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La brecha de la desigualdad en el mundo crece por el auge de los ultrarricos

La brecha de la desigualdad económica en el mundo se ensancha, sobre todo por el aumento de la riqueza de los ultrarricos, que se benefician de la movilidad de los capitales y su influencia política, advierte el Laboratorio Mundial de las Desigualdades (WIL, en sus siglas en inglés) en la tercera edición de su Informe sobre la Desigualdad Mundial, publicado este miércoles.

El WIL, conocido por sus posiciones en favor de un impuesto mundial al patrimonio de los multimillonarios, denuncia que “una pequeña minoría” ejerce “un poder financiero sin precedentes mientras miles de millones de personas siguen excluidas incluso de la estabilidad económica básica”.

Los autores explican que si la riqueza global estuviera repartida por igual permitiría unos ingresos de 1.200 euros mensuales por persona, pero en realidad unos pocos captan “una parte desproporcionada” de ese pastel. Por un lado, el 50% más pobre solo recibe el 8% de los ingresos, mientras el 0,1% más rico obtiene una cantidad equivalente y el 10% más rico gana más que el 90% restante.

En términos económicos, eso también se puede traducir en que mientras la mitad de los adultos del mundo viven con unos 425 euros mensuales de media, el 0,001% más rico (unas 56.000 personas) recibe 10.000 veces más.

La riqueza está todavía más concentrada que los ingresos. El 10% más rico posee el 75% del total mundial, mientras la mitad de los habitantes de la Tierra sólo poseen el 2%.

Los autores del informe subrayan que esta concentración se está acelerando, porque la riqueza de los multimillonarios ha progresado desde la década de 1990 a un ritmo de aproximadamente el 8% anual, casi el doble que para la mitad más pobre de la población.

Brecha moderada en España

En el caso de España, el informe señala que la desigualdad se ha reducido ligeramente en los diez últimos años y la brecha entre ricos y pobres es moderada, si se compara con su entorno europeo, algo menor que en Alemania, Francia o Reino Unido, pero superior a la de los nórdicos.

El WIL calcula que el 10% más rico en España en 2024 captó el 33,4% de los ingresos y concentraba el 57,2% de la riqueza. Mientras, el 50% más pobre se tuvo que contentar con el 22,6% (6,7% de la riqueza). El 10% de los más ricos de España han pasado de ganar 16,4 veces más que el 50% más pobre en 2014 a 14,7 veces más diez años más tarde.

Esa brecha es superior en Italia (el 10% más privilegiado recibe 14,8 veces más que el 50% en la parte baja de la escala), en Francia (16,6 veces más), Reino Unido (16,6 veces más) y Alemania (19,5 veces más).

En Latinoamérica, la polarización es muchísimo más acusada. La brecha es de hasta 90,3 veces en Colombia entre lo que gana el 10% más rico con respecto al 50% más pobre, de 76,4 veces en México y de 63,5 veces en Brasil. Y sólo los países escandinavos presentan unos niveles menores de desigualdad que los de España. En Dinamarca, el 10% más adinerado obtiene 14,3 veces más de ingresos que la mitad más pobre de la población del país, 11,5 veces en Noruega y 11,2 en Suecia.

El economista mexicano Ricardo Gómez Carrera, autor principal del estudio, destacó en declaraciones a EFE que “la desigualdad de riqueza está mucho más concentrada y crece rápidamente en la parte más alta de la distribución”.

Detrás de esa evolución -precisa Gómez Carrera- está el hecho de que los multimillonarios tienen más “influencia sobre los procesos políticos” y “escapan a la progresividad” fiscal, porque disponen de “más opciones para evadir los impuestos”: “Hay más paraísos fiscales donde ellos pueden llevar sus cuentas” y existe la posibilidad de llevar las sedes de sus empresas a países que les son más favorables.

Para evitar esa deriva, la propuesta del WIL, un organismo conocido por estar dirigido entre otros por los economistas Thomas Pikkety y Gabriel Zucman, es un impuesto mínimo que gravaría la fortuna del 0,001% de la población mundial, apenas 56.000 personas que podrían reunirse en un estadio.

Con ese impuesto se recaudaría alrededor del 1% del producto interior bruto (PIB) que permitiría cubrir por ejemplo, según Gómez Carrera, el actual gasto anual en educación en regiones pobres como el África subsahariana y el sur y el sureste de Asia.

El economista mexicano reconoce que la coyuntura internacional, sobre todo por el regreso de Donald Trump en la Casa Blanca, es poco propicia para los proyectos de fiscalidad internacional que había lanzado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

A pesar de todo, considera que se pueden dar pasos si hay países que comparten datos de la riqueza, y en paralelo su laboratorio propone crear un panel internacional dedicado a estudiar la desigualdad con los “países campeones” en ese proyecto, entre los que señala a España, Sudáfrica o Brasil.

Para evitar que los países que impongan impuestos al patrimonio de los ricos se vean perjudicados en términos de competencia respecto a los que no, su respuesta es gravar la riqueza de las personas en función del tiempo que hayan residido en un país.

Así Brasil tendría, por ejemplo, derecho a reclamar esos impuestos a una persona que ha vivido allí 50 años por ese tiempo aunque se fuera a vivir por razones fiscales a Dubai, que sólo podría cobrar por su tiempo de residencia.