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El cristianismo en el Líbano: «Sin cristianos no hay convivencia entre comunidades»

Líbano desarmado, el documental dirigido por el periodista Fernando de Haro y producido por el Instituto CEU de Estudios Históricos, tiene dos capas de lectura: en la primera, la película funciona como un reportaje periodístico sobre el cristianismo en el Líbano. Sus autores van a los lugares en los que ocurren los problemas, viajan a Beirut y a los pueblos de las montañas, van a las universidades y a las ruinas de los bombardeos israelí y hablan con la gente que está allí. La segunda capa es más sutil, está casi escondida y se parece un ensayo que habla sobre la religión cristiana y sobre la política en Oriente Próximo pero también en España y en Europa.

Y hay una frase clave que cose esos dos significados y que se repite tres veces en la película: «La comunidad cristiana libanesa no es una comunidad amenazada». No lo es y, si a veces lo parece, es mejor tomar distancia de los agravios y no caer en el victimismo porque desde el victimismo es fácil olvidar qué significa ser cristiano. En medio de ese conflicto existencial, la comunidad cristiana libanesa (2,2 millones de personas) ha recibido esta semana la visita del papa León XIV.

«El centro de la cuestión, y yo creo que tiene mucha actualidad no solo para Oriente Próximo, es que los cristianos libaneses tienen la tentación de desarrollar una identidad defensiva de sí mismos, una identidad hecha en oposición al otro. Y que esa identidad es incompatible con la necesidad de construir un proyecto conjunto, un proyecto nacional verdadero», explica De Haro.

«En la historia del Líbano hay conflictos reales que han fomentado esa tentación defensiva. Tenemos una estructura política que divide el país por confesiones», dice el autor del documental, en referencia al reparto de poder por el que el presidente de la República del Líbano debe ser un cristiano maronita, el primer ministro, un musulmán suní y el presiente del Parlamentom un chiíta. «Esa estructura no es una buena idea como punto de partida. Quizá fuera una idea bienintencionada del Imperio Otomano, pero, en la práctica, ha llevado a esas posiciones defensivas y ha dejado corrupción porque la gente piensa que tiene su parcela de poder y que su misión es defenderla de las otras comunidades a toda costa».

Para los cristianos hay un agravante: el ciclo demográfico va en su contra. Su peso en la población libanesa se ha reducido en el último medio siglo del 50% al 40%, aproximadamente. Los cristianos son menos pero siguen siendo más ricos, de modo que no es extraño que muchos de ellos vivan su identidad como una fortaleza sitiada.

«Cuando un libanés nace es cristiano o suní o chiita por origen, porque pertenece a una comunidad y no a otra, y por ello pertenece a un determinado derecho civil. Mi opinión es que eso desvirtúa por completo la naturaleza del cristianismo. Nadie es verdaderamente cristiano por nacer de padres cristianos. Ser cristiano es una opción libre. Si ser cristiano es un estatuto legal, como ocurre en el Líbano, aparece la tentación identitaria y defensiva«, dice De Haro.

La voz dominante en Libano pacificado es el testimonio de varios cristianos libaneses que se rebelan contra esa actitud defensiva. Teólogos que escriben contra el sectarismo religioso, señoras que acogieron a sus vecinos chiitas cuando Israel bombardeó su comarca, directores de colegio que abren sus aulas a los niños musulmanes… ¿Son quijotes que van contra un mundo que se mueve en dirección contraria? En parte sí y en parte no.

«Cada barrio de Beirut y cada pueblo del país está identificado administrativamente con una confesión. La gente vive junta pero separada. Hay muy pocas parejas mixtas, entre otras cosas porque lo tienen muy difícil en el Derecho Civil. Cada confesión tiene su código legal y nadie sabe qué hacer con las parejas mixtas. Para divorciarse tienen que ir a Chipre. Sí son más frecuentes las amistades mixtas. Y hay algo importante: la convivencia que existe entre cultos ocurre siempre a través de los cristianos. En los pueblos cristianos hay vecinos suníes o chiitas y también hay cristianos en los pueblos suníes y chiitas. Lo que no hay es chiíes en los pueblos suníes ni a la inversa. Para que haya situaciones de convivencia tiene que haber cristianos. Y la tentación defensiva existe pero también hay experiencias de cristianos que deciden vivir su fe como una decisión libre que da sentido a sus vidas».

¿Y al otro lado? ¿Existe una parte de hostilidad contra los cristianos libaneses entre sus vecinos musulmanes? «Estar en los territorios controlados por Hezbolá no es agradable, hay un clima de paranoia evidente. O sea que es verdad que hay chiitas que tienen una relación conflictiva con los cristianos. También hay algunos suníes que tienen relación una conflictiva con los cristianos, sobre todo en el plano político. Pero la convivencia diaria funciona. Los colegios cristianos están llenos de niños musulmanes. La mirada hostil existe, pero no se puede ver como una generalización», responde De Haro.

Siguiente pregunta: ¿significa ser cristiano en el Líbano participar de una cultura más liberal? En términos de autonomía individual, de moral sexual, de tolerancia democrática… «Estamos hablando de una sociedad de Oriente Próximo, más liberal que otras pero no tanto como para equipararla con Europa. Sí, me parece obvio que la presencia de cristianos ha hecho del Líbano un país más abierto y más laico. Existe una sensibilidad diferente. Es más difícil encontrar la influencia wahabista. Diría que el cristianismo se ofrece en el Líbano como una opción de libertad y de caridad. La caridad es importante, es otro valor que identifica al cristianismo», dice De Haro.

-Vi otro documental sobre el mismo tema, Beirut, la vie en rose, que retrataba a los cristianos como a una élite privilegiada, un poco grotesca a veces en sus chalets.

-El Líbano es un país muy pequeño. Se podría recorrer en dos hora y media si no hubiese fronteras internas. Pero dentro de ese país pequeño hay muchos países. Hay barrios de Beirut que son casi como París. Y ahí, es verdad, vive una élite cristiana que he tenido mucho éxito en los negocios y que se ha enriquecido actuando como puente entre Occidente y los países del Golfo… Si haces un negocio en Oriente Próximo, siempre aparece un contacto con un cristiano libanés que habla tu idioma y trabaja muy bien. También hay suníes en los negocios. Los chiitas, en cambio, son tradicionalmente más pobres. Pero si sales de Beirut y te vas a los pueblos, todo cambia radicalmente. Hay cristianos de rentas muy baja, sobre todo en las montañas.

Y aquí empieza a asomar la parte de ensayo político que está escondida en Líbano pacificado: «En Europa nos estamos convirtiendo en sociedades cada vez más fragmentadas. No fragmentadas por confesiones, sino por razones diversas: políticas, de lengua…», dice De Haro. «El gran reto va a ser cómo sostener un proyecto común en ese paisaje de identidades tan exacerbadas. Creo que los cristianos podemos servir como puente porque en el cristianismo está la idea de reconocernos todos como hombres, como personas que buscan vivir bien y como personas que buscan superar retos extremos como la guerra. Para el cristiano es relativamente fácil entender que podemos ser cristianos y musulmanes, trabajar para los demás y compartir una misma identidad. No estar cerrado sino colaborar. Para muchos chiitas en el ámbito de Hezbolá, eso no es tan evidente».

Y un asunto más: Líbano desarmado es parte de una serie de documentales que visitan a comunidades cristianas en apuros repartidas por todo el mundo. ¿Se anima su autor a comparar a los cristianos libaneses y los palestinos? «Son situaciones absolutamente diferentes. La economía del Líbano está en crisis; la de Cisjordania no está en crisis, es demencial. Es una zona en guerra de la que no se habla. Por eso hay una migración constante de los cristianos palestinos. Eran muchos pero en este momento representan un 2 o un 3% de la población de Cisjordania. Se han ido. La otra diferencia es identitaria. Los cristianos palestinos son cristianos árabes. Su identidad es intensamente árabe e intensamente palestina. Si estás con ellos, hablan de la ocupación de Cisjordania, hablan de Gaza… No existe un conflicto entre la identidad cristiana y la identidad palestina. El cristiano libanés, en cambio, te dirá que él no es árabe, que él es libanés, De hecho, hay un conflicto tradicional entre los cristianos libaneses y los palestinos desde que se produjo la gran Nakba, la gran tragedia y la llegada de refugiados al Líbano, porque los refugiados fueron vistos como una quinta columna del mundo árabe hecha para desestabilizar el Líbano. En el Líbano no hay mucha simpatía hacia los refugiados palestinos. La guerra civil, en realidad, estalló por esa tensión, al menos en parte».