El sol abrasador, los rascacielos y las playas kilométricas de Limasol abrazan un Eurobasket exótico. Pero la calma de esta ciudad turística y calurosa, en la que nadie diría que se disputa el torneo continental, también esconde el complicadísimo problema geopolítico en el que Chipre vive anclada desde hace tanto tiempo. El último muro de Europa se levanta en la isla mediterránea, disputa eterna entre Grecia y Turquía, una ‘línea verde’ construida en 1964 que separa odios atávicos, rencores y matanzas de generaciones anteriores. Sin visos de solución, lo deportivo también se impregna del conflicto. Esta tarde (17.15 h.), cuando se enfrenten Chipre y Grecia, en el Spyros Kyprianou Arena sólo habrá un sentimiento nacional.
«Será griegos contra griegos», explica a EL MUNDO Nikos Stylianou, capitán chipriota, hijo de Costas, ex jugador del Aris y el AEK en los 90, toda una institución en una selección que debuta en el torneo y que lo vive como una oportunidad histórica para desarrollar su baloncesto. «Somos una pequeña isla contra gigantes», reivindica otro de los referentes, el ex jugador de Olympiacos Andreas Christodoulou quien, como sus compañeros, esta tarde se emocionará cuando sea el turno de los himnos.
En este caso sonará sólo uno. Será el griego, el Himno de la Libertad, el que comparten dos países que se sienten el mismo. «Se me pone la piel de gallina al pensarlo. Será un momento especial y emotivo», anticipa el base Christodoulou. «Durante 40 minutos seremos rivales, pero luego volveremos a ser países hermanos», cuenta sobre un sentimiento englobado bajo el término ‘enosis’. «Es algo muy importante para nosotros, porque la mayoría del equipo tiene algún tipo de relación con Grecia. Yo nací en Grecia, mi madre es griega. Otros chicos lo mismo, sus padres son griegos. Ya sabes, todos somos griegos, Chipre y Grecia. Tenemos el mismo himno nacional, creo que somos los únicos dos países del mundo que lo comparten», reivindica el barbudo Stylianou, que repite la consigna: «Durante 40 minutos lucharemos contra nuestros hermanos. Después seguiremos siendo la misma nación».
Nadie imagina un escenario en el que la selección turca hubiera quedado encuadrada en este grupo. Porque el odio sigue estando latente en estos 9.000 kilómetros cuadrados de la tercera isla más poblada del mediterráneo, a la que la mitología atribuye el nacimiento de Afrodita, la diosa del amor. Y que vive enquistada en una permanente ‘guerra fría’, con ejércitos amenazantes a un lado y otro de la ‘línea verde’ que separa el norte y el sur, también a la ciudad de Nicosia y su famosa calle Ledra.
El conflicto se pierde en los tiempos y también tiene tintes religiosos, musulmanes unos y ortodoxos los otros, en un territorio que fue parte del imperio otomano por 300 años y que Gran Bretaña ocupó después de 1878 a 1960: todavía se conduce por la izquierda en la isla y permanecen dos bases militares. A pesar de la independencia, nunca cesó la tensión, los graves brotes de violencia intercomunal espoleados por dos rivales históricos, elevada a límites insoportables tras la invasión turca del norte en 1964 con 30.000 soldados y 33 barcos.
Miles de desplazados de un lado y del otro, en la isla se viven situaciones tan insólitas como la de la ciudad fantasma de Varosha, rascacielos vacíos en lo que antaño fue destino turístico en Famagusta que quedó bajo el dominio turco, un territorio no reconocido internacionalmente. El equipo de fútbol de la ciudad, el más antiguo del país, el Anorthosis, entrenado por el español Joaquín Gómez, disputa desde entonces sus partidos en Larnaca, y su estadio original, el Evagoras Gymnastic, quedó, como todo el barrio, abandonado.
En el Sur, el sentimiento griego es unánime. O casi. Algunos aficionados del Omonoia, uno de los principales equipo de fútbol de Nicosia, reniegan de la matriz e incluso queman sus banderas, protestando por episodios pretéritos en el que echaron en falta más apoyo militar. En 2004, en uno de los últimos intentos de solucionar el problema, una mayoría de grecochipriotas dijo no al plan de reunificación de la isla impulsado por la ONU de Kofi Annan, lo que dio al traste con las ilusiones turcochipriotas de ser europeos: la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre sigue exigiendo reconocimiento global como Estado.
Pero nada podrá empañar hoy en el Spyros Kyprianou, lo que Christoforos Livadiotes, seleccionador chipriota, define como «un momento histórico». «Somos como hermanos. Crecimos viendo el gran baloncesto griego. Ellos eran nuestros héroes. Para nosotros, será algo increíble. Nos enfrentamos a un gran equipo. Ellos quieren llegar a la final y ganar el oro y mi deseo es que lo logren», se emociona en conversación con este periódico.