Cada reaparición de Jennifer Lawrence se parece bastante a un regreso. Pero no a uno cualquiera, sino al más esperado de todos ellos. No es que Jennifer Lawrence tenga una nueva película, sino que Jennifer Lawrence vuelve. Y es así desde que fuera premiada en Venecia por su trabajo en Lejos de la tierra quemada dos años antes de recibir su primera nominación al Oscar por Winter’s Bone. Luego tendría tres más y entre ellas, el sonado tropiezo en la escalinata camino de su primera estatuilla por su buen hacer en la discutible El lado bueno de las cosas. Entonces contaba con tan solo 22 años. Ahora, 13 años después y con blockbusters en su cuenta corriente como la saga Los juegos del hambre, Jennifer Lawrence, ya se ha dicho, vuelve. Y lo hace en plancha, con uno de esos papeles desgarrados que, por su exposición y arrojo, la crítica da en llamar, como poco, «audaz». Rara vez un adjetivo así es aplicado a un actor por mucho que se abra las carnes en la pantalla, pero tratándose de una mujer… ¿Siente acaso que hay un doble, machista y muy paternalista rasero? «No sabría decir», responde cauta en su encuentro con la prensa en el pasado Festival de San Sebastián. Y sigue: «Aunque ciertamente, el lenguaje es diferente según se hable de hombres y mujeres. Pero, entiéndase bien, no me ofendo, simplemente es distinto». Y ahí, de momento, lo deja.
Die My Love es el título de la película de su regreso. La cinta dirigida por la siempre visceral Lynne Ramsay adapta la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz Matate, amor (nótese que el verbo va sin acento y la frase con coma imperativa en medio). Se trata de una traducción del libro a la pantalla que no deja ni prisioneros ni heridos. Todo abierto en canal. Todo puro desgarro tanto emocional como carnal. Se cuenta la historia de una pareja que, tras mudarse al campo por aquello de iniciar una nueva vida apartada de la misma vida, decide tener un hijo. Lo que sigue es crisis, una crisis que tiene que ver con la depresión posparto, con la angustia, con el vacío, con el miedo y, por qué no, también con el amor, con un amor infinito que no cabe ni en el cuerpo de la actriz ni en la misma pantalla. Ya habíamos dicho que estábamos delante de todo un regreso. «Llega un momento en la vida en que el que no tiene sentido que abandones a tu familia si no crees que lo haces por una muy buena razón», dice por aquello de dejar claro que a) dinero no le hace falta y b) la que habla, además de protagonista, es productora.
El caso es que la película llega a la vida de Jennifer Lawrence en un momento que no se puede calificar de momento cualquiera. El argumento central de la cinta es la maternidad cuando ella misma no hace tanto ha sido madre por segunda vez. «Ser madre», comenta por aquello de unir los puntos entre la realidad y la ficción, «ensanchó mi corazón. Nunca pensé que podría sentir tanto amor y tanto miedo a la vez. Sin duda, la maternidad supone un sacrificio personal enorme tanto personal como laboralmente, pero la recompensa es increíble. Además, siendo egoísta, para una actriz que trabaja con las emociones, te ofrece un material inagotable de inspiración, es un auténtico pozo de sentimientos». Pausa. «Por otro lado, está siempre bien contrastar pareceres. La madre que yo soy es distinta a la madre que soy en la pantalla, pero hay algo en común que convierte la experiencia de dialogar con mi personaje en muy enriquecedora y, por qué no, también muy divertida. Me preguntaba qué haría yo en su situación y las respuestas que surgían eran muy inquietantes».
«La mirada femenina no es tan diferente de la masculina. Todos nos sentimos atraídos por algo que es bello, sexual y poderoso»
Lawrence está convencida de que el cine cumple una función. «Creo que el arte desafía a la sociedad, le exige resistirse a las normas, cuestionar las cosas. Así que creo que es una parte intrínseca de ser artista el discutir el status quo», afirma rotunda. Digamos que la que habla es la Lawrence de Madre!, la Lawrence de No mires arriba y la Lawrence de Causeway y no la Lawrence de Gorrión rojo, X-men o la ya citada Katniss Everdeen, de Los juegos del hambre. Es, en efecto, la Lawrence que prepara su próxima película con Martin Scorsese (What Happens At Night) y la Lawrence que cuando nadie se lo esperaba sorprendió a la concurrencia en la sala de prensa de San Sebastián con una de esas declaraciones que refutan ese empeño por no mancharse que últimamente acompaña a las estrellas. «Estoy aterrada. Me mortifica. Lo que está sucediendo [en Gaza] es nada menos que un genocidio, y es inaceptable. Estoy asustada por mis hijos, por todos nuestros hijos… Lo que me entristece es la falta de respeto que impera en el discurso político estadounidense actualmente. No hay integridad, los políticos mienten, no hay empatía. Y todo el mundo debe recordar que, si decides ignorar lo que sucede en otra parte del mundo, no pasará mucho tiempo antes de que también pase en el tuyo», fue lo que dijo.
Queda claro.
- En la segunda parte de su declaración manifestaba que temía que se malinterpretaran sus palabras. Lleva desde muy joven convertida en centro de atención, ¿es mayor el miedo ahora que antes?
- Sí. Es difícil y, en efecto, da miedo hablar de cualquier cosa. No solo a nivel personal, porque sabes que alguien se va a molestar o a herir. No, lo que es más importante es que lo que diga, sea lo que sea, se utilizará como una distracción de los problemas reales. El clickbait rápidamente convierte en titular lo que diga un actor, cuando en realidad hay cosas mucho más importantes que necesitan la atención del público. Desde ese punto de vista, da miedo. He estado en el ojo público durante mucho tiempo y me resbalan completamente las barbaridades que digan sobre mí. Lo que me preocupa es que estemos hablando de una frase que dije y no de las personas que ahora mismo están siendo deportadas ilegalmente en mi país.
No en balde, la que así se expresa no ha dudado desde muy el principio y desde probablemente su posición de privilegio en significarse en todos y cada uno de los movimientos que han convulsionado Hollywood y alrededores en los últimos años. «Sin duda queda mucho por hacer y mucho cambio aún necesario. Todavía existe una brecha salarial significativa entre hombres y mujeres. Pero creo que el movimiento MeToo cambió el mundo. La sociedad y las mujeres durante tanto tiempo normalizaron cosas que simplemente no son normales, en lo más básico, en cómo esperamos ser tratadas. También cambió en que el mundo se está abriendo más para que contemos nuestras historias. Pero sí, todavía queda un largo camino por recorrer», dice para que quede clara su postura, su ideario y su hasta su forma de estar en el mundo. Y sigue: «Desde que a las mujeres se les ha permitido tener un asiento en la mesa y les han abierto las puertas, el mundo creativo se está expandiendo. Para todos. Las mujeres tenemos una experiencia de vida diferente y eso nos favorece a todos… Eso no quiere decir que la mirada sea otra. La mirada femenina no es tan diferente de la masculina. Todos nos sentimos atraídos por lo bello, lo sexual, lo poderoso».
«Me preocupa que se utilice lo que decimos los famosos para desviar la atención y no hablar de las deportaciones»
Die My Love es, de hecho, todo eso que dice Lawrence. Es una película bella, poderosa y nada pudorosa en lo sexual. «Es una película esencialmente sincera y eso exigía sinceridad en todo, también en el sexo… Pero la verdad, y pese a la apariencia de intensidad, es que lo pasé muy bien durante el rodaje. Mi personaje sufre, yo no tanto. Estaba en mi segundo trimestre de embarazo de mi segundo hijo, así que tenía esas hormonas que te hacen sentir bien después de tres meses de estar muy mal todos los días. Tenía más energía que nunca y lo pasé genial. Al final, era un trabajo tan agotador que pocas veces recuerdo haber dormido tan profundamente y tan bien», rememora por aquello de quitar dramatismo al drama. Y dicho lo cual, se detiene y se diría que hasta se corrige: «Creo que recientemente, por fin, hemos empezado a ver a las madres como seres humanos. El libro de Ariana es buena prueba de ello. Trabajar y criar hijos es extremadamente agotador. Es un trabajo muy duro. El proceso de parto y posparto hace mucho daño al cuerpo y a la mente, y ya no creo que tengamos que fingir que es fácil. Sí, definitivamente, hay que poder decir: ‘Lo estoy pasando mal’ sin que nadie piense ya que eres una mala madre».
Cuenta Lawrence que se siente bendecida. «Me siento muy afortunada. Trabajé muy duro durante toda mi veintena y disfruté de unas oportunidades increíbles que ahora me permiten vivir relajadamente y disfrutar con más intensidad del proceso artístico, que es lo importante. Por fortuna, ya no me preocupa ni la reputación ni el construir una carrera. Mi única preocupación en este momento es no alejarme mucho de mis hijos y trabajar en lo que me gusta. Para ausentarme de casa necesito una muy buena razón», concluye. Lo dicho, Jennifer Lawrence ha vuelto, ha vuelto a volver.
