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Mohamed Attaoui: «Mi padre murió por una leucemia, perdí la motivación por correr, por eso destaqué tan tarde»

Mohamed Attaoui ha hecho una apuesta con su amigo, el marchador Paul McGrath: el que gane le paga al otro el upgrade para que vuelva en primera clase de Tokio a Madrid. Y sería muy raro que los dos regresaran en turista. McGrath era candidato a todo en los 20 kilómetros marcha que se disputaron la pasada madrugada, pero Attaoui es el favorito en los 800 metros de este sábado (15.22 horas, Eurosport y Teledeporte). Su actuación en semifinales impresionó incluso al campeón olímpico, Emmanuel Wanyonyi, que le discutirá el oro.

«Nadie me da miedo. Sé que llego muy preparado y que, si lo hago bien, estaré peleando por ganar», asume el talento nacido en la ciudad marroquí de Beni Mellal y que, desde los seis años, vive en Torrelavega. Con 23 años, apenas lleva tres temporadas en la élite -fue quinto en los últimos Juegos Olímpicos de París-, pero hay una razón detrás de esa explosión tardía. La explica a EL MUNDO en el hotel Shinagawa Palace de Tokio.

¿Fue en los últimos Juegos Olímpicos cuando entendió que ya estaba entre la élite del atletismo?
Fue unos meses antes, en el Europeo de Roma. Allí gané la plata. En los Juegos Olímpicos ya sabía que lo podía hacer muy bien. Empecé a correr en el colegio y el atletismo para mí solo era una diversión. Nunca me volví loco por entrenar. De hecho, nunca pensé que sería profesional. En categorías inferiores no gané ni un Campeonato de España: ni cadete, ni júnior, ni nada. Pero a los 20 años me lo empecé a tomar en serio, a ir a algunos meetings y, poco después, me clasifiqué para el Mundial de 2023.
Corría para adaptarse en sus primeros años en España.
Sí, totalmente. Cuando llegué a Torrelavega me costaba hacer amigos en el colegio porque no conocía el idioma, pero corriendo siempre disfrutaba. Era un niño muy inquieto y siempre intentaba meterme en los partidos de fútbol, correr de aquí para allá. Todos los años ganaba el cross escolar y, en uno de ellos, unos monitores del Club Atletismo Torrelavega me invitaron a entrenar con ellos. Mi familia no tenía muchos recursos, no podía pagar la cuota, pero nos lo dejaron gratis. Desde el principio me encantó, me lo pasaba muy bien en el club.
¿Cómo recuerda su infancia?
Humilde, pero nunca me faltó de nada. En casa éramos cinco hijos: tengo tres hermanos y una hermana, y nos apañábamos. Siempre tuvimos muchísimo apoyo de nuestros padres; fue una infancia feliz. Luego, cuando falleció mi padre, pasé una época difícil.
¿Qué le pasó?
Sufrió una leucemia. Yo tenía 14 años y perdí toda la motivación, en la escuela y en el atletismo. Fue seguramente la razón por la que destaqué tan tarde. En aquel momento iba a empezar a competir a nivel nacional, pero decidí dejar de correr. Durante un tiempo no quise saber nada; no tenía claro qué sería de mí.
¿Fue entonces cuando jugó al fútbol?
Durante unos meses, pero no me llenaba mucho. Probé varias cosas y, al final, recuperé las ganas de correr. El atletismo me encantaba; en el club tenía a mis amigos, pero cuando falleció mi padre quise apartarme de todo.

Y, de ahí, a fichar por On a finales de 2023, convertirse en atleta profesional e irse a vivir a Suiza.
Fue un cambio brutal. En Torrelavega entrenaba en un grupo muy pequeño, casi no tenía compañeros y las instalaciones eran lamentables. Siempre le estaré agradecido a mi antiguo entrenador, Raúl Gutiérrez, que fue quien me llevó al Mundial. Pero cuando me llegó la oferta de On y empecé a entrenar en Suiza y en Sudáfrica, a hacer las cosas bien, con todo cubierto, salieron los resultados que tenía en las piernas.
Explique el calendario de On, eso de combinar Suiza y Sudáfrica.
En invierno los atletas de On nos vamos a Sudáfrica, donde entrenamos con calor, y en verano estamos en Suiza, en Saint Moritz, que es la sede oficial del equipo. Siempre digo que vivo en Torrelavega porque allí sigue estando mi casa, con mi madre y dos de mis hermanos, pero en realidad paso muy poco tiempo allí. Siempre estamos concentrados o viajando a las distintas competiciones.
Cuenta que siguen el método noruego: kilómetros, kilómetros y más kilómetros.
En Torrelavega hacía menos volumen y más entrenamiento de calidad, pero con On es así: rodamos mucho a ritmos muy fáciles. Es lo que llaman el doble umbral. A mí me funciona muy bien porque rindo mucho mejor y, además, aguanto mucho más el estado de forma.
En Suiza se aburrirá un poco.
Un poco, no. Mucho. Muchísimo. Entrenamos por la mañana y luego estamos muchas horas sin hacer nada hasta la sesión de la tarde. Pero aburrirse es la clave del éxito. El descanso es súper importante. Hago siestas de tres horas. Si tienes que hacer recados, quedas para tomar un café o te vas al cine, es imposible seguir el ritmo de entrenamiento.
Si gana una medalla en este Mundial, va a tener que abordar el maldito debate sobre si es o no es español.
Me da igual, no le doy importancia. Antes me molestaba, pero llegó un momento en el que me di cuenta de que no podía controlarlo y que era mejor dejar de darle vueltas. Yo me considero español, estoy orgulloso y siento que muchos españoles me apoyan.