«¡Es que no me ha dado tiempo! ¡Ya veréis, ya!», advierte Carlos Alcaraz a los periodistas horas después de proclamarse campeón del US Open por segunda vez. Había prometido revolucionar su look si ganaba, pero todavía lleva el pelo corto, el peinado más normal del mundo. Se supone que se teñirá de rubio platino. O quizá de otro color. En cualquier caso, será algo temporal.
Ya no es el joven que necesitaba tatuarse cada Grand Slam conquistado —tampoco hay cuerpo suficiente para semejante palmarés—, como tampoco es el chico que vivía en conflicto. Antes tenía, por un lado, su amor por el tenis y su ambición de ser el mejor de la historia, y por otro, su espíritu casero y las ganas de compartir su vida con los suyos.
Ahora ha encontrado el equilibrio. Lo repite muchas veces: el equilibrio, el equilibrio, el equilibrio. Mientras atiende a EL MUNDO y a un reducido grupo de periodistas españoles en la pista Arthur Ashe, fuera le esperan su hermano Álvaro y sus amigos para llevárselo a disfrutar de la vida.
- Habla del equilibrio en su vida, dentro y fuera de la pista. ¿Cuál es su fórmula de la felicidad?
- Triunfos como este US Open ayudan. Lo que pasa en la pista ayuda. Si todo va bien, es más fácil ser feliz. Pero también necesito ese equilibrio con lo que hay fuera. Me gusta disfrutar con mi familia y con mis amigos, necesito pasar tiempo de calidad en casa. Eso es lo que realmente me hace feliz. Si no me paro y hago eso, no consigo ser feliz. Si salto de torneo en torneo, si estoy todo el día viajando, entrenando, jugando, sin desconectar, no puedo dar lo mejor de mí. Ahora siento que he encontrado el equilibrio entre disfrutar fuera y rendir en la pista. Creo que está yendo bastante bien.
- Ha dicho en varias ocasiones que ha aprendido a lidiar con situaciones incómodas fuera de la pista. ¿Qué tipo de situaciones?
- Con el hecho de ser más conocido. Siempre lo he llevado bien, pero ahora me doy cuenta de que cada vez va a más, que hay más gente que me va conociendo. Y eso es bueno y malo, tiene sus pros y sus contras. Pero lo estoy sabiendo llevar mucho mejor. Antes me pillaba más nuevo y había situaciones con gente… situaciones con las que me costaba lidiar. Con el paso de los años y la madurez voy sabiendo cómo gestionarlo.
- En ese equilibrio, su entrenador, Juan Carlos Ferrero, valoraba sus esfuerzos fuera de la pista. Cada vez es más concienzudo. ¿Hay algo que nunca sacrificaría por el tenis?
- Estoy cuidando más la alimentación, la suplementación, el descanso… Todo eso me he dado cuenta de que es muy importante. Pero nunca sacrificaría mi tiempo en casa. Es lo que decía antes. Si veo que no estoy teniendo el tiempo que me gustaría con mi familia y con mis amigos en Murcia, haré lo que sea para conseguirlo. Si veo que todo va a más sin cuidar lo que realmente me importa, no pasaré por ahí.
- Da la sensación de que realmente no tiene tiempo ni para celebrar un Grand Slam.
- Este año he aprendido a hacerlo. A veces es realmente difícil, pero ahora sé escoger los momentos y disfrutar. Esa es una de las cosas más complicadas del tenis. Cuando ganas un título ya tienes que concentrarte en el próximo torneo, y a veces sólo hay un día para celebrarlo. O ni siquiera eso. Pero voy aprendiendo a exprimir esos pocos momentos.
- ¿Ha aumentado la autoexigencia en los últimos años?
- No, al revés incluso. Diría que cada vez soy menos exigente conmigo mismo. Una cosa es querer ganar: en cada torneo al que voy intento ganar, pero también puedo perder y quedar contento. Todo depende de si hago las cosas bien. Si pierdo como en Wimbledon, acabo orgulloso. No me exijo resultados, sólo intento ser lo mejor que pueda ser.
- ¿Cómo fue ese proceso posterior a Wimbledon? ¿Cuántas veces vio aquella final?
- La estudié mucho con mi entrenador: la vimos, repasamos varios momentos… Tomamos muchas notas. Anotamos todo lo que podía haber hecho mejor. Y durante dos semanas trabajamos muy duro en ello. Aquí, en Nueva York, si volvía a encontrarme con Sinner en la final, lo único que quería era hacer las cosas bien. Si hubiera jugado igual que lo hice y hubiera ganado él, ahora mismo estaría contento. Lo más importante era mejorar.
- ¿Puede seguir la actualidad? Este verano una ola de incendios ha castigado a España. ¿Le enorgullece poder ofrecer una alegría?
- Obviamente he estado aquí en Estados Unidos, pero he intentado estar al tanto de todo lo que estaba pasando en España. No han sido buenos momentos. Intento hacer lo que pueda para que la gente que ha sufrido en esos lugares se pueda distraer, aunque sea un poco. Que disfrute de algo, ya que los momentos no están siendo fáciles en España. Hago lo que puedo para que no sean todo desgracias.