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Woody Allen: «Me temo que cualquier cosa que diga sobre Israel y Gaza será como lo declarado por algún actor tonto que, en verdad, no sabe nada»

El cineasta ya no es solo cineasta. En realidad, nunca fue solo cineasta. Desde que empezara a escribir comedia con apenas 15 años y a literalmente escupir monólogos con 25, Woody Allen (Nueva York, 1935) antes que cualquier otra cosa ha sido siempre y casi exclusivamente Woody Allen. Su creación se alimenta del aroma de Manhattan, de sus más íntimas neurosis, de las más íntimas neurosis de Ingmar Bergman, del jazz de los años 30, de los textos de Salinger, del teatro de Chejov, de los chistes de Mort Sahl o, por qué no, de una vida privada siempre expuesta y tumultuosa que le mantiene en permanente estado de guerra con su ex y con su hijo Ronan Farrow. Ahora, además, es novelista. ¿Qué pasa con Baum? (Alianza) es la historia de un escritor judío con gafas que dialoga consigo mismo constantemente y sobre el que pende una acusación de acoso. Además, no soporta a su hijastro que parece (solo lo parece, cuidado) mucho más brillante que él. Por supuesto, cualquier parecido con la realidad es simplemente Woody Allen riéndose de nosotros y hasta de sí mismo. Nos atiende desde su casa de Nueva York perfectamente reclinado sobre un sillón para hablar de su debut como novelista, del reciente rifirrafe a cuenta de su participación en la Semana Internacional de Cine de Moscú y, ya puestos, para esquivar cualquier pregunta relacionada con Israel y el genocidio en Gaza. Hace no tanto publicaba el libro de cuentos Gravedad cero apenas dos años después de editar su autobiografía A propósito de nada. Y todo ello sin perder de vista sus libros ya míticos Sin plumas o Cómo acabar de una vez por todas con la cultura.

¿Se siente lo mismo al debutar como novelista que al debutar como cineasta? ¿Se acuerda cómo fue aquello?
No tiene nada que ver una cosa con otra. De todas formas, con todo el streaming de televisión y el cierre de las salas de cine por todo Nueva York, las cosas han cambiado mucho. En cualquier caso, son dos actividades muy diferentes. Cuando haces cine el tiempo es esencial porque el tiempo es básicamente muy caro. Cada error que cometes en una película se traduce en un montón de dinero y no hay manera de corregir nada. Cuando escribo me siento completamente libre. Cada día puedo escribir mucho o poco; trabajar todo el día sin parar o no hacerlo en absoluto. Y, además, escribir te procura el placer de tirar a la basura lo que no te gusta. Y no cuesta nada. Es gratis. En el cine eso es imposible.
En una ocasión declaró que el romanticismo del cine se ha desvanecido para siempre. ¿Sigue convencido de ello?
Nada es comparable al colorido, espectacularidad y tamaño de una película. Nada es comparable al hecho de sentarse en una sala con otra mucha gente a compartir una película. La lectura de un libro, en cambio, es un hecho privado. La gente lee en la cama, en el sofá, en cualquier lugar. Los dos, un libro o una película, son muy difíciles de hacer, pero escribir es más sencillo. Y ahora, que cada vez me resulta más difícil obtener financiación para el tipo de cine que quiero y me interesa, escribir es la opción que me queda.
¿Cuáles son sus rutinas de escritura?
Me despierto, desayuno y hago ejercicio. Esto no me lleva mucho tiempo. Escribo en mi habitación, en mi cama tumbado, pero no de espaldas, más bien de lado. Escribo con bolígrafo en grandes cuadernos amarillos y, cuando termino, a veces lo escribo a máquina o lo dicto. Pero escribo siempre con bolígrafo, ya sea un guion de película, un libro, un cuento o cualquier cosa. Siempre estoy en mi habitación con la puerta cerrada, pero no me importan las interrupciones, como cuando mi mujer entra con alguna tontería o mis hijos vienen con algo que quieren. No necesito un silencio sepulcral para escribir y no me importa que mi mujer o mis hijos me interrumpan cuanto quieran. Trabajo así hasta la hora de comer. Digamos que trabajo de 9.30 de la mañana hasta el mediodía. Luego vuelvo. Normalmente trabajo unas horas por la tarde y algunos días puedo trabajar todo el día. Me gusta. Otros días paro porque me aburro. Luego voy a practicar el clarinete o a dar un paseo o algo así.

Escribir te procura el placer de tirar a la basura lo que no te gusta. Es gratis. En el cine eso es imposible

¿Cuál diría que es su prioridad a la hora de escribir?
Soy básicamente un artista cómico, y eso es todo en lo que pienso cuando escribo. ¿Esto va a ser gracioso? ¿Cómo puedo entretener a la gente siendo gracioso? ¿Se aburrirán? ¿Pensarán que estoy tratando de ser gracioso y no soy tan gracioso? Todas esas son las preguntas que me hago constantemente.
Al hilo de lo que comentaba antes, ¿qué lugar ocupa el trabajo en su quehacer diario? De otro modo, ¿piensa que se acerca el momento de dejar de trabajar?
Me gusta trabajar porque si no trabajo me siento mal y tengo pensamientos desagradables. Pienso en lo que está pasando en el mundo y me asaltan todo tipo de inquietudes existenciales. Si no trabajo, enfermo pensando que voy a enfermar de un momento a otro. El trabajo para mí es una distracción que me evita caer en la tristeza.
En las entrevistas que siempre siguen a la presentación de una película, saca a relucir sus preferencias cinematográficas, raramente las literarias. Quizá ahora es el momento.
La lista es larga. No es que piense en ellos cuando escribo, claro, pero quiero creer que están ahí conmigo. se me ocurren Salinger, S.J. Perelman, Saul Bellow y Philip Roth. Estos en cuanto a autores de mi generación. Pero adoro a todos los novelistas clásicos, como a todo el mundo, sin excepción. Podría citar a Dostoievski, Tolstói, Balzac, Stendhal… Pero tengo la impresión de que si me pongo a enumerar acabo por ser injusto con todos los que dejo fuera como a los escritores británicos en este momento…

Si no trabajo, enfermo pensando que voy a enfermar de un momento a otro

Unas de las partes más brillantes y divertidas de su novela son los desdoblamientos de su protagonistas y sus largos diálogos consigo mismo. ¿Hace usted algo parecido?
Cuando escribes guiones o libros, pasas mucho tiempo pensando. Escribir es la parte fácil, lo agotador es perfilar las ideas antes. Pensar en soledad es un ejercicio extenuante. Son las largas horas y días de pensar y no conseguir lo que buscas lo que te deja sin aliento; te deja cansado y exhausto. A veces pienso en los jugadores de ajedrez que solo se sientan, pero acaban agotados. Tienen masajistas e instructores de gimnasio porque se agotan de pensar. Es más, necesitan ir a baños de vapor y cosas así. Lo mismo ocurre con la escritura. Y el problema es que cuando no das con la idea, no puedes descansar, te llevas a la cama todas las dudas.
¿Pero habla consigo mismo?
De vez en cuando no te queda más remedio porque te metes dentro de un personaje y necesitas escucharle hablar. Ahora, eso ocurre rara vez, en general todo sucede en la cabeza.
Otra de las características de Baum es que tiene opinión sobre casi todo. Una de sus ideas es que los animales, a los que parece odiar, nos seres humanos fallidos. Me pregunto si al revés también podría aplicar, si, dadas las circunstancias del mundo, los animales fallidos somos los seres humanos.
No sabría decir. Lo que sí es cierto es que los humanos somos definitivamente animales. Y tenemos que vivir con eso. No somos criaturas especiales de dios. Los humanos nos tenemos que conformar con un ser un poco más inteligentes que un mono.
Baum, como usted, es judío. Me atrevo a preguntarle por lo que pasa ahora en Israel y el genocidio de Gaza que incluso ha suscitado una carta de protesta de mucho colegas del cine…
No soy lo suficientemente sabio como para hacer una declaración inteligente al respecto. Sé que el conflicto en Oriente Medio lleva décadas y que gente sabia ha intentado resolverlo. Infinidad de políticos y escritores han escrito sobre él. Y todos los días leo artículos en el periódico de gente mucho más capaz que yo sobre ese tema. Y al día siguiente lees otra opinión de alguien igual de inteligente que el anterior que mantiene una opinión contraria. Y nunca es posible saber lo que realmente está pasando. Solo en una cosa coinciden todos: en que el otro miente. Yo nunca he estado en Israel y no soy un experto. Me temo que cualquier cosa que diga [sobre Israel y Gaza] será como lo declarado por algún actor tonto que, en verdad, no sabe nada.

Es importante hacer lo que hacemos en el arte: no bombardeamos ni disparamos a la gente, intentamos que la gente se comunique

Sea como sea y pese a no ser un experto como dice, ¿se atreve a un análisis de lo que nos pasa?
El mundo vive ahora mismo un momento muy difícil. Hay demasiados líderes autoritarios y no creo que eso sea muy bueno para nadie. La democracia está claro que está amenazada y eso es objetivamente malo. Hemos pasado por momentos desoladores a lo largo de la historia y da la impresión que siempre salimos adelante después de pagar una multa terrible.
Recientemente, ya que se refiere a líderes autoritarios, participó en la Semana del Cine de Moscú y fue criticado por no respetar el boicot. ¿Se arrepiente?
Hay que empezar por aclarar que no visité Rusia como se publicó en algún medio. Eso son tonterías. Simplemente hice una intervención por zoom. Es muy importante que los artistas de todos los países se comuniquen, hablen, intenten acercar a la gente con sus escritos, sus películas, sus obras de teatro y su música. Creo que es muy importante hacer lo que hacemos en el arte: no bombardeamos ni disparamos a la gente, intentamos hacer cosas creativas que comuniquen a unas personas con otras. Sí, estoy a favor de que los artistas del mundo sigan trabajando juntos. Al igual que los científicos. De hecho, tengo la impresión de que los artistas somos la última esperanza para la comunicación y que es el arte es el último espacio para hablar libremente.
Otro líder autoritario es el presidente de su país, Donald Trump. ¿Cómo juzga su postura contra la inmigración, sus ataques a la libertad de expresión, su presidencia en general?
Solo puedo decir una cosa: soy demócrata, siempre lo he sido y en mi vida nunca he estado de acuerdo con las administraciones republicanas. Ni con Bush ni con Eisenhower ni con ninguna de ellas. Nunca estuve de acuerdo con Nixon, por supuesto, así que estoy en completo desacuerdo con esta Administración. No creo que los republicanos gobiernen el país correctamente, y esta administración no es diferente. Discrepo no con todo, pero con casi todo lo que hacen.
¿Y lo de retirarse del cine?
De momento, escribo. Y cuando pueda financiar una película en los términos que yo quiero haré una película. Pero las condiciones las pongo yo. Tienen que comprarme y si me compran haré la película. Descarto que nadie se meta en mi trabajo y me venga con exigencias de quién sale y cómo sale, por ejemplo. Si ocurre esto último asumo que no hay película.
Hace un año se rumoreó que su próxima película iba a discurrir de nuevo en España, ¿es verdad?
Siempre es una posibilidad. Lo cierto es que España es un país muy agradable para trabajar. Me encanta España y se me ocurren constantemente argumentos que podrían discurrir ahí en Madrid, en Barcelona, en Oviedo, en San Sebastián o en Bilbao.