La imagen de John Boyne (Dublín, 1971) ha cambiado mucho en los 25 años que han transcurrido desde la época de El niño del pijama de rayas. El novelista irlandés parece ahora un hombre mucho más seguro de sí mismo que cuando era un niño prodigio al que el éxito le cayó como un rayo cae sobre un árbol. También el talento de Boyne ha cambiado. En su nueva novela, Una escalera hacia el cielo, la narración está construida sobre un villano llamado Maurice, un camarero de 20 años, guapo y encantador, decidido a ser escritor y a tener hijos. Para lograrlo, vampirizará a todas las personas que se dejen seducir por él: tutores, maestros, esposas, alumnos…
- ¿Se anima a citarme escritores cuya obra admira de los que le conste que fueron malas personas?
- Ay, Dios, creo que nunca he sido muy consciente de la moralidad de los escritores a leo. E intuyo que lo contrario puede ser un error. Sé que estamos en una época que representa lo opuesto, estamos en un nuevo mccarthismo en el que una opinión equivocada puede cambiar el juicio sobre una obra… En el fondo, lo que me ocurre es que me cuesta decir de alguien, de un escritor, que es una mala persona.
- ¿Dónde estaba usted a los 20 años? ¿Ya quería ser escritor?
- Quería ser escritor desde los nueve o 10 años. Pasé la adolescencia escribiendo, obsesivamente enfocado en ser escritor. Escribía relatos cortos y los enviaba a revistas y periódicos. Antes de los 20 empecé a publicar.
- ¿Qué tipo de escritor quería ser?
- Yo creo que todavía no tenía una ruta clara. Todavía estaba aprendiendo las habilidades propias de un oficio. Trama, personajes, tema, diálogos… No pensaba en qué tipo de escritor quería ser sino en crecer como escritor. Entre los 20 y los 25 empecé a sentirme seguro de que era un escritor y de que mi destino era publicar novelas. Debuté a los 29 años, hace justo un cuarto de siglo. Supongo que en ese momento estaba conforme con la idea de escribir novelas más o menos históricas en las que mi vida no estuviese presente. No quería escribir nada personal. Seguí ese camino durante la primera mitad de mi carrera. Cuando me sentí más seguro de mí mismo, escribí El pacifista, que también era una novela histórica y ocurría en la I Guerra Mundial, pero que ya tenía algo que ver conmigo. Había personajes homosexuales y una historia de soledad en la que me reconocía. Eso ocurrió en 2012. Desde entonces, ese ha sido mi camino. No diría que me haya convertido en un escritor político pero sí que he empezado a ser más consciente del mundo en el que escribo.
- ¿Cuál era su talento natural?
- Contar historias. Creo que… creo que soy bueno con las ideas, que soy bueno teniendo ideas y convirtiéndolas en novelas. Lo que me angustia es que cumplo años y se me acaba el tiempo para desarrollar esas ideas. El amor por lo que hago no ha cambiado y creo que escribir me sale mejor ahora que cuando empezaba. Soy muy ambicioso como escritor. Tengo 54 años y todavía pienso en los libros que me faltan por escribir.
- ¿Y no echa de menos la época en la que escribía libros menos personales? ¿No era más sencilla?
- El cambio fue algo natural, una evolución. No sería capaz de escribir nada tan personal si no hubiera escrito antes libros históricos sobre la primera mitad del siglo XX.
- ¿Es un escritor competitivo?
- Soy ambicioso y, a la vez soy, probablemente, el escritor menos competitivo que conozco. Nunca me han preocupado los éxitos de otros escritores ni los premios. Eso lo he visto en otros escritores, incluso en amigos. Están obsesionados con lo que gana cada uno, con los premios, con las críticas. Como tema de conversación, me agota. A todos mis amigos les deseo el mayor de los éxitos, pero ya, eso es todo lo que tengo que decir al respecto.
- En este libro aparece el circuito completo de los talleres de escritura creativa, de las revistas literarias y de los festivales literarios. Desde fuera, es fácil ver toda esa industria con ironía: la creatividad no se enseña, las revistas literarias tienen audiencias muy pequeñas y los festivales parecen hechos para captar patrocinios.
- De los talleres de escritura creativa tengo experiencia como alumno y como profesor. No enseñan a escribir pero animan a llevar las ideas más allá. Ponen a prueba nuestras ideas, vemos cómo crecen las ideas de otros compañeros… Me gusta la idea del tutelaje. Además, nadie duda de que las escuelas de cine o de pintura tienen sentido. ¿Por qué no iban a tenerlo las escuelas de escritura creativa? Para mí fueron muy útiles. De los festivales literarios le diré que son una bendición para los escritores porque nuestro trabajo es muy solitario y necesitamos hablar con los lectores, saber que no estamos solos, lanzando mensajes al vacío. Cuando alguien nos pide que firmemos un ejemplar, toda esa soledad tiene un poco más de sentido… Todo esto va de tener lectores. Lo de los patrocinios me da un poco igual, mientras no nos impongan asociaciones horribles. A ver, yo también tengo la tentación de ver con ironía la industria del libro, también soy consciente de sus debilidades y de las veces que todos tenemos que no morder la mano que nos da de comer. Pero debilidades así hay en todas las industrias. Este sigue siendo un mundo bastante honorable en el que la gente se mueve por el amor a los buenos libros.
- ¿Le gustan las relaciones que se crean en torno a la literatura? ¿La amistad entre escritores comparada con la amistad entre dos abogados o dos profesores?
- Sospecho que se parece mucho. Bueno, nuestro trabajo está sometido al juicio público. Los elogios desmesurados hacia un colega pueden hacer que nos cuestionemos a nosotros mismo. Y los elogios desproporcionados existen en este mundo, existen los libros que no son tan especiales pero que aparecen en todos los periódicos. Nuestras familias lo leen, eso también es importante. Digamos que la única particularidad de este mundo es que somos conscientes de los éxitos y los fracasos de nuestros colegas.
- Hay un atributo muy interesante en Maurice, el personaje de Escalera hacia el cielo: puede escribir bien sobre cualquier tema pero no tiene ideas interesantes, no es creativo. ¿Es ese su miedo como escritor?
- Podría serlo, sí. Tiene que ser muy frustrante saber que tenemos la habilidad pero no tenemos la materia prima. Estaba pensando en la gente que toca muy bien el piano pero no puede cantar, que tiene una voz espantosa y se prohibe salir al escenario.
- Bueno, eso le pasaba a Burt Bacharach y le fue bien.
- Es verdad. Leí que Elton John se sentía incapaz de escribir letras para sus canciones al principio de su carrera. Encontró un socio, un letrista muy bueno, y su carrera despegó. Yo no preparo tramas. Defino ideas y las desarrollo para ver hasta dónde me llevan. De Maurice supe que iba a ser alguien manipulador, dispuesto a robar las historias de la gente que le quería. Pero no sabía que iba a ser tan malo como es hasta que me puse con ello.
- ¿Cuál es su mayor miedo como escritor?
- Perder la pasión por lo que hago. Pero no me imagino en esa situación. Me odiaría a mí mismo. Nunca me he sentido así, siempre he pensado que el libro que estaba escribiendo era el mejor libro que podía escribir. Aunque luego no fueran grandes obras de arte.
- ¿Tiene una opinión justa de sus libros? ¿Sabes cuáles son buenos y cuáles no y por qué?
- Creo que sí. Podría ponerlos en fila de acuerdo con su valor, del mejor al peor. Las furias invisibles del corazón sigue siendo mi libro favorito. Este está en el siguiente escalón. Me gusta la complejidad de la estructura, y la manera en que se funde el drama, la tragedia y la comedia. Es un libro personal que habla del mundo en el que vivo.
- He visto que Luisgé Martín presentó su último libro en España. No sé si sabe que Luisgé cayó en desgracia este año, como le ocurre a algunos de sus personajes. No voy a preguntarle por su caso, pero sí me gustaría preguntarle por la obsesión por las infamias ajenas. Como si cada caída en desgracia nos alegrara porque no nos ha tocado a nosotros.
- Yo también he tenido mi cuota de malos momentos, mi cuota de frases que han sido malinterpretadas y que se han vuelto en mi contra. No fue nada divertido. Las reacciones pueden ser tan crueles, la gente se puede olvidar tanto de su humanidad cuando empieza a escribir en redes sociales… Y el caso es que yo nunca me he visto a mí mismo como a un provocador. Nunca he escrito contra nadie ni para causar ningún conflicto. Tampoco he sentido ningún placer en la infamia de otros. Lo he pasado mal, he visto a gente querida pasarlo mal. Situaciones así miden nuestra decencia como personas.
- ¿Le puedo preguntar por el personaje de Gore Vidal en esta novela? ¿Lo conoció?
- Ya me hubiese gustado conocer a Gore Vidal. Siempre he amado sus libros, siempre me encantó el personaje que se hizo, tan divertido y brillante. Cuando mi carrera despegó, él se murió, así que nuestros caminos nunca se cruzaron. Me ha encantado convertirlo en un personaje, en ese hombre que tiene la inteligencia necesaria para ver lo que hay detrás del personaje de Maurice sin dejarse cegar por su belleza y por su encanto.