Hay atletas que son todo corazón. La estrategia está muy bien, colocarse donde uno debe, hacerse hueco centímetro a centímetro, pero es mucho mejor correr lo más rápido que se pueda y ya está. Así es Mohamed Attaoui. En la pista disfruta cuando se dispara y que le responda quien pueda. Este sábado, en los 800 metros del Mundial de Tokio siguió su estilo como siempre, una única arrancada, violenta embestida, y si no se colgó una medalla fue porque sus rivales supieron cómo frenarle.
De hecho, el oro fue para el keniano Emmanuel Wanyonyi, el campeón olímpico, con la mejor marca que se ha hecho nunca en un Mundial (1:41.86). Ahí es nada. Desde el pistoletazo de salida, todos salieron a romper con los cronómetros establecidos. Los rumores decían que Wanyonyi pretendía correr la primera vuelta en 50 segundos para desfondar a Attaoui: pues bien, lo hizo en 49 segundos. Mirar la carrera daba vértigo y, pese a ello, el español llegó con opciones a todo a los últimos 200 metros. En ese instante, su instante, el momento en el que siempre ataca, aceleró el ritmo, pero en su remontada se encontró con dos obstáculos. Primero, en la curva, un rival, el botsuano Tshepiso Masalela y después, en la recta, otro, el británico Max Burgin. Con uno se llegó a tocar y si no lo hizo con el siguiente fue porque se frenó.
Attaoui posiblemente era el atleta más en forma de todos, pero la experiencia hizo que a Wanyonyi le acompañaran el algerino Djamel Sedjati y el canadiense Marco Arop. El mismo podio que en los Juegos Olímpicos de París 2024. Y el español en el mismo puesto: quinto, esta vez por detrás del irlandés Cian McPhillips. «Ha sido un ‘deja vu’ de París. He visto el marcador y he dicho: ‘Otra vez estos, qué pesados’», reconocía Attaoui en la zona mixta del Estadio Olímpicos de Tokio entre la decepción y el orgullo.
«Me veía ganando»
«El ritmo ha sido una barbaridad desde el principio, pero me he colocado muy bien. Vi un hueco por el interior y me colé, pero quizá tenía que haber ido por fuera. El toque con Masalela me ha pasado factura en el último 100. Igualmente lo he dado todo y, bueno, es lo que hay. Obviamente no estoy contento, quería mucho más, pero la carrera ha sido bastante buena», analizaba el corredor nacido en Marruecos y criado en Torrelavega, que añadía: «Me he visto más peleón que el año pasado, mucho más cerca de mis rivales. Me veía ganando, lo digo totalmente en serio. Veía el hueco por el interior y decía: ‘Voy a ganar, voy a ganar’».
Pese a su quinto puesto, la temporada de Attaoui le confirma como lo que es: el nuevo líder de la selección española. Más allá de la marcha y con el relevo 4×100 como única esperanza este domingo, las medallas no llegan, pero él y el vallista Enrique Llopis son los únicos que han estado cerca. El chasco por la sanción a Mohamed Katir había tocado los ánimos antes de los Juegos Olímpicos de París, pero Attaoui se ha erigido como su relevo. A sus 23 años, con su plata en el Europeo del año pasado como único metal, ya resplandece y tiene el futuro por delante. Por la aceleración de sus cortas zancadas, por su carácter tranquilo, por su edad y por su equipo, el suizo On, hasta ahora ejemplo de profesionalidad y pulcritud.
«He trabajado muy bien y creo que he corrido bien. Tengo que seguir ahí para tener más oportunidades en el futuro», comentaba Attaoui y tiene razón. Con apenas dos temporadas de experiencia en la élite, su crecimiento pasa por aprender a gestionar las finales y saber varias su esquema. Hace nada nadie sabía de dónde había salido. Nunca fue campeón de España en categorías inferiores; nunca había sido internacional. De repente se clasificó para el Mundial de Budapest 2023 y ya es el referente de la selección en el tartán. La temporada próxima, asentado ya en la Diamond League y con el Europeo en juego, debe ser su salto definitivo. Le espera la gloria en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 si aprende de lo ocurrido. Hay atletas que son todo corazón. Pero el corazón no siempre es suficiente.
