Las dos medallas de bronce logradas por España en el Mundial de gimnasia rítmica de Brasil el pasado fin de semana son un excelente resultado, la confirmación de un buen trabajo. Es más, dejaron un regusto amargo que habla de la ambición del equipo. Porque en la competición de conjuntos era donde el equipo iba a por todas. Soñaba con metales más valiosos y los terceros puestos tuvieron un sabor agridulce, acentuado por la cuarta posición en el ejercicio de aros y pelotas. Faltaron 150 milésimas para un bronce más, que no se pudo arañar ni con la reclamación oficial.
Inés Bergua, la capitana de la selección, pone un paño de realismo: «Para muchas de las chicas era el primer mundial absoluto, por lo que era difícil hacerlo mejor. Siempre se puede mejorar, pero todo el mundo ha visto que hay cosas que se van de nuestro alcance y no dependen de nosotras. Estamos felices y orgullosas». Esas «cosas que se van de nuestro alcance» se pueden resumir en la polémica que rodea el sistema de puntuación. Si el VAR del fútbol parece complicado, con el código de la gimnasia se podría hacer una carrera universitaria. De hecho, un fallo tecnológico obligó a cambiar varias notas.
Al final, las españolas casi amplían el botín conseguido en el Mundial de Valencia de 2023, donde se consiguieron una plata y un bronce ante la afición más entusiasta y ruidosa del planeta. Si tenemos en cuenta el valor del factor campo en un deporte tan subjetivo, la valoración por conjuntos es muy positiva. No es casualidad que las españolas llevaran bordado en la espalda de uno de sus maillots el Ave Fénix, símbolo de la resurrección en la que se hallan inmersas.
En la competición individual, Alba Bautista y Lucía González compitieron por debajo de lo esperado. La primera, que aún se recupera de una grave lesión, rozó la clasificación para el all around y no pudo repetir su octavo puesto de 2023. González, en su primer Mundial, terminó 24ª. Con 19 años, aún puede conseguir grandes metas en un deporte cruel, donde las veinteañeras empiezan a plantearse la retirada, aunque aquí también hay casos de gran longevidad. El mejor ejemplo es Almudena Cid, comentarista de TVE en Brasil (ya sin Paloma del Río), que en Pekín 2008 participó en sus cuartos Juegos, con 28 años. Y como siempre, se clasificó para la final, algo único en esta disciplina.
Las medallistas españolas son, además de Inés Bergua, Andrea Corral, Andrea Fernández, Lucía Muñoz, Salma Solaun y Marina Cortelles. Las cuatro primeras hicieron doblete en el ejercicio de las cinco cintas y en el mixto de tres pelotas y dos aros.
La seleccionadora es Alejandra Quereda, con Ana María Pelaz, entrenadora del conjunto en el CAR de Madrid, como segunda responsable de una renovación feliz. Después de la plata olímpica en Río 2016 (donde estaba Quereda), España demostraba en la misma ciudad que el camino es el correcto, tras quedar fuera de Tokio y del discreto papel en París. La rítmica es un deporte especial, una mezcla de arte y deporte que además se rige por un reglamento mutante. En cada ciclo olímpico cambia el código, lo que obliga a gimnastas y entrenadoras a reinventarse para adaptar sus ejercicios. En el código aplicado en Brasil, por ejemplo, uno de los giros más valorados ha sido el Raffaeli, llamado así porque fue creado por la gimnasta italiana Sofia Raffaeli.
Acabó tercera en el all around y ganó el oro en aro y el bronce en pelota, pero en el cómputo general quedó por detrás de la gran estrella actual, la alemana nacida en Rusia Darja Varfolomeev, y de la búlgara Stiliana Nikolova. En realidad, ni siquiera es la mejor haciendo su Raffaeli, perfeccionado por su compatriota Tara Dragas. Parece el sino de quien seguramente es la favorita del público más sensible al lado artístico de este deporte. Al menos, hubo cierta justicia poética en la victoria de Raffaeli con el aro, en la única final por aparatos en la que Varfolomeev no ganó. Sí venció en pelota, mazas y cinta, además del all around.
Varfolomeev y la también alemana Anastasia Simakova son dos supervivientes de la escuela rusa, en teoría ausente por el veto de la FIG a las gimnastas de Rusia y Bielorrusia. Hay más casos de nacionalizadas, pero por equipos no hay duda de que, sin las rusas, mejoran las opciones del resto de países. Con todo, tiene mucho mérito que España se mantenga entre los aspirantes a medalla, con una población más pequeña que la de sus principales rivales (China, Japón, Brasil, Alemania e Italia). El año que viene, en el Mundial, se repartirán las primeras plazas para Los Ángeles 2028. Faltar a esta cita sería un descalabro, aunque allí a la lucha por los trofeos se unirá Estados Unidos.