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El Victoria & Albert hace un striptease y muestra sus almacenes como una obra de arte en marcha

Moderno, luminoso, accesible y acicate de la curiosidad. El museo Victoria and Albert (V&A), morada londinense del diseño, la artesanía y las artes decorativas, emprende una nueva fase en su relación con el público con la apertura del espacio donde almacena más de medio millón de objetos que no caben en su sede de Knightsbridge ni en sus sucursales del norte de Inglaterra y Escocia. «V&A East Storehouse es una experiencia cultural completamente nueva que transforma la manera en que las personas pueden acceder a su colección nacional, a una escala inimaginable hasta ahora», dijo Tim Reeve, subdirector del museo y gestor del proyecto, que ocupa cuatro plantas y 16.000 metros cuadrados en el distrito cultural del noreste de la capital que está surgiendo en torno al estadio de los Juegos Olímpicos de 2012. La firma estadounidense Diller Scofidio + Rento (DS+R) ha proyectado y dirigido las obras del depósito tras la fachada de hormigón de un bloque de viviendas sociales de finales de los años 60, los Robin Hood Gardens.

En la segunda planta del edificio brilla una de las cuatro techumbres medievales que sobreviven del Palacio Torrijos (Toledo), con su magistral y complicado artesonado arabesco. «Nos llevó cinco años planificar el ajuste y montaje de las piezas en esta sala y tres meses instarlo», explicaba el técnico Matthew Clarke, al recordar que siguió dibujos y planos de época para reconfigurar las 150 piezas de madera y yeso (siete toneladas de peso) de la pieza que España perdió a principios del siglo XX. «Es un momento culminante de mi carrera. Es un objeto impresionante».

Abrir el almacén al visitante fue el principal reto del encargo, según observa el arquitecto Bryce Suite. «El equipo de restauradores del V&A se mostró inicialmente reacio y ahora es uno de los mayores defensores del proyecto. La alegría que esto genera en todos es inmensa», explica a ELMUNDO el socio de DS+R.

Un patio central ofrece una vista panorámica de la colección que se conserva en hileras de estanterías metálicas. Vasijas de cerámica, antigüedades de piedra, trozos de columnas de mármol… A la distancia se entreven arcones de madera, relojes de pie, maniquíes vestidos y desnudos, modelos de diseñadores de moda, guitarras eléctricas y una camiseta vintage del West Ham, el club de fútbol del barrio. «La colección del V&A es ecléctica y variada, casi como un pariente loco que colecciona de todo en el desván. Pero es una colección nacional, que nos pertenece a todos los británicos», dice Suite. La inspiración, según dice, fue «llevar al visitante al centro del espacio y dejar que lo vea todo» a través de barandillas transparentes, ventanas sobre estudios de restauración y un corte de cristal en el suelo que desvela lo que se guisa en el bajo.

La inspiración, según dice, fue «llevar al visitante al centro del espacio y dejar que lo vea todo» a través de barandillas transparentes, ventanas sobre estudios de restauración y un corte de cristal en el suelo que desvela lo que se guisa en el bajo. Varios pasillos conducen desde la zona central hacia galerías con obras que no se exhibían en décadas y a departamentos de acceso restringido, donde se conservan los más delicados archivos y obras.

Brendan Cormier, comisario principal del V&A East, resume los principios que han guiado el diseño y estructura del complejo depósito: reflejar la dinámica diaria del almacén; mantenerlo vivo con una entretenida programación de actuaciones, charlas o talleres; impulsar perspectivas alternativas de reinterpretación» de piezas de la colección. «No contamos una historia única y damos al visitante la libertad de experimentar los objetos como le plazca«, afirma el gestor del Storehouse. A su vez, los arquitectos tientan al visitante a emprender «una gira misteriosa» por el interior del edificio dejándose llevar por el «instinto y la curiosidad».