El padre de la ex tenista estadounidense Mary Joe Fernández, finalista de tres Grand Slam en los años 90, era asturiano y por ahí se puede entender la broma, pero igualmente quedó rara. Después de que Carlos Alcaraz venciese a Luciano Darderi por 6-2, 6-4 y 6-0 en tercera ronda del US Open, Fernández le entrevistó sobre la misma pista y le soltó: «Como español ¿Eres una persona de mañanas? ¡Has tenido que jugar a las 11.30!». Alcaraz se quedó patidifuso.
Y quizá alucinó un poco más después cuando el propio US Open asumió en redes sociales que se echaría una siesta. Pero amable como es, un buen chaval, el número dos del mundo salvó el pellejo a Fernández y le contestó que efectivamente no le gusta mucho madrugar, que normalmente le cuesta salir de la cama. Otro le podría haber acusado de racista. El caso es que Alcaraz contestó sin darle más importancia y siguió a lo suyo. Este viernes ya había sufrido suficientes sustos.
Su partido ante Darderi no tuvo ninguna emoción: nuevamente un jugador muy superior al otro, golpeando a una velocidad distinta, con muchos más recursos. El italiano, dueño de una derecha plana peligrosa, buscaba siempre ese lado de la pista y Alcaraz aprovechaba el inmenso espacio que le concedía. El desenlace estaba claro. Pero mediado el segundo set un escalofrío cruzó las gradas de la Arthur Ashe. Con 6-2 y 3-1 en el marcador a favor, el español se señaló la rodilla derecha y reclamó la ayuda del fisioterapeuta. Uy. Centrado en sus molestias, justo después concedió su primer ‘break’ de este Grand Slam, pero eso era lo de menos. Lo esencial era ver si era sólo un pinchazo o había algo más.
Ausencia de preocupación
Hubo un masaje de tres minutos, hubo un par de sprints de prueba y… ¡listos! Alcaraz volvió a jugar, a correr, a volar, como si no hubiera pasado nada. En un visto y no visto recuperó la rotura de servicio y se lanzó a por la victoria ante un Darderi que acabó mucho más tocado que él. Al acabar el encuentro, más allá del chistecillo de Fernández, todas las preguntas al español versaban alrededor de ese sobresalto. El domingo se enfrentará en octavos de final al francés Arthur Rinderknech y no hay mucho tiempo para recuperarse de un percance.
Pero en todo momento Alcaraz se mostró tranquilo. «He sentido que algo no iba bien y por eso he llamado al fisioterapeuta. Pero en seis o siete juego esas molestias ya habían desaparecido. Me siento bien. Lo revisaremos con mi equipo, pero no me preocupa», comentó y esa ausencia de preocupación se le notaba de camino a su vestuario. No estaba alegre y bromista como habitúa. Tampoco alarmado. Minutos después de su triunfo se subió a la bicicleta estática y pedaleó durante unos 20 minutos rodeado de todo su equipo. En los primeros instantes hubo un intercambio con el traumatólogo Juanjo López, su doctor, pero luego ya hubo una conversación desinhibida entre todos.
Este jueves, en la previa de su encuentro ante Darderi, Alcaraz se tomó el día libre y se fue a jugar al golf al campo de Deepdale, donde ya es un habitual. Este sábado seguramente no podrá hacerlo, deberá pisar las pistas de Flushing Meadows para comprobar que todo está perfecto. Pero seguramente lo ocurrido no pasará de eso. Aunque es normal que el cuerpo se queje después de 63 partidos esta temporada -casi los mismos de lo que disputó en todo el 2024-, su camino en el US Open todavía se observa despejado. Le pongan a jugar a la hora que le pongan.