La etapa de Andorra (170,3 kms.) dejó unos cuantos titulares: Jay Vine (UAE) ganó la etapa, Torstein Traeen (Bahrain) es el nuevo líder y Juan Ayuso enterró en la ruta todas sus posibilidades. Perdió 11:51. Cara de éxtasis y cruz de tormento para el UAE Vayamos por partes.
Pasados Santigosa, de tercera tirando a cuarta, y Toses, de primera (por largo, no por duro), que sirvieron para desentumecer las piernas y formar la escapada, 10 hombres iban por delante: Vine, Castrillo, Vervaeke, Traeen, Armirail, Fortunato, Debruyne, Garofoli, Shaw y Ryan. Llovía, pero no demasiado, y a ratos. La fuga progresaba. La formaban muchos, y algunos muy buenos como escaladores. La cosa podía tener futuro. A ver con cuánto tiempo llegaban a la Comella, punto crucial del viaje.
Cuando la fuga alcanzó los seis minutos de ventaja, se vio claro que el pelotón dejaba hacer y que, a su cola, Vingegaard, que charlaba tranquilamente con su compatriota Pedersen, no tenía la menor intención de defender el rojo. Aunque también, y ya se iba a ver después, sin ningún deseo de dar cuartelillo a sus principales rivales.
La Comella era el punto clave y de inflexión del día. El auténtico aperitivo de Pal. Un obstáculo picudo de 4,2 kms., con un porcentaje medio del 8%, con un máximo, al principio y al final, del 12%. Demasiado corto para ser de primera y demasiado duro para ser de tercera.
La escapada arribó a su pie con 5:31 de ventaja sobre, todavía, un grupo nutrido. Llovía de nuevo. La gente coronó con 3:51 de diferencia con un pelotón que parecía despertar. No fue así. Abrió un ojo, pero no los dos. Curiosamente, Jay Vine, que no se caracteriza por ser un «descendeur» excelso, se lanzó cuesta abajo. Nadie reaccionó. Ya no llovía. «Here comes the sun». Vine fue haciendo camino ante la extraña falta de rebeldía de unos cuantos tíos con pedigrí, pero sin fuerzas, o eso cabe colegir.
Vine tiró para arriba y se enfrentó a los últimos 9,6 kms. de la etapa, una carretera ya prácticamente seca con una pendiente media del 6,3% y, sobre todo, tramos del 12% en la segunda mitad de la subida. La meta miraba al mundo desde 1.901 metros de altura.
Mientras Vine, rey de la montaña en la Vuelta del pasado año, trepaba ágilmente, sus compañeros de fatigas, que nunca se unieron en serio para tratar de alcanzarle, se iban diseminando cuesta arriba. De entre ellos sobresalió Torstein Traeen. Lo pasaba mal, pero sacaba fuerzas de la idea idílica, pero al alcance de su mano, de hacerse con el liderato rojo sangre de sufrimiento y rojo fruta de dulzura.
Cuando Ayuso se descolgó del reducido batallón de notables, no lo esperó nadie. Era inútil y, además, por delante estaba Almeida, ya definitivamente jefe de la tribu de Emirates, y a él había que apoyar. Vine seguía a lo suyo. Traeen también. En el ya pelotoncito, una docena de ilustres, Ciccone amagó. Lo atrapó Vingegaard. Los alcanzaron los demás: Almeida, Bernal, Tiberi, Pidcock, Gall, Kuss, Jorgenson… Nada. Ataques de fogueo, casi de compromiso.
Tercer triunfo en la Vuelta, Vine y su australiano bigotito cruzaron la línea en primer lugar. Con su noruego júbilo, Traeen, en segundo. Luego, a intervalos, Fortunato, Armirail, Castrillo… A los 30 años y con sólo una victoria en su historial, Traeen lo ha pasado mal. Un día le detectaron un cáncer de testículos. Se curó y aquí está en el mejor momento de su vida deportiva, con 31 segundos de ventaja sobre Armirail y 2:33 sobre Vingegaard, cuarto. Probablemente perderá el jersey a las primeras de cambio. En Cerler este vienes, etapa de 188 kms., con llegada en alto, en un puerto de primera. Los corredores habrán superado antes otro de primera y dos de segunda.
Terminemos con Ayuso. Lleva un tiempo raro dentro y fuera del equipo. No llegaba en forma y a nadie ha sorprendido su actuación. Ha reaparecido prematuramente en una carrera demasiado exigente como para hacer probaturas. Pero, al menos, el equipo ya sabe a qué atenerse. Un grupo bicéfalo es ahora unicelular.
