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El Tren de Aragua, los ‘narcos’ del barco hundido por EEUU y en la diana de Trump

Estados Unidos y Venezuela se han enzarzado en una crisis de dimensiones aún desconocidas a causa del narcotráfico. Anoche, el presidente norteamericano, Donald Trump, anunciaba -casi de pasada- que sus fuerzas armadas habían hundido un barco supuestamente cargado de droga y de traficantes, matando a 11 de ellos. «Terroristas», los llamó. Los narcóticos, siempre según Washington, venían de Venezuela, en un porte comandado por el Tren de Aragua. 

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha reaccionado moderadamente a esta andanada. Tras hacer prometido hace dos días que cargaría con todas sus fuerzas ante cualquier agresión, tras conocerse el despliegue de hasta ocho buques norteamericanos en el mar Caribe para vigilar las rutas de la droga, ahora sólo ha acusado al norte de querer hacerse con el petróleo de su país. Su gabinete, incluso, ha acusado a EEUU de crear con inteligencia artificial el vídeo de la agresión, publicado por Trump en su red social. 

Mientras se aclaran las consecuencias de este choque, insólito entre los dos países americanos, surge la pregunta de qué es esto del Tren de Aragua, la diana de los proyectiles made in USA. De dónde viene, cuál es su importancia, por qué se le ha puesto a la Administración Trump entre ceja y ceja. 

En El HuffPost tratamos de responder a estas preguntas en las siguientes claves.

Por el principio: de dónde viene

El Tren de Aragua es una banda criminal, que nació en las cárceles de Venezuela, creció hasta cruzar sus alambradas, extenderse en barrios, pueblos y ciudades, correr por América Latina usando las rutas de la inmigración y, así, llegar hasta Estados Unidos, donde se desconoce su alcance real pero donde Trump la usó profusamente en su campaña electoral de 2024 (ganó apenas en noviembre, aunque parezca que ha pasado un siglo). 

La organización Insight Crime, un tanque de pensamiento sobre delincuencia y criminalidad con sede en Washington, ha elaborado un informe en el que repasa su evolución y la define claramente. «El Tren de Aragua es la estructura criminal más poderosa de Venezuela y el único grupo local que ha logrado afianzarse en el extranjero. El grupo pasó de ser una banda carcelaria a convertirse en una amenaza de naturaleza transnacional con un amplio portafolio criminal», exponen sus expertos .

Nació en la prisión venezolana de Tocorón entre 2013 y 2014, comandada por Héctor Rustherford Guerrero Flores, alias Niño Guerrero, un delincuente que comenzó su carrera de sangre en 2005, cuando asesinó a un agente de policía en la misma Aragua. El nombre del grupo quizá tenga su origen en el sindicato de una obra ferroviaria que nunca concluyó, una especie de fantasma popular en la región. Para 2017, la prensa caraqueña ya la calificaba de «megabanda». 

Verónica Zubillaga, profesora de la Universidad de Illinois, y Rebecca Hanson, de la Universidad de Florida, especialistas que llevan 37 años investigando a las pandillas de Venezuela, afinan en The Conversation que su florecimiento tiene que ver con una coyuntura nacional de redadas masivas y hacinamiento en las cárceles del país, donde se generó un caldo de cultivo ideal para la aparición de grupos que dominasen en las celdas y los patios, más allá de las autoridades reconocidas. En el caso que nos ocupa, pese a que ahora Trump habla sobre todo de su tráfico de drogas, lo cierto es que en sus inicios el grupo se hizo fuerte con las extorsiones: cobraban dinero por la comida a los presos, por el uso de espacios comunes o de ocio, por darles protección ante otras pandillas carcelarias… 

«Bajo el liderazgo de Niño Guerrero, Tocorón se convirtió en una de las prisiones más notorias del país, en gran parte debido a la política no oficial del gobierno venezolano de entregar el control de algunas prisiones, entre ellas Tocorón, a jefes criminales conocidos como pranes. Esta libertad y los ingresos delictivos de la pandilla permitieron la construcción de un zoológico, una piscina, un parque infantil, un restaurante y un club nocturno dentro de la cárcel», comparte Insight Crime. Tenían en su poder ordenadores particulares en los que operaban con criptomonedas y un notable arsenal de armas, como se desveló cuando la cárcel fue limpiada, en 2023. 

Poco a poco, fueron creciendo a base de sumarse con otros grupos similares, una suma que fue una merienda, porque siempre ellos los que absorbían, no los absorbidos. Ganaron en adeptos y en esbirros, ganaron en fuentes y en dinero, en redes y en deudores. Así controlaron su propia cárcel, ante unos gestores incapaces de seguirles el ritmo. Y así saltaron las alambradas de Aragua, a la calle. Se establecieron, de inicio, en el barrio de San Vicente, en la misma población, pronto en su mano porque impusieron «un estricto control social» a la vez que aportaban recursos sociales a los necesitados que les fueran fieles, creando hasta una fundación. 

Llegaron a un terreno en el que ya había bandas criminales, pero firmaron con ellas pactos de no agresión para sobrevivir. Guerrero dio el golpe de mano sobre todas ellas en 2016, cuando el llamado Tren del Llano perdió a su líder (asesinado) y el Tren de Aragua se quedó con su territorio «en Aragua y parte del estado Guárico». En un año, estaban en cinco estados, multiplicando su poder y aumentando su cartera de delitos: la extorsión, el secuestro, la trata de personas con fines de explotación sexual, el tráfico de migrantes, el contrabando, la minería ilegal, el tráfico de drogas al por menor, la ciberdelincuencia y el robo.

La proyección nacional se trocó en internacional de forma rápida. Primero, a la zona más próxima, la frontera con Colombia, entre el estado venezolano de Táchira y el departamento colombiano de Norte de Santander. Bien armados a estas alturas, se enfrentaron incluso al Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) por el control de las trochas o pasos fronterizos ilegales. No siempre salieron perdiendo, no. 

Así, fueron aprovechando las rutas de la inmigración, esas por las que se han ido buena parte de los nueve millones de venezolanos desde 2013, según el Observatorio de la Diáspora Venezolana. Venezuela tuvo una de las tasas de desplazamiento más altas del mundo entre 2014 y 2018, cuando al menos tres millones de personas abandonaron el país de forma desesperada. A lomos de esa desesperación, los miembros de la banda emigraron y usaron a los migrantes. Empezaron colándose en el mercado de la trata de seres humanos y la explotación sexual, estremecedoramente bien documentado por medios como El Espectador, de Colombia, y la Alianza Rebelde Investiga, de Venezuela, que cuentan las mordidas que pedían por el traslado de personas y el control en nódulos donde se vendía a las mujeres, las pollitas

Sus arcas, a la vez, se llenaban de dinero procedente de otras «economías delictivas», como el mercadeo de drogas y el contrabando de bienes, lo que sumado a los migrantes disparó sus ingresos. La desesperación causa hambre sólo a algunos. En este caso, el Tren pasó de la desesperación de sus compatriotas a la de los vecinos de América del Sur. 

Dónde y cómo está

Transparencia Venezuela -el brazo venezolano de la organización no gubernamental Transparencia Internacional– sitúa entre 2017 y 2018 el salto de estos delincuentes a otras naciones. Hoy tiene células en Colombia, Perú y Chile, además de presencia en Ecuador, Bolivia, Brasil, México y Costa Rica. Argentina ha desvelado detenciones relacionadas con algunos de sus miembros. La Administración Trump, en EEUU, denuncia sin datos un asentamiento cada vez mayor en su territorio. 

Allá donde fue, replicó el modelo creado por Guerrero: cooperación inicial con bandas locales, fagocitación final, establecimiento de células y nuevos reclutamientos entre migrantes (más por deudas pendientes que por convicción). Dice el informe de Insight Crime: «A medida que esas células se fueron consolidando, permearon economías delictivas locales, empleando una violencia selectiva y llamativa para expulsar a los grupos locales y constituirse como una seria amenaza». 

Además de la extorsión y el tráfico de migrantes, las facciones del Tren de Aragua en el extranjero «controlan un sistema de préstamos ilegales (también conocidos como gota a gota), microtráfico, el secuestro, el tráfico internacional de drogas a pequeña escala, la trata de personas y los robos. Cada célula se especializa en actividades diferentes, en función de las condiciones locales», ahonda.

Hanson y Zubillaga insisten en que «no se sabe con certeza hasta dónde se ha extendido el Tren de Aragua más allá de Venezuela», porque también se están detectando casos de delincuentes comunes locales que «se han hecho pasar» por miembros de este grupo, cada vez más prestigioso y conocido en el mundo criminal del continente. Que están y que son un problema, pese a ese agujero de información, es algo cierto y, de hecho, su violencia elevó la preocupación de Gobiernos como los de Chile o Colombia y eso llevó a importantes redadas contra ellos y a que se presionara a Nicolás Maduro para hacer más en su terreno. Fue así como en 2023 más de 11.000 policías y militares accedieron a la cárcel de Tocorón y la desalojaron. Fue un roto importante pero la cúpula de la banda escapó.

Nadie sabe dónde está el Niño Guerrero, pero sí hay noticia de sus dos lugartenientes, Larry Amaury Álvarez, conocido como Larry Changa, y Yohan José Guerrero, o Johan Petrica. La Inteligencia norteamericana desveló que Álvarez escapó en 2015 de Tocorón y se trasladó a Chile en 2018 para liderar esa rama. Las investigaciones en su contra le hicieron a escapar y hay rastro suyo en Colombia, en 2022, desde donde coordinó los trabajos en ambos países. Fue capturado en julio de 2024 en el departamento del Quindío, en Colombia. Petrica, por su parte, se ubica en un grupo de extracción ilegal de oro en Las Claritas (estado de Bolívar, este de Venezuela), donde se cree que Niño Guerrero podría estar escondido. EEUU ofrece recompensas por todos ellos. 

Pese a que su expansión hace que se considere como una amenaza para la seguridad regional, el Tren de Aragua no pasa por su mejor momento. Su crecimiento se ha «ralentizado», afirma el think tank norteamericano, y «la pérdida de su base de operaciones en la prisión de Tocorón y la captura de múltiples líderes de alto nivel en Colombia parece haber afectado parcialmente sus operaciones transnacionales». A ello se suman las persecuciones policiales y judiciales al alza, que han atomizado al grupo, perdiendo cohesión, y también las alteraciones en las rutas migratorias masivas: ha bajado el flujo de personas, han cambiado los accesos (menos en zonas bajo su control) y también las necesidades, ante el bloqueo de EEUU. «Queda por ver si el Tren de Aragua podrá sobrevivir a la fragmentación de sus estructuras en la región».

Su papel en EEUU

Como parte de ese crecimiento internacional, el Tren de Aragua también ha acabado en EEUU. Sin embargo, no hay datos que sostengan que se trata de una amenaza a la seguridad nacional de primer orden, que es lo que indica Trump. Insight Crime dijo en octubre que la «reputación del Tren de Aragua podría haber crecido más rápidamente que su presencia real en Estados Unidos», pero, pese a ello, remarca claramente: «No hay evidencia concreta que señale una expansión estructurada por parte del grupo en el país».

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza del país y la Oficina Federal de Investigación (el FBI) han expuesto en diversos informes que la pandilla está establecida en Estados Unidos con seguridad y su nombre no ha hecho más que repetirse porque se ha convertido en una diana predilecta de la oleada de redadas antiinmigratorias del Gobierno de Trump. Pese a ello, los mismos investigadores reconocen que es complicado aún saber cuántos miembros de esta organización criminal están asentados y cuál es la profundidad de sus acciones. La CNN ha hablado con migrantes en zonas como Florida que dicen que «ya están comenzando a ver el mismo tipo de actividad criminal de la que huyeron en Venezuela».

En julio de 2024, el entonces presidente Joe Biden designó al Tren de Aragua como una importante organización criminal transnacional. Y luego, en el primer día de su segundo mandato, el 20 de enero de 2025, Trump firmó un decreto por el que el Departamento de Estado debía iniciar el proceso para designar a la banda como una organización terrorista extranjera. Ese proceso concluyó con la designación formal, ya en febrero. El decreto, en el que se cita también a la pandilla salvadoreña MS-13 y a los cárteles de la doga mexicanos, denuncia sus «campañas de violencia y terror en Estados Unidos e internacionalmente» y las amenazas a «la estabilidad del orden internacional en el hemisferio occidental». 

En marzo, la Casa Blanca fue a más allá e invocó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, alegando que el Tren de Aragua ha «invadido» el país, bajo la dirección «clandestina o no, del régimen de Maduro en Venezuela». De esta forma, usaba la persecución de un grupo criminal como parte integral de su lucha contra la inmigración masiva. Si habla de «invasión» migratoria, el empleo de la vieja norma se justifica. El pero es, como decimos, que no se han aportado datos negro sobre blanco que evidencien una presencia elevada de sus pandilleros en EEUU y su su afán sea colonizar EEUU desde el crimen. 

Por ahora la excusa le vale y Trump ha deportado a El Salvador a cientos de migrantes venezolanos, detenidos por su presunta vinculación con la organización criminal, en muchos casos sin que las autoridades presenten pruebas concretas. El primer vuelo salió en marzo, avalado por esta amplia facultad supuestamente limitada a tiempos de guerra. Hasta mandó a la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, a hacerse fotos con los arrestados en el reino de Nayib Bukele. «Nuestra investigación en Venezuela, y la de nuestros colegas en otros países, sugiere que el encarcelamiento y las deportaciones masivas de venezolanos residentes en Estados Unidos, tengan o no vínculos con el grupo, probablemente fortalecerán al Tren de Aragua en lugar de debilitarlo», advierten las especialistas Zubillaga y Hanson.

Sostiene Washington que el Tren está «causando estragos en ciudades de todo el país», lo que lleva a medios afines como Fox a hablar de una «infestación», pese a que no se aportan, de nuevo, datos fiables: sólo se sabe que hay presencia en 16 estados, pero no han trascendido los arrestados, los delitos por los que han sido privados de libertad y quiénes pueden ser sus líderes locales. Las dos profesoras recuerdan arrestos en Florida, Pensilvania, California o Texas, distantes y distintos. 

Vídeos grabados en Aurora (Colorado) y Nueva York, en el verano y el otoño del año pasado, en los que se ven agresiones o accesos violentos a viviendas rifle en mano, hicieron que se comenzara a hablar en redes del Tren y fue entonces cuando Trump, que aspiraba a ser de nuevo presidente, los usó en sus mítines, prometiendo que acabaría con esta mafia si retornaba al Despacho Oval. Está, pues, cumpliendo su programa, aunque lo levantó sobre el amarillismo y el exceso: por ejemplo, dijo que el área metropolitana de Denver -donde en los últimos dos años se han instalado en torno a 30.000 venezolanos- era una «zona de guerra». No hay datos que así lo afirmen y, de paso, se criminalizaba a un colectivo de desplazados. 

Sobre la posible relación de Maduro con esta agrupación, lo cierto es que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos considera que su Gobierno «probablemente» no está dirigiendo los movimientos y operaciones de la pandilla dentro de Estados Unidos, según una evaluación desclasificada y publicada en junio. Caracas también tiene en vigor algunas recompensas por parte de sus líderes, defiende que fueron ellos los que hace dos años entraron a la cárcel a desmantelar su central y que la banda de usa como «chivo expiatorio» para atacar su territorio. En junio del año pasado, el canciller Yván Gil declaró que el Tren de Aragua es «una ficción creada por los medios internacionales», indica la BBC, pues entienden que ya no es la amenaza que fue.