A una hora taurina, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) recibe en el Hotel Palace, en Madrid, como un diestro antes de salir a la faena. Novelista laureado, reportero vocacional, articulista ígneo. Llega a la entrevista tras presentarMisión en París (Alfaguara), la octava entrega -a la venta desde ayer- de la popular saga que protagoniza el capitán Diego Alatriste. El espadachín de los tercios de Flandes regresa 14 años después para llevarnos a La Rochela y a la rebelión de los hugonotes contra el rey Luis XIII de Francia. La novela aparece en vísperas de cumplirse el 30 aniversario de su primer Alatriste. El propio Pérez-Reverte avanza que tiene otro en la recámara, el que sería el último de la serie. Misión en París quedará como una de sus grandes obras, lo que es mucho decir siendo un autor con más de 27 millones de libros vendidos en todo el mundo y que domina como pocos el género de la ficción pura, esto es, aquella que consiste en entretener, divertir y divulgar.
- ¿Por qué volver ahora con ‘Alatriste’?
- Porque a lo largo de este tiempo ha habido otras cosas que quería hacer. Estoy contento con el personaje. No lo odiaba, como Conan Doyle a Sherlock Holmes. Para mí es como un amigo querido, aunque había novelas que quería hacer. No sé lo que me queda de vida, pero me planteé escribir las novelas que tenía en la cabeza, y que no tenían nada que ver con esta saga. Y vuelvo ahora, cuando está a punto de cumplirse 30 años desde la publicación del primer Alatriste. Los lectores me lo piden. Hay gente incluso que se ha cabreado conmigo, personas que llevan tatuado a ‘Alatriste’ en el brazo o en la pierna. Si vivo lo suficiente y tengo ganas, habrá otro Alatriste. Y después ya pararé
- ¿En qué ha cambiado el personaje?
- El truco es que él no ha cambiado; he cambiado yo. En la ficción ha pasado un año, pero en mi vida han pasado 14 años. Y ya no soy el mismo. El miedo que tenía fue llegar a la tristeza. Que, siendo yo tan distinto, no pudiera recuperarlo en el mismo tono y con la misma verdad. Alatriste se muestra ahora más amargo, tiene más remordimientos, es más oscuro. Pero me vale, porque yo también soy así. Mi experiencia vital en estos 14 años me ha valido para dar forma al personaje, pero me costó. Me costó mucho. Incluso en el lenguaje, para que fuera elaborado y clásico pero entendible para un público moderno. Eso no se improvisa. Ha sido un trabajo muy divertido. Estoy contento con el resultado
- Alatriste sigue siendo un héroe entregado a conceptos como patria, Dios, bandera. ¿Es un héroe moral?
- Alatriste ha sido un soldado y las grandes palabras ya no le sirven. Necesita algo en lo que en lo que apoyarse, un respaldo moral, ético, personal. Él va a morir por un rey al que le ha visto que es corrupto. Entonces él se crea sus propias reglas: lealtad, camaradería, valor, dignidad, honor. No es un héroe moral. Es un tío que ha matado por dinero. Pero su reserva moral está por encima del mundo en el que vive. Mis héroes nunca son puros. A veces son villanos.
- Dice que es un personaje más amargo, pero también más humano. Basta ver los Borgoña que se atiza.
- Porque yo también soy más humano que hace dos décadas. La vejez te proporciona una visión distinta de las cosas, más honda y más profunda. Pero al mismo tiempo más lúcida. Y, sobre todo, te da todo más compasión. Hay cosas que ahora me emocionan que antes no me emocionaban. Era un chico duro. Ahora veo el mundo de forma más compasiva. Una palabra que en el mundo del que vengo, el de los corresponsales de guerra, no era frecuente. Era un mundo áspero, el de Fernando Múgica o Julio Fuentes. La edad me ha hecho más compasivo. Y te permite tomar distancia de las cosas. Al no estar implicado, lo ves todo con más serenidad. Uno puede ser solidario con las focas, los palestinos o los esquimales. Ahí hay pasión, no razón. Pero la edad, al darte esa frialdad serena, te permite ser compasivo racionalmente, es decir, con argumentos.
- ¿La amargura de ‘Alatriste’ se traduce en una crónica amarga de España?
- Es que, siendo español y lúcido, es imposible no ser amargo. Y para entender esto, salvo que seas tonto, basta leer un soneto de Quevedo. Hay que ver España tal como fue aquella España grandiosa. El Imperio hizo cosas maravillosas. Ahí están Lope, Cervantes, Velázquez, el propio Quevedo. España fue algo que ni siquiera hoy es EEUU. Todo el mundo hablaba español. El teatro español marcó el mundo. Todo eso está muy bien. Pero también hay una España oscura, turbia, sucia, cruel, corrupta. Vamos a ver, hay un punto que es muy importante para mí: la épica está mal vista, tiene mala prensa porque se abusó de ella. Tanto el franquismo como el resto de ismos. La manosearon tanto que la gente adquirió una saludable prudencia frente a la épica. Pero la épica es necesaria y, además, es buena si es racional. Con Alatriste y otras novelas históricas yo quería devolver la épica al lector español de una manera limpia. Es una épica no contaminada por una u otra España, no es de izquierdas ni de derechas. En la batalla del Ebro [durante la Guerra Civil], tan épico fue el chaval de 18 años del PCE que luchaba como el chaval falangista o requeté. Y lo digo yo, que mi padre y mi tío hicieron la guerra con los republicanos. Hay cosas admirables en nuestra historia. ¿Cómo no admirar a Daoiz y Velarde en el parque de Monteleón? ¿Cómo no admirar a un Tercio español que no se rinde ante los franceses? ¿Cómo no vas a mirar al tío que cruza el Ebro con 18 años? Si Franco abusó de la épica es culpa de Franco, pero no de aquel Tercio. En mi modesta parcela, con estas novelas intento devolver al lector una épica que no tiene ideología, que es humana. Y no es teoría debatida. He estado con personas que el mismo día podían ser maravillosas o puros hijos de puta. Alatriste nace de todo eso.
- ¿Esa renuncia a la épica explica también porque España carece de un relato cohesionador?
- El problema de España no es político ni social, sino psicológico. Estamos tarados. Nos han tarado, nos han dejado una serie de complejos y nos han metido manipulaciones en la cabeza como en ningún otro país de Europa.
- ¿Quiénes nos han tarado?
- Los los que han estado siempre dirigiendo la tara. Y no hablo solo de Franco. Hablo del XIX, de Fernando VII, de la Inquisición, de la lucha contra el moro. Ocho siglos de guerra civil con los moros. Y después los franceses. Y los moriscos, los judíos, los liberales, los carlistas… La lectura concede mecanismos de defensa, pero no recibir, o no querer recibir, una buena educación te deja indefenso. Y ese es el problema en España. Hay una izquierda que ridiculiza una épica noble y una derecha adueñándose y desaforando una épica que no le pertenece. ¿O acaso todos los héroes son de derechas y todos los revolucionarios de izquierdas? Esa confusión enorme se cura leyendo, y yo he cumplido con mi pequeña parte. Otros más grandes, como Galdós o Baroja, cumplieron en su momento. Tengo la conciencia tranquila.
- Siempre ha sostenido que creó la saga de ‘Alatriste’ para reflejar el Siglo de Oro ante el desmantelamiento de la Historia y la Literatura en los planes de enseñanza.
- Sí, nace por hija, que entonces [en 1996] tenía 12 años. Le pedí que me dejara su libro de texto y el Siglo de Oro, en el que los españoles fuimos la leche, se reducía a cuatro líneas. El Quijote es el libro más leído en la historia de la humanidad. La gente quería hablar español, porque era una lengua de moda, como ahora el inglés. Tuvimos al mundo agarrado por las pelotas. Tuvimos América. En 1650 había 50 universidades, de las cuales 20 estaban en América. Y todo eso en los libros de texto se reduce a una hoguera de la Inquisición, a un judío expulsado y a que Franco no sé qué. Váyase usted a la mierda. Ese el problema de España, y por eso ahora la historia se convierte en un arma política. El que llega tarde se queda sin ello. Termina el franquismo, llega la democracia, y los gobernantes tardaron años en decir la palabra España. Les daba vergüenza porque Franco había abusado de ella. ¿Qué pasó? Llegó la derecha y dijo para mí. En vez de decir vamos a limpiar la palabra España en los colegios, que los chicos vean que España es otra cosa, la España que tú quieras votar, pluri leches o lo que sea… Pues no. Y eso es muy español: lo que no entiendes o no te interesa, se arrinconalo aunque sea valioso. Es el gran pecado que tenemos aquí: estamos en un caos de interpretaciones diferentes. Yo nací en 1951. Crecimos contra el sistema, que entonces era franquista. Ahora los jóvenes están contra algo, pero es otra cosa. En España el joven siempre está contra algo, y siempre se vota contra algo. No se vota por Sánchez o por Feijóo; se vota contra el otro. España es un país muy peligroso. Hay que tener mucho cuidado, mucha cultura, mucho tacto y mucha decencia para manejarlo. Y es lo que en España no tenemos, ni en un lado ni en el otro.
- ¿Hemos ido a peor en estos 14 años?
- A peor, especialmente, en lo que tiene que ver con la humanidad. Después de la Transición, España se convirtió en un ejemplo. Era un país admirable. Hicimos algo extraordinario. Estaban ETA, los militares, todo eso. Torearlo y conseguir que individuos como Carrillo, Fraga, Arzalluz o Pujol se sentaran y se pusieran de acuerdo. ¿Que hay muchas cosas que a lo mejor se hicieron mal, como la educación? Vale, lo que tú quieras. Pero fue un milagro político y social. Que ahora te venga unos tíos a decir que la Transición fue tonta es para decir que no tienen ni puta idea de lo que están hablando.
- ¿La gestión de la educación es la principal rémora a lo largo de las últimas décadas?
- No es el principal fallo, es el fallo. El mayor pecado de la Transición fue permitir que la educación se troceara en 17 distintas y que quedara en manos de los intereses locales y periféricos. Eso trajo la incompetencia. Ahora dicen: yo bailo la sardana o toco el silbo gomero. Vete a tomar por culo. Cuéntales a los chavales cómo fueron las guerras carlistas o la Guerra de Sucesión en Cataluña. Pero esto no se hace porque no interesa. Vete a un pueblo del campo vasco o catalán. La palabra España no existe. Y no lo digo como lamento, porque es lo que hemos ido haciendo. Un país tan complejo como este, tan complicado históricamente, tan diverso étnica y lingüísticamente, necesitaba la buena voluntad de una argamasa que mantuviese unida las partes. Eso no existe. La Monarquía, que es respetada, la Guardia Civil y el fútbol es lo único que une a los españoles. El resto han conseguido que lo despreciemos.
- ¿De qué fuentes literarias bebe?
- Escribo con lo que imagino, con lo que he vivido y con lo que leo. En la biblioteca de mi casa no tengo teléfono ni internet. Tengo un ordenador aislado y 35.000 libros. Ahí me nutro. Y después la vida, claro. Cuando hablo de de violencia, de dolor, de soledad, no es imaginación; lo he visto con mis ojos. He visto a una mujer con la cara cortada. Sé lo que es vomitar de miedo. Sé lo que es ir por la carretera después de perderlo todo, en Bosnia o Sarajevo. Aquí no estamos acostumbrados. Hemos perdido la costumbre del dolor y del horror, nos hemos creído que estábamos a salvo de todo Luego viene la pandemia, la dana, los incendios o lo que sea.
- En Europa somos el jardín del mundo, como suele decir Josep Borrell.
- Europa ya no protege a nadie. Es una farsa, un parque temático para turistas de selfie en el que ni los mismos europeos conocen su propia historia. Nací en una Europa en la que estaban Pío XII, Churchill, Adenauer, De Gaulle, comunistas como Berlinguer o socialistas como Olof Palme, o gente como Eisenhower o Kennedy en EEUU. Ese era el nivel intelectual. Ahora todos son enanos. Está entre hacerle la pelota a Trump y el miedo a Putin. Europa está muerta, aunque los imperios tardan mucho en desaparecer.
- En un encuentro en el Ateneo de Madrid con Antonio Lucas, hace casi un año, afirmó: «A lo máximo a lo que puede aspirar el ser humano es a comprender». ¿Qué cosas no comprende?
- No me acordaba, pero es verdad. Tengo la edad, las lecturas, la experiencia vital. Y miro, tengo ojos, observo el mundo. Cada día leo cuatro periódicos: EL MUNDO, Abc, La Razón y El País. Y veo lo que puedo y oigo la radio. Y claro, coño, llevo una vida muy movida y he pagado precios muy altos por eso. Pero comprendo el mundo. Por eso escribo novelas. Y noo tengo derecho a decirle a los jóvenes que el mundo es una mierda. Tienen derecho a creer, a luchar, a equivocarse, a revolver el mundo. Me enternece ver a los jóvenes cuando se cabrean y pelean. Me gusta mucho.
- Sin embargo, en muchas ocasiones se les tacha de acomodados o aburguesados.
- Eso es porque la sociedad europea, no solo la española, ha cometido el pecado enorme de hacer que se olviden de que el mundo es un lugar peligroso y hostil. Ahí están los jóvenes de Ucrania peleando en el frente.
- ¿Tendríamos una reacción parecida en España si nos tocara un conflicto bélico similar?
- Sí. No para ir a defender a Ceuta y Melilla, no. Eso te dirían ‘que vaya tu puta madre’. Pero, ante una invasión extranjera, estoy seguro que la reacción de los jóvenes sería similar. Mira lo que pasó en la dana. ¿Quiénes fueron los primeros en coger las palas? Agarrar el fusil es algo más extremo. Pero si la vida te lleva lejos, lo coges.
- ¿La política en España es un espejo de la sociedad o una deformación grotesca?
- No soy un politólogo. España tiene defectos y virtudes. La política española sale de nuestros defectos. Los políticos han conformado una sociedad a su medida. Es decir, nos han tomado la medida. Y se aprovechan. Los políticos han conformado una España útil para su negocio: polarización, corrupción, demagogia, eslóganes facilones. Han aprovechado nuestros puntos débiles. Sobre todo, nuestra falta de educación.
- ¿Se puede establecer un vínculo entre la corrupción del mundo de ‘Alatriste’ y la actual?
- Sí, y no solo en nuestro país. En España lo que hacía el rey era vender oficios de correos. Se generó una burocracia corrupta hemos mantenido hasta ahora, y que se ha mantenido en América del Sur. Cuando lees un soneto de Quevedo parece que está hablando del ministro de Transportes.
- ¿La evolución política en América Latina ha abonado la leyenda negra?
- El problema es que España ha abandonado América ideológica y moralmente. Por complejos y por incompetencia, España no ha sabido salir al paso de los movimientos indigenistas, o pseudo indigenistas, porque López Obrador y toda esta gente no es indígena, son una panda de oportunistas corruptos que utilizan eso para seguir en lo de siempre. España debería tener un Ministerio de Asuntos Americanos.
- Ha aludido antes a su experiencia como reportero. ¿Qué está pasando en Gaza?
- Es una catástrofe moral. Nunca imaginé que los israelíes llegarían a ese extremo. Siempre he dicho que Israel es la única democracia en un mundo como el árabe, que no es democrático. Y eso, en principio, te hace simpatizar con ellos. Pero eso se ha diluido en todo este tiempo. Es imposible simpatizar con alguien que está cometiendo un asesinato. Y fíjese, yo nunca usaba la palabra ‘asesinato’ y tenía muchas discusiones con mis colegas. Siempre dije que en las guerras no había asesinatos, sino muertos y daños colaterales. Se matan soldados porque la guerra es así, es inevitable. Pero lo de Israel sí es un asesinato, y sistemático. Ha pasado esa frontera, y eso es intolerable. Nunca se había llegado a este extremo de impunidad.