El escenario es idílico, aunque tan contrario a lo que unos días después se han encontrado en Kigali, la capital de Ruanda donde se disputará el primer mundial africano de ciclismo este domingo. Un bucólico chalet en Navacerrada, el silencio, el fresquito de la sierra, la convivencia, el agua helada de la piscina y los consejos del gurú Alejandro Valverde. Así, conforme a las costumbres pretéritas, imitando lo que tan bien le resultó al Bala para ganar su oro en 2018 en Innsbruck (entonces, la concentración fue en Sierra Navada), ha querido preparar el murciano su primer Mundial como seleccionador. Así ha pretendido inspirar a Juan Ayuso, la baza nacional.
«Desde que hemos salido esta mañana hasta que hemos llegado, es otra cosa. Todo han sido risas», comentaba Valverde del primer entreno en la sierra de Guadarrama, con una altitud parecida a la que se encontrarán en Kigali (1.500 metros), aunque nada tenga que ver la temperatura ni la humedad. Cuatro horas con Morcuera y Cotos, esos puertos que Ayuso conoce tan poco que le cuesta nombrar. Aunque ya nunca olvidará cómo el seleccionador, el que siempre fue su referente y ahora es espejo, les atacó. «Nos ha arrancado. A mí me ha hecho hacer un sprint que aún me estoy recuperando. Parece uno más. Es un placer estar con alguien que ha sido mi ídolo. Si le consigo aguantar, es que estoy listo», bromea Juan, tan determinado que no firma otra cosa que no sea el oro: «Sí, he soñado con el arcoíris. Es una motivación para entrenar. Te mentiría si dijera que no. Si no estuviera convencido, no iría. No firmo la plata. Luego a lo mejor… Pero tenemos que ir a por todas con este equipazo».
Lo pronuncia Ayuso mirando a sus compañeros, a su inseparable Marc Soler quien, junto a Carlos Verona, aportan la experiencia y el control para un recorrido brutal, el segundo mundial con más metros de desnivel acumulado (5.470) desde aquel inhumano de Sallanches (1980) que ganó Bernard Hinault y sólo terminaron 15 ciclistas (entre ellos Juan Fernández, bronce). Recuerda del de Kigali también a aquel de Colombia en el que se impuso Abraham Olano a Miguel Indurain, en 1995. De aperitivo, un circuito de 15 kilómetros que se recorrerá nueve veces, con dos dificultades que serán una tortura: la subida del Kigali Golf (800 metros al 8,1%) y Kimihurura (1,3 km al 6,3%). Después se entra en otro circuito ascendiendo Péage (1,8 km al 5,9%), el Monte Kigali (5,9 km al 6,9%) y el famoso Muro de Kigali (400 m al 11%). Y, de postre, seis vueltas más al primer segmento de 15 kilómetros.
«Después del puerto va a ser difícil que haya control. Va a explotar la carrera ahí. Son más de 100 kilómetros a meta. Tenemos que intentar jugar a llevar siempre a alguien por delante», describe Ayuso. España también contará con Iván Romeo y Raúl García Pierna, que llevan días allí después de disputar la contrarreloj. Y, como tapados, el debutante Abel Balderstone, Carlos Canal y especialmente Roger Adrià, el flamante nuevo fichaje del Movistar que tan bien rindiera ya en el último Mundial (11º). La segunda baza.
Los desafíos en Ruanda no son sólo Tadej Pogacar y Remco Evenepoel, los dos favoritos indiscutibles. Desde Kigali, tanto Romeo como García Pierna como el resto de españoles que han competido en otras categorías, informan de las extrañas condiciones de un Mundial diferente. El asfalto, muchas veces con polvo y otras con un empedrado totalmente distinto al europeo. Y, sobre todo, la «polución» y las picaduras de insectos autóctonos. «Raúl me dijo que le había entrado un bicho dentro del maillot y le había reventado entero. Y que cuesta respirar por la contaminación, que se siente todo más pesado. Es algo que nunca he experimentado y me crea incertidumbre», admite un Ayuso que terminó fresco después de una Vuelta a España completamente diferente para él.
No sólo porque nunca estuvo en la disputa por la general (ganó dos etapas), también por todo lo extradeportivo, por la polémica de su salida del UAE, comunicados y cruce de declaraciones en plena carrera. «Hubiera preferido una Vuelta con menos estrés fuera de lo deportivo. Pero una vez que se anunció el comunicado y di mi versión, se calmó todo», asegura. Tras la ronda española, pasó unos días en su casa en Andorra -«me hubiera gustado hacer altura, pero la preparación es buena»- y empezó a visualizar un Mundial al que mira con total ambición. «Estoy muy ilusionado. Es la carrera de un día que afronto con más ilusión desde que soy profesional. Las expectativas son altas».
