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Inma Cuesta: «En el cine español da corte reconocer que las películas comerciales hacen que la rueda gire»

Los famosos reaccionan de dos maneras cuando reciben una pregunta incómoda o, directamente, inadecuada: se cabrean y la entrevista muere o tragan por no generar una situación violenta. Inma Cuesta (Valencia, 1980, aunque criada en Arquillos, Jaén) no es así. La actriz, que forma parte del all star que protagoniza ‘Un funeral de locos’ (ya en cines), te regaña con la sonrisa y la firmeza de una profesora de las buenas. Se lo comento y se parte de risa: «Esto es muy andaluz, pero mi madre siempre decía que con gracia puedes decir cualquier cosa y lo he convertido en un arte».

La última vez te pregunté sobre la conciliación y me dijiste que a ver si preguntaba lo mismo a Quim Gutiérrez, que también había sido padre y a los actores nunca les sacamos ese tema. Tenías razón.
Lo sé [risas]. En los photocalls lo clavo cuando me hacen una pregunta que no quiero contestar, en plan con quién estoy saliendo o que me meta en un charco que no me apetece. En lugar de enfrentarme y entrar en una cosa fea, porque no hay necesidad y esas personas están ahí para preguntarte lo que consideren, suelto un rollo: «Mira que os gusta una telenovela, cómo os va el romance, jajaja jejeje. ¿Estáis bien? ¿Necesitáis algo?». Y mientras te vas yendo y nadie se ofende. Desde el respeto y la educación se puede decir todo lo que uno cree y piensa, también decirte a ti que no estoy de acuerdo con algo o que esa pregunta no me parece bien. Decir lo que pienso es educacional por parte de mis padres, y también mi manera de ser.
Lo cierto es que siempre pareces tener muy claro lo que piensas.
No te creas, no tanto. Hay veces en que dudo y mi opinión se puede transformar. De hecho, me inquieta la gente que siempre piensa igual. Evolucionamos, maduramos, tenemos otro punto de vista conforme vamos viviendo y experimentando. Pero, sí, tengo un compromiso muy fuerte con la verdad, con la mía, y creo que eso forma parte de mi trabajo. Aunque parezca que lo que hacemos es mentir, porque al final estamos interpretando otras personas, yo lo hago desde la verdad y me parece muy importante comprometerse. Por ejemplo, cuando decides dejar un proyecto o una serie en los que llevas mucho tiempo, los representantes siempre se encargan de comunicarlo. Yo voy en persona: «Estoy agradecidísima por todo este tiempo, pero creo que ya he terminado aquí». En la vida, tanto profesional como personalmente, a mí me gusta dar la cara.
La película es un quién es quién del star system del cine español.
Hemos disfrutado muchísimo. He coincidido en pocas escenas con mi amigo Quim, al que adoro, pero me he divertido mucho con Gorka (Otxoa), con Hugo (Silva) y con Resines, que siempre es una risa. Además, al fin he conseguido trabajar con Belén Rueda, que tenía muchas ganas y no había forma. Ha sido una experiencia muy gratificante y rodar en San Sebastián siempre es bien como imaginarás…
Hace unos años dijiste que no te gustaba el rol que se solía dar a la mujer en la comedia española. ¿Ha cambiado?
Hay de todo, pero ahora hay mucha más comedia que me interesa. Entonces rechazaba muchos papeles que eran siempre él mismo, el obvio, el cliché. Cada vez llegan menos propuestas así y es una buena señal porque disfruto mucho haciendo comedia. Es dificilísima, pero se pasa muy bien. Ha habido una evolución en ese sentido, ahora hay comedias cada vez más variadas y es importante porque la gente también necesita ir al cine a reírse un rato.
Olvídate de ganar un premio por una, eso sí.
Ya, cuando me nominaron al Goya por ‘3 bodas de más’ fue casi un hito. Sabía que no me lo iban a dar, pero al menos alguien había pensado que una comedia pura podía merecer premios. Todas las películas son necesarias, también las supercomerciales, como es ‘Un funeral de locos’, a las que va la gente en avalancha al cine porque esto es una industria y se tienen que mantener. Me encanta ver y hacer pequeñas películas de autor, más intimistas, pero estas necesitan a las supercomerciales para que la rueda gire.
Siempre has compaginado ambas facetas, desde el prestigio de ‘La novia’ o ‘Blancanieves’, a comedias comerciales como esta, ‘Primos’, etc.
Es que parece que en el cine español da corte reconocer que las películas comerciales son necesarias y hacen que la industria se mantenga, pero es una realidad. Es absurdo darle la espalda a eso y decir: «Es que yo no hago cine comercial»… Pues, cariño, te estás equivocando. Yo no tengo ningún complejo por eso, una tiene que hacer lo que le toca en cada momento y fluir. No pasa nada y no se me caen los anillos. Tiene que convivir todo y la comedia es fundamental para la industria. Además, se están haciendo cosas maravillosas ahora mismo, como ‘Celeste’, por hablar de una serie y no sólo de cine.
¿De qué te ríes tú?
Depende del momento, pero debo confesar que las caídas me hacen mucha risa, especialmente las de verdad. Sé que no está bien, pero es algo que no puedo controlar. Soy incapaz, lo siento, me da la risa tonta. También me río con otras cosas muy bobas, como los vídeos de animales o de niños que me salen en Instagram, pero con las caídas es superior a mí. Me río muchísimo.

Has montado una productora, Loba Loba, junto a tu pareja, Ángeles Maeso. ¿Cuál es el propósito?
Arrancar [risas]. Estamos en el camino porque fácil no es. Tenemos ya varios proyectos en proceso, pero ahora que estoy al otro lado me doy cuenta lo largo que es el camino, de cuánto se tarda en sacar una película adelante… si es que se saca. Además, también tengo muchas ganas de volver a hacer teatro y estamos buscando textos que nos llenen. Ah, y también hemos escrito un guión. Joder, me estoy agobiando al decirlo todo seguido [risas]. Estamos con mucho movimiento y creo que cuando arranque un proyecto ya irán todos detrás tucutú tucutú tucutú, pero, madre mía, qué difícil es.
Una vez conquistado a lo grande el mundo de la dirección, ¿es la producción el techo de cristal que le queda por romper a la mujer en el cine?
Hay muchas y muy buenas productoras, pero aún no suficientes. En realidad Loba Loba nació con la idea de controlar mi destino y hacer los proyectos que de verdad quiero hacer. Al final dije: «Si la montaña no viene a Mahoma, pues tendré que ir yo a la jodida montaña» [risas]. Además, Ángeles sí ha trabajado en producción y controla más todo el tema. No quería seguir esperando a que me lleguen propuestas y hacer cosas simplemente porque en ese momento no tengo nada interesante. El objetivo es buscar nosotras las cosas que queremos hacer, buscar las historias, buscar nuevos directores y directoras, buscar nuevos caminos, escribir…
¿Qué quieres contar?
Estamos trabajando en ello [risas]. Sobre todo quiero buscar voces de nuevas guionistas y nuevas directoras y personajes más diversos. Es un hecho que a partir de cierta edad tienes que estar peleando mucho porque hay muchas actrices maravillosas de más de 40 y no hay suficientes proyectos interesantes con personajes protagonistas que sean el motor de la historia. Hay pocos papeles así y somos tantas que no te va a tocar a ti siempre porque tiene que haber movimiento y variedad de rostros. Eso lo entiendo perfectamente, así que me toca sacarme las castañas del fuego sola.
¿Empiezas a notar que los papeles escasean?
Yo precisamente no me puedo quejar porque cada año, si no estreno una serie, estreno una película, pero, evidentemente, cuando tenía 30 tenía mucho más trabajo que ahora. También es cierto que hoy pienso mejor lo que hago y escojo mucho más, pero había más movimiento antes. Eso es así. Luego, tengo la suerte de que aparento menos edad de la que tengo y, por lo tanto, me voy salvando porque siempre creen que soy más joven de lo que soy, pero soy consciente de que compañeras ya cerca de los 50 me lo dicen: «Es que no hay nada». Si yo, siendo tan afortunada, lo noto quiere decir que el problema existe y esto no es una queja, es una realidad. Pero mejora y va a mejorar más. Y rápido. Todo está evolucionando y creo que estamos en un buen momento para las mujeres en el cine. Aunque aún quede, claro.
Una de las cosas pendientes es el tantas veces anunciado #MeToo el cine español.
Creo que con esto hay una evolución clara porque ahora se habla constantemente de algo que antes se silenciaba. Yo, por suerte, no he vivido ninguna experiencia de ese tipo, pero tengo compañeras que han sufrido situaciones muy incómodas, muy desagradables y es necesario hablarlo. Y si tiene que explotar, que explote. ¿Que hay casos superimportantes que están ahí, no salen y tienen que salir? Por supuesto que sí. Que salga todo lo que tenga que salir porque, evidentemente, tenemos que sentirnos seguras en todos los entornos, pero también creo que ahora mismo estamos mucho más protegidas que antes. Nos sentimos más seguras porque se toman medidas y porque también nosotras tenemos la libertad de hablarlo.
Juntando lo de cumplir años con la peli, ¿has empezado a pensar en la muerte?
No soy una persona que piense mucho en el futuro. Siempre he sido muy melancólica, muy nostálgica de recordar cosas del pasado, y como actriz y madre me obligo a vivir muy en el presente. Así que el futuro es el que pierde en esa lucha, pero es verdad que por edad ya toca que empiecen a pasar cosas más feas. Llevo unos años viviendo cosas muy fuertes a nivel personal, con enfermedades de familiares y sustos con mis padres, y eso sí que da mucho vértigo. No sé, es raro. No nos educan para pensar en la muerte, que al final es una parte de la vida. «Para morirte no hace falta nada más que estar viva», que decía mi abuela. Y cuando tienes hijos te da más vértigo todavía porque piensas que tienes que estar bien y fuerte porque quieres estar aquí para ellos. Mucha responsabilidad [risas]. Como no quiero obsesionarme con eso, intento no pensarlo
Pero no siempre se consigue.
No, no, a veces viene. En España hay una cosa muy oscura con la muerte que tiene que ver con la religión, las plañideras y toda esta cosa tan folclórica., pero hay otras culturas en las que se celebra, en las que se despiden con alegría. Evidentemente es doloroso, pero en muchos velatorios he tenido ataques de risa incontrolables. En velatorios de gente a la que quiero mucho ha pasado una tontería y me he tenido que ir porque estaba llorando de risa y me estaban mirando fatal ya. Repito muchos dichos de mi abuela, pero es verdad que no hay velatorio sin risa ni boda sin llanto. Yo es que he vivido velatorios muy almodovarianos en mi pueblo. Mis abuelos se velaron en su casa, todo el mundo allí, las vecinas hasta las tantas, grandes llantos… Muy fuerte. Como en las películas de Almodóvar, vamos.
El verano pasado colgaste por primera vez una foto con Ángeles y se montó un revuelo tremendo pese a que no era ningún secreto que sois pareja. ¿Cómo lo interpretas?
Flipé, porque vamos… Es una foto súper natural sin morbo alguno. Soy una persona muy discreta con mi vida personal, aunque sin esconderme de nada evidentemente, y por eso llamó tanto la atención, supongo. Soy la primera sorprendida porque llevo una vida normal, no estoy pendiente de redes sociales, no tengo ni tiempo y me aburren, un día pongo una foto que me parece bonita y ves que eres noticia en todos lados por nada. Da susto y no voy a poner nada más porque no quiero que mi vida personal se convierta en noticia. Yo no quiero ser referente de nada por mi orientación sexual. Si lo soy, maravilloso porque yo no tuve referentes de niña, pero no lo persigo, sólo muestro con naturalidad lo que es natural. Ahora mismo me siento superlibre. En otro momento a lo mejor no tenía la capacidad de estar relajada para hablar de que he montado una productora con mi pareja y ahora la tengo. Entonces, si alguien quiere hacer una noticia de una foto de dos mujeres, pues ya está.