgencia ahoga las propuestas de Ildiko Enyedi y Franco Maresco, que cierran una competición presidida por La voz de Hind, sobre el genocidio de Gaza

La ambición, como el amor, suele (y debe) ser el punto de partida de lo irrenunciable. No hace falta tatuarse la frase, pero, dado el caso, siempre es mejor esta sentencia que un tatoo tribal, unas alas, un animal salvaje o un gnomo. Podría seguir, pero la idea está clara. Por no hablar de un trampantojo, un corazón de madre o una calavera. Basta. La última jornada a competición tuvo como protagonistas dos películas tan ambiciosas como desproporcionadas. Y difícilmente tatuables. No cabrían en el brazo. Y eso, no lo duden, es bueno. Silent Friend (Amigo silencioso), de la húngara Ildiko Enyedi, trata, según la propia directora, el ser humano. Y Un film fatto per bene (Una película hecha para bien —o para Bien, que es el nombre del protagonista–), de Franco Maresco, es básicamente un manifiesto contra el cine actual. Tal cual. Cabría añadir que la china The sun rises on us all (El solo sale sobre todos nosotros), del cineasta chino Cai Shangjun, tampoco le va a la zaga. Su argumento es el perdón. Y el amor de antes. Lo dicho, la ambición no admite tatuajes.

Silent Friend, el último trabajo de la ganadora del Oso de Oro en 2017 por En cuerpo y alma, cuenta en tres tiempos (1908, 1972 y 2020) la historia de las gentes que rodean a un mismo árbol, un un majestuoso ginkgo que se levanta en una universidad alemana completamente alérgica al paso del tiempo. En el primer caso, el relato tiene que ver con la primera mujer estudiante de botánica que pisó tan nobles aulas; en el segundo, todo gira en torno a una pareja empeñada en comunicarse con un geranio (tal cual), y en la tercera, un investigador intentar establecer contacto hipersensorial (o algo parecido) con el árbol de marras. Todo gira sobre el concepto de naturaleza, de vida, de un universo interrelacionado. Eso o el ser humano, que dice la ambiciosa cineasta.

La película, como su anterior y fallido trabajo La historia de mi mujer, lo quiere si no todo, si buena parte de ese todo. Desde las tomas microscópicas (lo más sugerente, sin duda) a la ambientación en tres texturas diferentes para cada época, Silent Friend avanza por la pantalla al ritmo pausado de la misma vida, una vida que literalmente crepita, ruge, se despereza y explota tanto en lo más pequeño, casi invisible, como en la superficie de la misma piel. Y sorprende. El problema, para nada menor, es el inmisericorde y muy condescendiente ritmo que se autoimpone la película, convencida como está de su importancia hasta unos extremos exasperantes. Y majestuosamente aburridos, la verdad. La ambición directamente cae a plomo sobre el espectador a lo largo de dos horas y media de una narración tan errática como ausente de pulso. Lástima.

Un film fatto per bene: La autoparodia de la parodia es… excesivo (***)

El caso de Maresco es diferente por la sencilla razón de que el director de películas como Lo zio di Brooklyn (1995) y Totò che visse due volte (1998) nada tiene que ver con nada. Ni consigo mismo si se apura. Lo suya es una reivindicación entusiasta de lo feo, lo crudo, lo salvaje y lo fronterizo. Lo suyo es comedia de puro trágico. Ahora propone algo así como una película testamento donde repasa su propia vida a la vez que juega al cine dentro del cine. Durante el rodaje de una película sobre una especie de santo loco que atiende al nombre de Carmelo Bene, el director (es decir, el propio Franco Maresco) desaparece. Lo que sigue es el puntual recuento de todos los accidentes de un fracaso que, por extensión, quiere ser la explicación más terrorista posible de lo malo y terrible que es el cine italiano actual. Suena tremendo, ambicioso sin duda, y lo es.

Esta vez, los problemas llegan de la mano de la autocondescendencia, cuando no simple narcisismo, con la que el director se presenta como héroe en sacrificio de su propio relato. No es uno de los mayores ejemplos de desvergüenza vistos recientemente, pero se le acerca bastante. Eso sí, cuando a Un film fatto per bene le toca ser divertido, gamberro, brutal y muy palermitano, vaya si lo consigue. El episodio del crítico de cine (siempre ellos) se antoja lo más desternillante de la Mostra. Tampoco ha habido grandes ocasiones, la verdad.

The sun rises on us all: Un melodrama tan crudo como fuera de control (***)

La jornada se concluyó con The sun rises on us all y, por aquello de no desentonar con sus colegas, el director de películas tan notables como People Mountain, People Sea (2011) ofrece lo más parecido a una tragedia fuera de norma, de límites y de sentido de la medida. Dos viejos amantes se reencuentran después de tantos años. Él padece cáncer tras pasar una larga temporada en la cárcel y ella está a punto de casarse con otro. Les une un crimen del pasado (un atropello del que se dieron a la fuga) en el que él asumió la culpa de ella, la que conducía. El resto es más que un drama y quiere ser mucho más que un simple melodrama. La ambición, de nuevo.

Pese a las interpretaciones ajustadas a la más íntima y feroz sinrazón a cargo de Xin Zhilei y Zhang Songwen, y a pesar de la gravedad nada impostada de la propuesta, la película de Cai Shangjun no logra controlar su tendencia al exceso. El registro en el que se propone no es sirkiano (de Douglas Sirk) ni mucho menos irónico. El trazo es siempre verista y crudo y juega en sentido contrario de la increíble catarata de desgracias que lo empapan, y hasta entorpecen, todo.

Y así las cosas, se concluyó una sección a competición en la que destacan dos películas por encima de todas las demás. Algo muy anómalo tiene que pasar para queLa voz de Hind, de Kaouther Ben Hania, no se haga con el León de Oro. Tanto por la radicalidad de la propuesta entre la realidad y la ficción, como lo sangrantemente oportuno del argumento (el genocidio de Gaza), no parece que tenga rival. Es ambiciosa, sí, pero, sobre todo, es lo que tiene que ser aquí y ahora. La segunda película que ha destacado en una Mostra de gran nivel, aunque sin acabar de romper con esa producción definitiva, es el regreso de Jim Jarmusch a su mejor registro con Father Mother Sister Brother. El sábado el palmarés. Nos lo tatuaremos.