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El Atlético noquea al Madrid con un soberbio Julián Álvarez

Hay veces que el fútbol no es cosa de goles sino de golpes, como un combate de boxeo. El Metropolitano pareció un ring durante más de 90 minutos, con dos púgiles utilizando todo lo que tenían para noquear al rival. En los derbis se olvidan las cartillas pasadas y eso propició un duelo de poder a poder. Y en esos, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Simeone ganó el duelo a un Xabi Alonso que no supo cómo encarar su primera gran prueba en el banquillo blanco. Si además cuentas con un Julián en racha que opaca incluso al mismo Mbappé, ya no hay golpe que te derribe. Los rojiblancos hicieron cinco, pero pudieron ser más y el Madrid se llevó su primera derrota este curso. Dolorosa, humillante. [Narración y estadísticas, 5-2]

Y es que los derbis son cosa de hombres. De gente que se afeita desde hace tiempo o, al menos, que tiene más tiros pegados en la élite. Por eso apostó Alonso por Bellingham en el primer envite serio de su equipo, aunque el plan no saliera. Simeone, en cambio, es un provocador, un innovador o un loco, pero en punta quiso meter a Sorloth, un nueve al que no quiere que se la den de espaldas, y que no ha empezado con el vigor que requiere el tercer presupuesto de LaLiga española. Anteriormente, ese debate, el del presupuesto, había ocupado páginas y excusas postderbi. Ya no tiene sentido. El Atlético, con casi 400 millones de dispendio en dos años, es un equipo grande. Y así salió, con brío, adelantado y provocando el primer córner del partido.

Ni tres minutos se tardó en descubrir por qué Simeone sacó a Sorloth y por qué muchos aficionados no entendían esa confianza. Para evitar la presión alta del equipo de Alonso, la consigna era buscar con juego directo al noruego. Eso hizo Hancko, que le dejó solo ante Courtois con 30 metros por delante. Pero el ariete fue frenando su carrera sin decidir qué hacer. De hecho, tardó tanto en hacerlo que Militao pudo recobrarse de ese despiste a su espalda.

Pasados los diez minutos iniciales, de gran presión rojiblanca tanto desde el césped como desde la grada, el equipo de Xabi Alonso consiguió frenar el juego. Recuperó la posesión, pero sin la profundidad necesaria para inquietar a Oblak. Había nervios e imprecisiones especialmente notorios en Bellingham, al que se veía algo falto de ritmo. Y justo cuando el Madrid se desperezaba, llegó el mazazo.

Tras una falta lateral rechazada por la defensa blanca, el balón llegó a Giuliano, que lo puso con mimo al borde del área pequeña. Courtois se quedó clavado en la línea. Saltó Le Normand sin oposición y tan próximo al belga que no tuvo ni que dirigir el cabezazo. El Madrid seguía de siesta y el Atlético volaba para aprovechar el sueño de los blancos.

El Madrid debía encomendarse a los nombres de siempre. Vinicius, Bellingham y Mbappé. De esos tres hay uno está tocado por una varita y lo volvió a demostrar tras 20 minutos de acoso rojiblanco. Sólo necesito el francés un buen balón en profundidad, de Güler, quién si no, y tan pronto se plantó ante Oblak no falló. Primer disparo, primer gol. Tres goles han salido de esa conexión esta temporada.

El gol del Madrid templó el juego, algo que quizás no quería un eléctrico Atlético. Y cuando los rojiblancos querían seguir empujando hacia la portería de Courtois, otro nombre de la BMV volvió a asomar. Fue Vinicius, que aprovechó un error de Le Normand para ganar línea de fondo, frenar y ponerla atrás a un Güler que no perdonó. La tan sabida contundencia, ya saben.

Volviendo al combate de boxeo, el siguiente golpe le tocó al Atlético. Lo que pasa es que, al contrario que en el ring, en el césped no se pueden usar las manos y Lenglet debió olvidarlo tras un saque de esquina de Julián. Alberola Rojas no tardó ni 30 segundos en el VAR. Anulado y siete minutos de descuento. En ese espacio, con un Madrid vuelto a dormir, apareció el apático Sorloth para rematar a la red un centro de Nico. Otro golpe y temerario, porque el noruego celebró con el público lo que pudo costarle la segunda amarilla e irse a la calle.

Como si hubieran salido de nuevo tras el gong de inicio del combate, el duelo reinició como antes del descanso: con vértigo. Tras un córner, en el segundo centro de Julián, Güler levantó la pierna temerariamente frente a Nico. Tocó de todo la bota del turco. Penalti y gol de Julián. El Madrid volvía a reiniciar dormido y el Atlético, frenético. Movió Alonso el banquillo para conectar a su equipo sacando a Mastantuono y Camavinga por Güler y Carvajal. Necesitaban los blancos un bofetón así, recibir los mismos goles en un partido que en los seis anteriores. Pero serían más.

Manita de Griezmann

El cuarto casi llega a la hora si no fuera por Courtois, que sacó un guante milagroso a otro mano a mano de Sorloth. No pudo hacerlo un minuto después a un libre directo de Julián Álvarez. Golazo. El Madrid estaba desnortado y sorprendido por un viejo diablo que los había atropellado desde el banco. La energía insuflada por el Cholo había calado en una plantilla que no perdió un duelo.

El Atlético, con el cuarto, perdió paso. La cabra tira al monte. El Madrid lo tomó más con corazón que con orden. Cuatro delanteros para hacer daño, pero mucho espacio entre líneas. En 15 minutos había que remontar dos tantos ante un equipo embotellado. Ni una ocasión en ese tiempo. Salió Gonzalo, quinto delantero. Y tampoco. No era el día. El viejo diablo había vencido a golpes y por ko. Y encima, en el 93, a la contra llegó la manita. Quién si no. Otro diablo. Griezmann. 199 goles. Chinpún.