Vendrá el día en el que Enrique Llopis por fin encuentre recompensa a toda una vida de trabajo, pasito a pasito, entrenamiento a entrenamiento, carrera a carrera. Pero tendrá que ser otro año. Este martes en los 110 metros vallas del Mundial de Tokio volvió a acabar cuarto, otra vez cuarto, bendita maldición. Como en 2024, cuando acabó a un paso de las medallas en el Mundial indoor y en los Juegos Olímpicos de París, nuevamente finalizó justo por detrás de los tres medallistas.
En este caso, el estadounidense Cordell Tinch (12.99 segundos) y los jamaicanos Orlando Bennett (13.08) y Tyler Mason (13.12).
«En los Juegos Olímpicos acabé frustrado porque sentí que lo podía haber hecho, pero aquí no me puedo recriminar nada. He hecho todo lo que podía y ha habido tres rivales que han sido más rápidos», resumía Llopis, siempre calmado, apodado «el hombre de hierro» por su entrenador de toda la vida, Toni Puig.
Como es habitual, el español acumuló cierta desventaja en la salida, pero luego remontó en cada valla hasta situarse a un suspiro del podio (13.16). En la séptima, de hecho, parecía que lo tenía hecho y sólo un leve toque le privó de la gloria.
«Si hace dos años me dicen que estaría peleando por las medallas en unos Juegos Olímpicos y un Mundial no me lo hubiera creído así que me tengo que quedar con eso. Tengo que seguir trabajando como hasta ahora», finalizaba el vallista, orgulloso de sí mismo. No era para menos. Pese a que todavía le falta un metal, su progresión continua.
Una evolución constante
El niño de Valencia que dejó el fútbol porque se cansó de escuchar gritos, está peleando en la élite del atletismo desde que fue cuarto en el Mundial sub-18 de 2017 y así seguirá. Valga su historial en los Mundiales como ejemplo. En su primera edición, en 2022, celebró la clasificación para las semifinales. En la segunda, en 2023, estuvo a unas centésimas de alcanzar la final. Y en la tercera, este martes, casi se convierte en medallista.
«Tengo 24 años y todavía hay muchas cosas que puedo mejorar», prometía ayer en el Estadio Olímpico de Tokio. De aquel golpetazo en un Europeo indoor ya no queda ni el recuerdo. Vendrá el día en el que por fin encuentre recompensa a toda una vida de trabajo.
