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Azul cerúleo, rojo ganadora

El diablo viste de Prada contiene una de las mejores explicaciones sobre el funcionamiento de la moda como sistema, como industria y como fenómeno cultural: la escena en la que Miranda (Meryl Streep), directora de una revista de moda, le explica a su subalterna Andy (Anne Hathaway) lo equivocada que está respecto a la ropa que ella misma lleva. Miranda usa como ejemplo el jersey azul cerúleo («no turquesa, no lapislázuli») que Andy cree haber comprado sin ninguna influencia externa.

Su jefa le abrirá los ojos: ese jersey es producto de decisiones, inversiones millonarias e incontables puestos de trabajo. Miranda ni siquiera necesita citar a Simmel, Bataille o Barthes para que Andy entienda que la moda es importante.

Nos vestimos para cubrirnos, pero también para comunicarnos. Usamos el atuendo para anunciar quiénes somos y quiénes queremos ser, usamos sus códigos para conectar con otros y, como los animales pequeños y de colores llamativos, a veces para recordarles a nuestros depredadores que somos venenosos.

En Los Rose, el simpático remake de La guerra de los Rose, vemos a Ivy (Olivia Colman) pasar de ama de casa con pasado culinario a dueña de un pequeño restaurante. El local va bien y en poco tiempo Ivy es una cocinera y empresaria de éxito. Al principio de la película, Ivy se viste con cosas amplias, coloridas y un poco estrafalarias. Ella es esa ropa. A medida que el relato avanza, su ropa mejora: de las prendas de firmas asequibles y mercadillos vintage, Ivy pasa a lo que parece Made in Italy de semilujo (¿Marni quizá?). Mismo estilo, mismo mensaje: esta soy yo. Simplemente antes tenía menos pasta.

En el tramo final de Los Rose, una Ivy poderosa pero amargada recibe en casa con lo que parece una blusa de Issey Miyake. Una pieza escultórica, elegante, nada discreta y de calidad. Y cara, muy cara. Ropa de ganadora. Ropa de artista rica, como el vestido que otra mujer, la Marga de la serie Furia, elige para destacar en una fiesta. Ese modelo, si no es otro Miyake, lo parece.

En otro momento de Furia vemos a Marga (Carmen Machi) adquirir el vestido. Es caro, muy caro. Se lo vende Nat (Candela Peña), su dependienta de confianza. Nat es una desgraciada que cree que vistiéndose de ganadora dará el pego. Ella usa la moda como pasaporte a una vida mejor. Pero el plan no funciona. Nat transmite desesperación, extravío y baja autoestima. A su lado, Ana Torrent en chándal, consigue que nos la creamos como Rosa, una tía pasota y un poco lumpen.

¿Es la interpretación de Torrent o es la ropa? Son las dos cosas. Habrá quien vea la blusa roja de Olivia Colman en Los Rose y piense: «qué bonita». Otros pensaremos: «es muy rica». Y sus depredadores entenderán que, además de todo eso, Ivy es venenosa. La ropa habla.