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Father Mother Sister Brother: Jim Jarmusch recupera a Tom Waits para tomar el pulso de manera magistral al mismo silencio (****)

Teoría: una película es tanto mejor cuanto más difícil sea responder la pregunta ¿de qué va? Es solo una teoría difícilmente demostrable, pero ahí queda. Al menos, es gratis. Father Mother Sister Brother (es decir, Padre Madre Hermana Hermano) quizá podría valer como demostración. De hecho, la única respuesta válida a la cuestión de marras es un gráfico alzamiento de hombros. No hay manera. Y, sin embargo (o precisamente por ello), se antoja irrefutable. Jim Jarmusch trajo a Venecia su último trabajo y el director de la memorable y ya lejana Extraños en el paraíso (1984) volvió a demostrarnos su maestría a la hora de enseñarnos el vacío que se abre al final de cada plano.

Con un reparto de los que hay que poner en orden alfabético porque no hay orden posible de más a menos con Tom Waits, Adam Driver, Mayim Bialik, Charlotte Rampling, Cate Blanchett y Vicky Krieps entre otros, el director cuenta en tres escenas casi quirúrgicas lo que no va más allá de una conversación en familia. Pero, un momento, ¿es posible acaso contar un conversación? Sí, lo es y para eso está Jim Jarmusch que desde sus cortos Café y cigarrillos lleva tiempo contando conversaciones (que no solo mostrándolas) con una precisión completamente ajena a la cafeína, a la nicotina y a cualquier otra sustancia estimulante. Sus personajes hablan entre ellos y mientras lo hacen se cuentan. Se cuentan a sí mismo, cuentan el mundo que les rodea y cuentan la misma posibilidad de contar contándose. Conversaciones que cuentan, sería el eslogan publicitario que mejor el define.

Dividida en tres actos, decíamos, la película reproduce un mismo accidente: unos miembros de una familia se reencuentran. En el primer cuadro, los personajes de Adam Driver y Mayim Bialik van de visita a casa de su padre al que da vida Tom Waits. Hace tiempo que no se ven. Los primeros acuden a ver a su progenitor por aquello de la culpa que arrastran los hijos que abandonan a quien les dio tanto. En verdad, no desean hacerlo, pero esa pésima consejera que es la conciencia cuando se mira en el espejo les obliga. El padre, mentira por mentira, finge. Sabe estar perfectamente solo y hasta lo prefiere, pero no puede por menos que hacer lo que siempre ha hecho: ayudar a que sus críos se sientan más o menos bien o simplemente mejor. Con este argumento, el director compone una historia mínima que crece en cada uno de sus silencios hasta componer un retrato sutil, preciso y profundo de todo lo que, llegado el caso, importa. Hacía tiempo que Waits no resultaba tan querible.

El segundo cuadro insiste más o menos en el mismo argumento, pero con dos hijas (Blanchett y Krieps) de visita a casa de su madre (una escritora de best-sellers tan perfecta como Charlotte Rampling). En este caso, la sutileza llega a doler. La conversación entre las tres a la hora del té podría pasar por un melodrama, pero completamente ausente de gestos, declaraciones altisonantes u océanos de lágrimas. Es decir, un melodrama tan desnudo de sí que acaba por ser el mejor ejemplo del que ha sido capaz el cine reciente de antimelodrama. Es cine que se hace grande en la meticulosa labor de imaginarse diminuto, cercano, de todos. Por último, dos hermanos (Indya Moore y Luka Sabbat) se reúnen tras la muerte de sus padres. Revisan viejas fotografías, recuerdan juntos sus vidas pasadas, almacenan las viejas pertenencias de la familia y recorren París, que es mucho mejor que recorrer muchos lugares del mundo. Nada más. Nada menos. Pero todo tan perfecto como aquel palíndromo perfecto que fue Patterson, la película anterior del director a la que ésta más se parece.

La cámara de Jarmusch ofrece una pieza irrenunciable y silenciosamente provocadora de minimalismo callado. El minimalismo, de hecho, se define en buena medida por lo que tiene de provocación. No es tanto lo que se ve como lo que el espectador construye e imagina alrededor de lo contemplado. Apurando, se podría decir que es el que mira, no el artista, el que confecciona desde su condición de lector la parte más honda de la obra. ¿De qué va entonces Father Mother Sister Brother? En efecto, va de… Simplemente va. Como la nave.

Lucro genocida

Y una nota para la polémica. Preguntado en la presentación ante la prensa por su parecer acerca de que uno de sus productores, Mubi, haya sido acusada de «lucro genocida» por varios cineastas después de que anunciara una inversión de 100 millones de dólares en Sequoia, una empresa de capital de riesgo vinculada a la tecnología de defensa israelí, Jarmusch respondió: «Soy cineasta independiente y he recibido dinero de diversas fuentes para financiar mis películas. Todo el dinero corporativo es sucio. Si analizas cada una de estas compañías cinematográficas y sus estructuras de financiación encontrarás mucha suciedad. Puedes evitarlo y no hacer películas. Pero las películas son mi forma de transmitir lo que me gusta decir. Me preocupa, pero algo que no me gusta es que la responsabilidad de la explicación recaiga sobre nosotros, los artistas. No somos nosotros». Queda dicho.