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Carlos Alcaraz: un tenis difícil de imaginar

Fue la feliz culminación de cuanto Carlos Alcaraz había venido mostrándonos a lo largo de las dos semanas del Abierto de Estados Unidos. Energía, finura y todo el arsenal de golpes a punto también en el momento definitivo y ante el único rival que ahora mismo puede presentarle oposición. Quedaba por ver si mantendría el tono contra Jannik Sinner. Y no sólo lo hizo, sino que, como corresponde a los más grandes, elevó su rendimiento hasta ofrecer en muchos momentos un nivel que no hace demasiado tiempo resultaría inimaginable de ver en una cancha de tenis. Cierto es que el italiano no llegaba tan diáfano a la lucha directa por el título, pero, dados los antecedentes entre ambos, podía suponerse una confrotación más equilibrada.

Únicamente hubo un indicio de ello en el segundo set, cuando el español, tras contar con pelota de rotura en el primer juego y restar de derecha un segundo saque a la red, no sólo no consiguió el break, sino que después entregó su propio saque en blanco y abrió una puerta a su rival que había cerrado de un portazo con la asombrosa exhibición del set inicial. Cometió muchos más errores de lo habitual con su derecha en ese segundo set, con pelotas bastante por debajo de la cinta, seguramente como consecuencia de las prisas que pudieron entrarle a la vista de sus prestaciones de entrada.

Poco tardó en volver a llevar el partido a una dimensión estratosférica, en convertir cualquier tentativa de Sinner en una quimera. A la vertiginosa velocidad de bola aún era capaz de añadir un cambio de ritmo, algo ya del todo inasumible para un jugador de la enorme categoría del transalpino. Bastante hizo, en una nueva muestra de entereza y profesionalidad, con tratar de mantenerse dentro del encuentro, algo que resulta difícil cuando, por mucho que dirigiese la mirada hacia su box, no podía encontrar soluciones. Tal vez, simplemente, porque no las había ante el vendaval que se le venía encima. Tan brillante como sobrio, esta vez redujo Alcaraz los efectos especiales, eligió con criterio el momento de dejar asomar una dejada.

Fue casi un ejercicio de demolición, con las todas las variantes de su juego en plena armonía. Ahora una pelota pesada, ahora un impacto frontal, me adelanto, me anticipo, conozco tus dinámicas de saque y puedo replicarte desde los dos lados, parecía expresar el español en lo que por momentos se quedó en un monólogo. Puede concluirse también, a tenor de lo observado, que el protagonista, Juan Carlos Ferrero y todo su equipo prepararon mejor el duelo, neutralizando todas los argumentos de Sinner, que en las dos finales previas del Grand Slam le habían servido para llevar los partidos al límite, como en Roland Garros, e incluso para ganarlos, como en Wimbledon.

Seguramente Sinner ya estará buscando la manera de invertir la tendencia, pues me consta que ama profundamente lo que hace y se dedica a ello en cuerpo y alma. Como sucedió con Nadal, Djokovic y Federer, que crecieron a través de su constante retroalimentación, esta rivalidad promete depararnos episodios apasionantes. Alcaraz no podrá conceder un milímetro. Sabe que su rival se le lanzará a la yugular.