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El Cautivo es: ficción, ficción y una vez más ficción

No creo que, cuando se estrene Hamnet, la película de Chloé Zhao basada en la novela de Maggie O’Farrell, la gente se lleve las manos a la cabeza con su propuesta. Hamnet ficciona a la esposa de William Shakespeare, un personaje hasta ahora translúcido. O’Farrell sabe que la presencia histórica de esa mujer es ninguna. La vida y la biografía de su marido tampoco tienen demasiado peso cultural (su obra es tan inabarcable que lo opaca todo) así que la autora juega con ello en su novela. ¿Por qué no fabular sobre el entorno de Shakespeare y, de paso, sobre él mismo?

Miguel de Cervantes sí tiene algo más de entidad en la cultura pop. Afecta que la suya fuese una existencia movidita: el cautiverío, la mutilación… En El cautivo, Alejandro Amenábar subraya otro atributo del genio: su homosexualidad (o su no heterosexualidad) que no es un detalle tangencial en la película, sino parte de su columna vertebral.

Igual que responder a los que se sintieran insultados (¿insultados como españoles? ¿como hombres? ¿como historiadores?) formaba también parte de la promoción de la cinta. Es facil replicar a los que creen que homosexual es un insulto. De cualquier manera, el escándalo no ha sido tal y El cautivo se encamina hacia los tres millones de euros de recaudación en España. El cautivo es oficialmente un éxito. También es una ficción. Que el Cervantes real fuese fuese homo o hetero es irrelevante.

Vamos a repetirlo: El cautivo es una ficción. Alejandro Amenábar construye una historia con cierto contexto realista pero no tiene ninguna intención de escribir un libro de Historia. El problema (sí: lo es) es que la novela histórica, un género literario popularísimo, con frecuencia se lee más como historia que como novela. De Galdós a Santiago Posteguillo, de Pérez Reverte a Ken Follett. Ellos son contadores de historias, no notarios de la Historia. Alejandro Amenábar también. Su Cervantes folla con hombres igual que podría ser rubio o, como el Shakespeare de Shakespeare enamorado, un poco panoli.

En Las Cleopatras, el historiador Lloyd Llewellyn-Jones, recorre las vidas de las siete reinas de Egipto con ese nombre. La última es la más icónica. La de Liz Taylor vamos. En la Cleopatra de Taylor, Julio César (Rex Harrison) le dice que ella es «descendiente de generaciones de tarados incestuosos y consanguíneos». Eso es un dato históricamente irrefutable pero la película no lo usa por eso, sino por su potencia dramática. Es ficción. En El cautivo hay momentos dramáticamente muy potentes. Son todos ficción. Por quinta vez: ficción.