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El ‘efecto inmobiliaria’ cala entre caseros de Madrid, que exprimen al inquilino con más seguros forzosos o fianzas retenidas

Pablo y Pedro han vivido en primera persona las técnicas más extremas que aplican los caseros. La primera vez fue el pasado mes de junio. Ambos comparten piso en el barrio de Pacífico, distrito de Retiro. Mariano, su anterior arrendador, les comunicó con escaso margen que debían dejar su piso, en el que se habían visto obligados a aceptar un contrato de temporada irregular. Los de este tipo se renuevan anualmente y solo si así lo quiere el casero, de forma que no existen los cinco años de prórroga obligatoria como en el alquiler habitual. Una fórmula pensada para alojamientos de estancia no prolongadas pero que algunos propietarios utilizan para eludir la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU), norma que regula los derechos y obligaciones de ambas partes. Al hacerlo disminuye el nivel de protección del inquilino en aspectos como la subida del precio de la mensualidad o, como les ocurrió a estos jóvenes, el período de aviso en caso de no renovación del contrato. Y esto les puede salir caro.

“Dijo que sus hermanos querían vender el piso. Su familia siempre era la excusa, cuando le preguntábamos o le pedíamos algo tardaba porque tenía que preguntarles y si él nos ponía algún problema siempre recurría a lo mismo: que se lo habían comentado sus hermanos. El caso es que avisó con menos de dos meses de antelación a la fecha de fin del contrato, algo que no estaría permitido si fuera un contrato de alquiler en condiciones”, cuenta Pablo a Somos Madrid. Él llevaba apenas unos meses, pero su compañero Pedro había enlazado cuatro contratos de temporada de 11 meses cada uno durante cuatro años.

Recurrir a contratos de temporada para falsear uno de alquiler a largo plazo es una técnica habitual en viviendas administradas por fondos o grandes tenedores. El Sindicato de Inquilinas de Madrid lo ha comprobado de primera mano en iniciativas como las Brigadas Inquilinas, en las que informan a vecinos de un mismo bloque sobre la entidad que administra sus viviendas y sobre las problemáticas a las que pueden enfrentarse de manera inminente. En estas visitas, muchos residentes acababan contando la indefensión que les genera su situación contractual. Un modelo que ahora copian muchos propietarios particulares.

Alquiler de temporada o por habitación, “coladero” para rentistas

El verano pasado, este mismo órgano sindical presentó una proposición de ley para regular los alquileres de temporada o por habitación, que consideraban un perjuicio al alza para los vecinos en ciudades grandes como Madrid. La propuesta pasaba por modificar la Ley de Arrendamientos Urbanos para blindar a los inquilinos ante este tipo de prácticas, pero ha quedado guardada en el cajón. Según ellos, por “falta de voluntad política” a nivel estatal. “Los contratos de temporada se han convertido en un coladero en el que se refugian los rentistas para sacar más dinero”, destacan desde el sindicato en declaraciones a Somos Madrid.

En un mercado donde el precio de la vivienda crece a pasos agigantados pero se mantiene la demanda, al ser un bien de primera necesidad, hay quienes exprimen la situación y sortean límites legales. Es lo que le ocurrió a Laia –nombre ficticio– cuando, siendo estudiante, su casero les impuso como condición para mantener el piso que entre junio y septiembre les devolvieran temporalmente las llaves para que sus hijas pudieran usar el domicilio en vacaciones, mientras las inquilinas se presuponía que estarían fuera. “Le dije que me parecía raro y que, si nosotras seguíamos pagando por esas llaves, lo lógico es que nos las quedáramos”, recuerda.

La respuesta que le dieron fue que podían dejar sus pertenencias en el piso durante el verano, pero no acceder a él por si los hijos del casero decidían ir. A Laia le enfadó mucho. “Que pague él las vacaciones de sus hijos, no yo”, le espetó, siempre según su testimonio. A raíz de esta trifulca las echaron del domicilio y hubo que volver a buscar. Según el Sindicato de Inquilinas de Madrid, lo de Laia no es una excepción. “Las inmobiliarias han dominado la ciudad y aparecido como setas por todos los barrios. Son ellas las que marcan estas tendencias: empiezan a adoptar prácticas abusivas que luego siguen los caseros, da igual si estos son grandes o pequeños tenedores”, destacan sobre el fenómeno.

El mercado del alquiler en la capital se convierte así en un “infierno” para el inquilino porque impera una “gestión muy agresiva de las viviendas” que, además, comienza a calar en todas las capas del fenómeno. “Hemos visto como algunos caseros ya tratan de exprimir todo lo posible a sus arrendatarios subiendo precios cada vez que pueden, acortando al máximo la duración de los contratos o saltando los mecanismos de protección con fórmulas como el alquiler de temporada y por habituaciones, que empiezan a ser habituales”, destacan desde el sindicato.

Insisten, además, en prácticas popularizadas entre pequeños caseros cuyo origen atribuyen a las inmobiliarias, como por ejemplo la inclusión de “cláusulas abusivas” en los acuerdos y exigir seguros de impago u “obligar al inquilino a tener algún tipo de seguro del hogar, cuando no es algo obligatorio”, reseñan. Otras anécdotas similares que han llegado a oídos del órgano sindical es la exigencia de que quien alquila “pague el IBI del piso [el Impuesto de Bienes Inmuebles] o el gasto en la comunidad de la vivienda”. También dicen conocer casos de disposiciones penalizadoras o dificultades por contrato para que el inquilino acceda a la vivienda, como le ocurrió a Laia cuando era estudiante.

Retenciones de la fianza o asumir gastos extra para la limpieza

Claro que la inspiración en las tácticas especuladoras más siniestras no termina ahí. Pablo y Pedro, los compañeros de piso mencionados al inicio, tuvieron otro conflicto con su anterior casero por la devolución de la parte proporcional del último mes, agosto, en el que dejaron el piso apenas transcurrida una semana. El casero retuvo primero durante días esa devolución y, al final, descontó la cantidad que dijo haber empleado en la limpieza del inmueble una vez fue desalojado. “Ha sido un rata hasta para eso. No sé cómo puede caber tanta codicia en una persona”, lamenta Pablo.

“Nosotros lo dejamos bien. Pero claro, como lo quiere vender, ha hecho una limpieza más exhaustiva (o eso dice). Y va y nos la carga a nosotros. Mientras, el piso al que nos hemos mudado estaba fatal y nosotros nos hemos encargado de adecentarlo, el nuevo casero apenas limpió nada”, lamenta. Esta nueva vivienda está a pocos metros de la anterior, pero han pasado de pagar 900 euros entre dos compañeros a 1.800 entre tres. Además, el proceso para encontrar nuevo piso ha sido igualmente tortuoso y en él se han topado con otras estrategias de propietarios de una o pocas viviendas calcadas de las de grandes fondos. Y eso que algunos de los caseros con los que han interactuado eran vecinos o compañeros de trabajo.

“El casero de un piso justo arriba del que teníamos antes nos quería alquilar un piso peor por 1.200 pavos. Pero lo chungo es que nos estaba presionando para dar 650 euros de señal antes de ver siquiera el contrato, incluso nos decía de firmar sin enseñarlo. Cuando le respondimos que queríamos consultar el documento antes de nada se mosqueaba y decía que por qué desconfiábamos si nunca había habido ningún problema”, cuenta Pablo. Finalmente lograron un borrador del contrato y comprobaron irregularidades manifiestas: “No se ajustaba a la LAU. Por ejemplo, ponía que cada año la parte arrendadora podía resolver el contrato, cuando hasta los cinco años no es legal”. Un punto por el que los dos amigos no estaban dispuestos a pasar después su experiencia previa.

“En otro piso nos quisieron hacer pasar un seguro de impago”, apunta Pablo. Estos seguros son una tasa originalmente introducida en viviendas administradas por fondos inmobiliarios o fondos buitre, pero ya ha sido declarada ilegal en los tribunales. En julio, el juzgado de Primera Instancia n.º 4 de Madrid anuló por “abusivas” esta y otras cinco cláusulas que el fondo Nestar aplicó a 25 familias en un edificio de Villa de Vallecas. Fue una sentencia pionera, la primera que obtenía el Sindicato de Inquilinas de Madrid a título propio.

El caso ilustró además el sinsentido de que sean los inquilinos quienes asumen dicho seguro: Nestar financió parte de su defensa a través de esos pagos. Es decir, los residentes estuvieron financiando su propia oposición judicial. Víctor Palomo, abogado del Sindicato de Inquilinas de Madrid, apuntaba a esa paradoja para recalcar “el nivel de abuso al que se han enfrentado los vecinos”. Ahora, pese a esta y otras sentencias a lo largo del país que subrayan la ilegalidad de esta cláusula, muchos propietarios particulares aprovechan la desesperación que el mercado de la vivienda genera entre quienes buscan piso para imponerla a los arrendatarios.

Pablo denuncia que no son solo las condiciones abusivas lo que los pequeños tenedores están replicando. Alerta de la deriva que están tomando los procesos de selección de perfiles, con criterios propios de grandes empresas que buscan asegurar o maximizar beneficios, y cómo dificultan el acceso a la vivienda para los más jóvenes: “Todos los caseros quieren parejas o familias, o cualquier cosa que no sea gente sin filiación legal compartiendo. Esto nos aboca prácticamente o a falsear relaciones y nóminas o a recurrir al alquiler por habitaciones”.

Este inquilino, de 24 años, acaba con un alegato contra el papel de los pequeños tenedores en la crisis de la vivienda: “Me dan ganas de dar nombres y apellidos de todos los propietarios que nos han hecho sufrir tanto. Cuando es un fondo, por lo menos todo el mundo tiene la identidad de la empresa en mente aunque no sepamos quién está detrás, pero aquí como que tenemos reparos. De hecho yo creo que hablar tanto de los fondos tiene una parte mala y es que legitima a las personas que alquilan una o dos casas. Parece que no tienen responsabilidad en la que tenemos encima con la vivienda. Da la sensación de que ningún casero se siente aludido, todos se consideran buena gente y una excepción. Eso si es que les importa lo que opinen de ellos sus inquilinos, porque para la mayoría solo eres una fuente de dinero a la que exprimir”.