Tenía que pasar y pasó. Pese a las advertencias del festival de que las preguntas en la comparecencia ante los medios fueran exclusivamente sobre la película y la carrera de la actriz que recibía el segundo Premio Donostia de la edición número 73 del Festival de San Sebastián, apareció el gran tema de todos los días: Palestina. Y Jennifer Lawrence, de ella hablamos, sin modificar un milímetro el gesto, dijo lo que tenía que decir: «Estoy aterrada. Me mortifica. Lo que está sucediendo es nada menos que un genocidio, y es inaceptable. Estoy asustada por mis hijos, por todos nuestros hijos… Lo que me entristece es la falta de respeto que impera en el discurso político estadounidense actualmente. No hay integridad, los políticos mienten, no hay empatía. Y todo el mundo debe recordar que, si decides ignorar lo que sucede en otra parte del mundo, no pasará mucho tiempo antes de que también pase en el tuyo. Ojalá hubiera algo que yo pudiera decir o hacer para arreglar este situación tan compleja y vergonzosa. Me rompe el corazón. Pero la realidad y mi temor es que mis palabras serán usadas para echar más gasolina al fuego sobre algo que está en las manos de nuestros políticos. Me gustaría que la gente tuviera claro quiénes son los responsables y que actúen cuando les toque votar en lugar de dejar que los artistas que tratamos de expresarnos seamos señalados en vez de aquellos que son realmente responsables».
Queda claro.
Hasta llegar aquí, Jennifer Lawrence apenas tuvo tiempo para dar la razón a un periodista que le preguntó por la censura a los medios de la actual Administración («Nuestra libertad de expresión está siendo atacada», dijo) y para extenderse sobre los azares de la producción de una película, la que presentaba, que fue sugerida por Martin Scorsese tras leer en su club de lectura el libro de Ariana Harwicz en el que se basa. Luego, ella misma se empeñó en producir y protagonizar Die My Love y ella misma encargó a Lynne Ramsay la dirección. «Leí el libro tras dar a luz a mi primer hijo. No estaba en una situación tan dramática como el de la autora y pude contemplar las circunstancias con mayor profundidad. Luego el posparto de mi segundo fue algo más complicado y el acercamiento fue mucho más intenso», dijo.
Para situarnos, Die My Love cuenta cómo una madre acosada por la psicosis lucha por mantener la cordura. En realidad, el argumento no existe. No es tal. La directora propone al espectador acercarse a la pantalla y no tanto asomarse como meterse dentro de la nube radioactiva que nubla el alma de la protagonista. Ella y su pareja al que interpreta Robert Pattinson van al campo, tienen un hijo, ella mata al perro, araña la pared del baño… Y esas cosas. La película está planteada como una auténtica provocación. La idea no es desentrañar las oscuridades de la maternidad ni reflexionar sobre la importancia de ocuparse de las enfermedades mentales ni mucho menos se trata de ofrecer una guía de conducta en caso de encontrarse con algo parecido. Todo es más crudo, todo es más Jennifer Lawrece tal y como se la imaginó Scorsese el día que leyó el libro. Desencadenada.
Afirmó Lawrence que las madres tienen que soportar un trabajo ímprobo quizá no reconocido. También se detuvo en celebrar el auge de directoras en el nuevo Hollywood por «ofrecer una visión más del mundo que nos beneficia a todos». Citó a Greta Gerwig y a Zoë Kravitz se conjuró para que los avance sigan avanzando. Y todo ello con un Premio Donostia que celebra una actriz dentro de una película en la que su protagonista se ofrece en canal como pocas veces antes hemos visto a un actriz en general y mucho menos a una de las consideradas estrellas de Hollywood. Si el patrón oro de las interpretaciones vibrantes, inasibles, enigmáticas e infranqueables es la lección de Gena Rowlands en Una mujer bajo la influencia, de John Cassavetes, es ahí donde se dirige una actriz que tras años entregada a superproducciones con memorables excepciones como Madre!, de Darren Aronofsky; o El lado bueno de las cosas, de David O. Russell, que le lllevó a lograr el Oscar para el que ha estado nominada hasta tres veces más. Joven Premio Donostia, pero Premio al fin.
Y llegados a este punto, Palestina. Es un genocidio y es inaceptable.
