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El infatigable Carapaz sorprende a los favoritos y vuelve a ganar en el Giro seis años después

Como si el Giro de Italia fuera una enorme partida de póquer que se disputa entre montañas, los protagonistas esconden en sus pedaladas lo que su físico y sus sensaciones afirman, para bien o para mal. Conscientes todos de que todavía son balas de fogueo, que el asunto se va a decidir en el encadenado dolomita de la próxima semana, cinco etapas tan exigentes, tanto desnivel acumulado, que nadie podrá disimular nada ya. Tras la lluviosa contrarreloj de Pisa que poco aclaró, los Apeninos fueron de nuevo caldo de especulación. Y en esas aguas revueltas, pocos ciclistas con más colmillo que el infatigable Richard Carapaz.

El ecuatoriano volvió a pescar, su octava victoria de etapa en una gran vuelta, la cuarta en el Giro que ya lograra conquistar en 2022, seis años después de la última en Courmayeur. Un palmarés que será legendario, incluido también el oro olímpico de Tokio. «Elegí el momento adecuado», explicó, como tantas veces hizo en su carrera, ese punch imbatible que puso entre la espada y la pared a los que pretenden ser triunfadores en Roma. Cuando atacó Carapaz, en la última subida del día, Pietra di Bismantova, todos se miraron y lucieron la mejor de sus caretas.

Primoz Roglic pareció flaquear, como unos cuantos kilómetros antes, en el poderoso Alpe de San Pellegrino, uno de los puertos más duros que va a ascender esta Corsa Rosa (14 kilómetros casi al 9%, con paredes finales que rozan el 20), cuando probó Egan Bernal. Tampoco Juan Ayuso, con su parche en su rodilla derecha (en la que recibió tres puntos de sutura tras la caída del domingo en el sterrato) realizó ningún alarde. ¿Estrategia o debilidad? Fue su amenazante compañero, el líder Isaac del Toro, el que amagó con reaccionar al mazazo de Carapaz, pero al poco echó el freno. Después, Mauro Gianetti, el director del UAE Team Emirates, hablaba bajito con el mexicano. «Me tengo que calmar, escuchar la experiencia de los más veteranos de mi equipo», explicó el Torito, tercer día de rosa, cada vez más realidad. Que detalló su intento final, ese extraño movimiento que descolocó a todo el mundo: «No vi a mis compañeros en buena posición y tomé la decisión de parar y esperarlos», puntualizó. En la meta fue felicitado por Ayuso.

Todos son incógnitas y diferencias tan cortas todavía que el ecuatoriano, que aventajó finalmente en 10 segundos al primer grupo (encabezado por Del Toro, que rascó seis con una bonificación que no pelearon ni Roglic ni Ayuso), es ya sexto a no demasiado de los mejores.

«Tenemos las piernas, podemos seguir luchando, quiero intentarlo», pronunciaba el de Carchi, acordándose del cumpleaños de su hijo, una muesca más en su carrera camino de los 32 años, otro zarpazo del veterano entre los jóvenes osados que le rodean. En una jornada que avanzó con las piernas aún entumecidas por la crono del martes por las rampas de San Pellegrino, donde la escapada del día no pudo abrir el hueco. Y eran cinco corredores notables, con Pello Bilbao, Nairo Quintana, Plapp, Fortunato y Wout Poels. El Lidl, con el voraz Mads Pedersen tirando en primera persona, fue el más empeñado en que no hicieran camino.