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Kathryn Bigelow: «Me niego a analizarme en términos binarios, hombres y mujeres somos todos cineastas»

Kathryn Bigelow (San Carlos, California, 1951) es muchas cosas y en casi todas fue la primera. Es la primera mujer en conseguir el Oscar a mejor dirección. Es también la cineasta que le quitó el Oscar a Avatar y, por tanto, a James Cameron. Es una de las más finas y polémicas, con permiso de Scorsese, retratista de la violencia en el cine. Es la mujer que se ha negado una y otra vez a ser etiquetada como, precisamente, «mujer cineasta». Su última película se antoja como una especie de vademécum de su filmografía. Con una ortodoxia, pulcritud y nervio impecable, Una casa llena de dinamita imagina un acontecimiento supuestamente improbable convertido, de repente, en certeza. Sin previo aviso, un misil atómico emerge desde mitad del Pacífico (cosas de los submarinos) camino de Chicago donde impactará en 19 minutos si nadie lo remedia. Recuérdese, aunque ya no estamos en la Guerra Fría, el armamento nuclear sigue, como el dinosaurio, ahí. Todo ocurre una mañana cualquiera y aquí mismo. No hablamos de una guerra en marcha donde todo el mundo está avisado y con la respuesta ensayada para cada movimiento del enemigo. Esta vez, todo empieza como probablemente empezarían estas cosas si les diera por empezar. El presidente de Estados Unidos juega al baloncesto por cosas de la campaña siempre en marcha, el encargado del operativo militar se levanta con resaca, el oficial al mando se preocupa por la fiebre de su niño y el secretario de Defensa ensaya su swing en el campo de golf (siempre hay uno que juega al golf). Lo que sigue es un thriller demasiado real, demasiado probable, demasiado cercano y, por supuesto, demasiado Bigelow.

La película vive y se alimenta del miedo. ¿Diría que el miedo es ahora mismo el sentimiento que mejor nos define como sociedad, más incluso que el odio que nos profesamos unos a otros?
Nunca hay que menospreciar al miedo. El miedo es un motivador y cumple su función como tal. La idea de la película no es suscitar simplemente miedo o aprovecharse del miedo que se respira en el ambiente. Considero que mi película es, antes que nada, una advertencia. Se la ofrezco al público para que disponga de información y la información no solo despierta el miedo, sino que nos obliga a actuar en consecuencia.
¿Qué reflexión le merece que ahora mismo nadie esté hablando de reducir arsenal alguno sino que, al contrario, en todos los países, España incluido, se hable de aumentar el gasto militar?
Crecí en una época en la que esconderse bajo el pupitre se consideraba el protocolo indispensable para sobrevivir a una bomba atómica. Ahora parece absurdo, y ya lo era entonces, pero en mi infancia la amenaza era tan inmediata que tales medidas se tomaban en serio. Hoy, el peligro no ha hecho más que aumentar. Imagino que es necesario recordarlo. Y también es necesario recordar que la responsabilidad no es solo de los políticos, es hora de preguntarse a quién votamos. Muchos sienten que el tema de las armas nucleares es demasiado complicado y que está fuera de nuestro control como ciudadanos. Pero somos nosotros quienes elegimos a esa persona para que ocupe el poder. Así que tenemos mucho más control del que creemos una vez que comprendemos la situación.
La noche más oscura, por irnos a su thriller político anterior, fue rodada en plena administración de Obama, éste llega a la cartelera con Trump en el poder. ¿Cómo diría que ha cambiado el ambiente en su país entre una y otra película?
Prefiero mantenerme al margen de la política. La película existe al margen de ella. Reducir el arsenal nuclear es un problema urgente del que hemos dejado de hablar y que nos ocupa a todos. Mantener la civilización no es un problema de republicanos o demócratas, sino de todos. Lamentablemente hablamos de un problema global que, como el cambio climático, nos apela a todos y exige que actúen todos los países unidos y de manera coordinada. Ese sería el sueño que, en verdad, es también la única solución posible.

«La responsabilidad no es solo de los políticos, es hora de preguntarse a quién votamos»

Habla de unión, precisamente, en el momento en el que la sociedad se encuentra más dividida y polarizada en mucho tiempo…
Eso es así. Me gusta pensar que la película pudiera funcionar como un desfibrilador. De hecho, no soy tan arrogante para dar respuestas. Prefiero pensar que el hecho simple de que ahora mismo estemos teniendo esta conversación sobre desarme nuclear a cuenta de Una casa llena de dinamita es ya un paso adelante. Es fundamental que hablemos sobre la guerra nuclear como una posibilidad real porque eso es así. Damos por sentado que la gente que se ocupa de los arsenales nucleares durante las 24 horas de cada día de la semana nos mantiene a salvo. De hecho, han sido eficaces hasta el momento. Pero nada nos garantiza que vaya a seguir así durante mucho más tiempo.
Durante mucho tiempo, Kathryn Bigelow ha sido la única mujer en hacer un tipo de cine de género de gran presupuesto. Ahora surgen nombres como Coralie Fargeat, Patty Jenkins, Julia Ducournau… No es su tema preferido, pero ¿le pesa la responsabilidad de ser pionera?
Supongo que lo maravilloso es que cada vez hay más mujeres trabajando en este ámbito. Pero me niego a analizarme en términos binarios. Hombres y mujeres somos todos cineastas. Y si eres mujer u hombre y eliges una película sobre armas nucleares o una comedia romántica no es relevante. Todo es cine y tienes este medio increíble para llegar a mucha gente.