Fernando Tejero (Córdoba, 1965) tiene un papel fundamental en ‘El Cautivo’, la visión de Alejandro Amenábar de la juventud de Cervantes que se estrena el día 12. Sin embargo, las tragedias de su infancia, del abandono por parte de sus padres a las agresiones por ser homosexual, resurgen cada cierto tiempo y ahora ha vuelto a suceder. El actor, siempre amable, lo asume resignado.
«Siempre cuento lo mismo y llevo mucho tiempo contándolo, pero si me preguntan no sé decir que no, soy demasiado complaciente. Al fin y al cabo, es darle importancia a la salud mental y denunciar la homofobia. Hay gente que piensa que lo hago para victimizarme, pero es justo lo contrario, lo hago con la intención de ayudar. Lo que cuento es que, a pesar de todo eso terrible que me ha sucedido, estoy aquí», explica
- Y hubieras podido no estarlo.
- Efectivamente, como me han dicho siempre los psicólogos, era carne de alcohol, drogas, suicidio… Y no, aquí estoy. Seguiré igual, hablando de las causas que me importan. En cuanto a mi familia… Mira, yo no hablo de ella para hacerle daño a nadie, simplemente cuento una realidad que yo viví y que me hizo mucho daño. Creo que mis padres en ningún momento me dieron a mi tía pensando en el daño que podían hacer, porque si no serían muy malas personas, pero lo cierto es que lo hicieron. De todos modos, he decidido que voy a parar de hablar de aquello porque luego me llaman cansino. He salido de ahí, de la depresión y de los traumas, y ahora estoy encantado de conocerme, por fin.
- Hablabas antes de denunciar la homofobia. ¿Estamos viviendo un resurgir en España?
- Sí y me preocupa muchísimo. Y aquí me da igual que me llamen pesado, exagerado o lo que quieran. Estamos en un momento peligroso. Yo viví la dictadura diez años, sufrí lo que hoy llaman bullying, me apedreaban por la calle, me insultaban, había niños de mi barrio que no querían estar conmigo y uno abusó de mí. Son cosas que no cuento para dar pena, sino como aviso. Son cosas muy graves que antes pasaban y estoy acojonado porque veo un retroceso brutal con esto. Hemos visto a políticos vincular la bandera LGTBI con la pederastia y la corrupción de menores. Eso no puede suceder en un país democrático y está sucediendo. Joder, ahora me vuelve a dar miedo ir solo por la calle siendo homosexual.
- ¿De verdad?
- Claro, porque me puedo encontrar a cuatro exaltados que me peguen una paliza y me revienten por serlo. Hay gente que me insulta en redes diciendo que soy repetitivo y exagerado, pero me da igual y lo repetiré hasta que no pueda más. Siguen dando palizas a homosexuales en España casi a diario. Mataron a Samuel, ese niño precioso con toda la vida por delante, y eso está pasando en este siglo y en este país. Y quiero decir otra cosa: encuentro necesario que haya un Orgullo gay, pero estaría bien que esos dos millones de personas que van al Orgullo estuvieran también cuando se hace una manifestación por casos como el de Samuel, que yo fui a una en la Puerta del Sol y no había nadie. En fin, lo que te decía, veo un retroceso claro en el respeto a la comunidad LGTBI y un odio generalizado que da mucho miedo. Mientras pueda alzar la voz por mis derechos y porque la gente que viene detrás no pase por lo que yo he pasado, lo haré. Me llamarán cansino, pesado y ‘El penas’, pero me da igual.
- ¿Te felicitas a ti mismo cuando piensas en todo esto que has superado?
- Por supuesto. He tardado en aplaudirme, me tenía que haber dado cuenta unos años antes de que tenía mérito, pero la vida es un aprendizaje continuo y cada uno tenemos nuestro ritmo para canalizar y gestionar el dolor. Ahora me quiero más que nunca y lo grito a los cuatro vientos. Soy más feliz que nunca. Sobre todo porque tengo un autoconocimiento brutal. He puesto mucho empeño en que eso fuera así. Haciendo mucha terapia, mucha reflexión y mucha meditación. Por supuesto que me felicito. Tampoco es que me sienta un héroe, pero sé que lo he hecho bien con unas cartas fastidiadas.
- Has comentado que este papel es especial para ti. ¿Por qué?
- Lo primero porque trabajar con Amenábar es un privilegio. Es uno de los grandes, un genio y me ha regalado uno de los personajes más bonitos de mi carrera. Otra cosa es como yo lo haya hecho. Siempre creo que mi último trabajo es el mejor, porque esto es una carrera de fondo y vas aprendiendo así que es lo lógico. Habrá a quien le guste y a quien no, pero nadie me va a hacer dudar de que me he dejado la piel porque si Amenábar te llama y te dice que ha escrito un personaje para ti, es lo mínimo que puedes hacer. Todavía soy como un niño pequeño que a veces no se cree lo que le pasa. Yo me negaba a mí mismo la posibilidad de trabajar algún día con Amenábar, no me creía a esa altura, así que le he dado tantas veces las gracias que ya está harto de mí. Me ha acabado diciendo: «Eres un pesado, tío, estás todo el rato dándome las gracias. Basta ya» [risas].
- Es un papel muy de premios.
- En cuanto a premios no me puedo quejar porque me han tratado fenomenal y tengo muchísimos. Para mí el mejor premio es que me sigan ofreciendo trabajos que pongan cachondo como ha sido este.
- Haces de sacerdote. ¿Qué relación tienes con la religión?
- Fui muy católico, apostólico y romano, pero ya no. Tengo una sensibilidad especial con los niños y no entiendo cómo puede existir un Dios que permita a un niño morir en una guerra o nacer con una enfermedad mortal. Si Dios es nuestro padre y permite eso, joder, pues vaya padre. Eso fue lo que me hizo dejar de creer. Aún creo en una energía, por llamarlo de alguna forma, pero ya no en el Dios de la religión en el que creí muchos años. Hace mucho tiempo que sólo creo en lo que veo.
- Cuándo hablas de niños que mueren en guerras, ¿te refieres a Gaza?
- Sin ninguna duda. Es un tema que va más allá de lo político. No entiendo esta sociedad que ve este genocidio y no hace nada. A quien no se le rompa el alma viendo a una madre o un padre con su hijo muerto en brazos no es un ser humano. Para mí, no lo es.
- Por último, eras amigo de Verónica Echegui. ¿Qué debemos recordar de ella por encima de todo?
- [Tejero se emociona y rompe a llorar] Lo he pasado y lo sigo pasando muy mal. A Vero la conozco de antes de ser la Juani. Hizo conmigo una de sus primeras pruebas, para ‘El penalti más largo del mundo’, y me enfadé un poco con el director porque no le dieron el papel. Entró a esa sala para la prueba y la llenó de luz. Aparte de ser una pedazo de actriz, era una persona maravillosa, tan bonita y tan valiente que piensas que no se va a morir nunca. No fui capaz de ir al tanatorio porque no quería afrontar la realidad de que se haya ido. Aunque nunca se irá porque ha dejado un legado precioso como actriz y como persona. Era una persona mágica y se me rompe el alma.