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La última cruzada del cine religioso frente a la crisis de la fe: «Mucha gente no encuentra nada de valor en la violencia y la sexualización de la cultura pop»

En 2004, cuando Mel Gibson hizo detonar en la cartelera La pasión de Cristo, el cine religioso que Hollywood había exprimido hasta la extenuación en los 50 y los 60 encontró en ella un moisés que le sacara de su travesía desértica. La intensa polémica que despertó en Estados Unidos, entre acusaciones de antisemitismo y con llamadas al boicot, cristalizó en una recaudación que superó los 600 millones de dólares en todo el mundo y en un respaldo férreo de los líderes protestantes más conservadores del país norteamericano.

Y, sobre todo, asentó la piedra angular de una corriente que tuvo inicio en Estados Unidos y que ha ido tejiendo ramificaciones hacia el flanco europeo del Atlántico. En los últimos 20 años, con un perfil de nicho, se ha ido generando una industria de cine religioso cuyos productos han ido encontrando acomodo en las salas. En las últimas semanas, en las carteleras españolas se han acumulado hasta cinco productos que encajan en ese «cine de valores» que es el término que utilizan en ese sector de la industria: La Biblia: Apocalipsis, El Guardián. Bajo la protección de San José, Rey de Reyes, Más cinco y The Chosen -la quinta temporada de esta serie se ha estrenado en cines y ahora está en Movistar+ y Prime Video-.

Un hecho que se produce en mitad de una creciente remisión de la fe cristiana en nuestro país. Desde 1978, que el CIS comenzó a medir la implantación religiosa, hasta nuestros días, el porcentaje de personas que se declaran creyentes ha descendido desde el 90% hasta rondar el 54% en marzo de este año. El ateísmo, por su parte, ha pasado de un 7,6% a superar ampliamente el 40%, en una tendencia que acompaña a buena parte de los países occidentales.

Sin embargo, según datos de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales, 2023 fue el año de todo el siglo XXI donde se acumularon en las salas españolas más estrenos de cine con temática religiosa -12 películas- y la tendencia es creciente desde el covid, a excepción de 2024 donde se produjo un ligero retroceso. También en 2023, Libres, un documental que se adentraba en la vida en los monasterios de clausura, se coló como la 26ª película más taquillera del año, generando 572.633 euros de taquilla. En el top 100, con los datos del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), había otras dos cintas de contenido religioso: Latido del Cielo y Si todas las puertas se cierran. Además España es uno de los grandes productores europeos de este cine ahora mismo.

¿Qué está pasando, en ese caso, para que existan dos tendencias tan inversas? Los motivos, como siempre, son diversos y no suponen únicamente un acto de fe. «Quizás en la paradoja de que esta es una época que mayoritariamente ha dado la espalda a la cultura y los valores religiosos esté una explicación», aporta Juan Orellana, director del Departamento de Cine de la Conferencia Episcopal Española. «Hay un público que echa de menos una serie de valores que ya no están presentes en la sociedad y aquí han encontrado respuesta. Está la gente que ve que la cultura va en contra de sus valores y también la que siente que se atacan esos valores. Como reacción está un cine que apoya, defiende y comparte los valores que son atacados en otro tipo de productos», expone este profesor de la Universidad San Pablo CEU.

Es decir, público que considera que el cine se ha adherido a ese omnipresente concepto que se ha dado en llamar cultura woke. «Mucha de la gente que ve estas películas no encuentra nada de valor en la corriente mayoritaria, en la sexualización y en la violencia de la cultura pop. Hay gente que piensa que esa no puede ser la única forma de entretenimiento y nosotros le damos un contenido con preguntas serias sobre los valores y la fe», apunta Przemysaw Wrlewicz, director de Rafael Films, la productora polaca que acaba de hacer aterrizar en España El guardián y que prepara un documental sobre cómo recibió la sociedad de este país -donde el porcentaje de creyentes aún está en el 90%- la muerte de Juan Pablo II.

Ese es el público fundamental de este tipo de proyectos, que en España tiene como exponentes a Goya Producciones como productora, a European Dreams Factory como distribuidora y a Bosco Films, que ejerce en ambas facetas. «A la gente que está en un camino espiritual, no necesariamente religioso, le interesa seguir estos contenidos. Y es un público muy fiel que va al cine. Ha habido un reflote, los productores han visto que hay un mercado en términos económicos y se producen más películas y de mejor calidad», señala Lucía González-Barandiaran, fundadora de Bosco Films y productora de Libres.

Estas películas son fundamentalmente de bajo presupuesto, alejadas de las cantidades millonarias que Hollywood invirtió en los 50 en proyectos como Ben-Hur o Los 10 mandamientos, con tendencia al formato documental para abaratar aún más su producción y han sido impulsadas por el cambio hacia el formato digital en el cine, que también lo ha hecho más económico. De la filmación en 35 milímetros y las salas de montaje a que cualquier pueda montar con un ordenador o un teléfono móvil. Eso permite que puedan centrarse en sus nichos de espectadores y aún así resulten rentables. «Hacer la industria más barata ayuda a que se produzca más contenido. Y se ha creado un hueco para el cine con valores porque Hollywood tiene a la gente medio harta con su cine ideologizado. Hollywood ha dejado de lado las buenas ideas por anteponer la ideología», remarca Simón Delacre, director de la argentina La Biblia: Apocalipsis que también está en la cartelera de nuestro país.

Aunque, entre medias, ha surgido un fenómeno de masas como la serie The Chosen, que muestra la Judea del siglo I en la que vivió Jesucristo, y cuya primera temporada se financió exclusivamente con el sistema de crowfunding, impulsado por las comunidades religiosas de Estados Unidos. Ese método de pago se mantiene, complementado con las ganancias de estrenar en cines sus capítulos, y para la sexta temporada ya supera los 40 millones de dólares. El objetivo que se han fijado sus creadores es obtener 56 millones para producir ocho capítulos, con un coste de siete millones cada uno. En apenas unos minutos dentro de la página web para las donaciones, los mensajes que saltan con pagos de entre 15 y 600 dólares son constantes.

«The Chosen, algún día y no tardará mucho, superará a Juego de Tronos», sentencia Adolfo Blanco, CEO de A Contracorriente, la empresa que distribuye sus episodios en las salas españolas antes de que lleguen al catálogo de Prime Video y Movistar+. «No me creo que tantos millones de espectadores que ha habido en el mundo sean todos muy religiosos. Tendríamos un mundo santo si toda la gente que ve The Chosen fuese realmente religiosa. En España todos tenemos esa culturilla religiosa desde la escuela, tenemos una educación cristiana, y cuando te la ponen en tres dimensiones es como si leyeras los evangelios», incide.

Ese modelo de micromecenazgo es el que siguen mayoritariamente también los proyectos de cine religioso en España, en el resto de Europa o en Latinoamérica para obtener financiación. Está el que proviene de pequeños inversores, cercanos a la fe católica. Pero también el de empresas o inversores que aportan elevadas cantidades de dinero y vinculadas a corrientes religiosas como el Opus Dei. «En México tuvimos una donación de un empresario muy importante que nos pagó todos los carteles en la vía pública porque le había gustado la película», afirma Simón Delacre. «Hay empresas y alguna fundación que hacen aportaciones importantes. Porque muchas veces no se trata tanto de hacer películas como de defender causas», confirma Lucía González-Barandiaran. Y concluye Przemysaw Wrlewicz: «Una película convencional está subvencionada con fondos de fuentes gubernamentales, y eso puede hacer que su producción sea más cara de lo que debería ser. Si trabajas con el dinero que alguien te ha confiado de su propio bolsillo eres más responsable y te esfuerzas en buscar formas de ser más eficiente. De la iglesia no recibimos dinero, pero siempre buscamos que un obispo dé su bendición a la película».

Además estos proyectos han encontrado en las redes sociales una herramienta de publicidad para atraer espectadores e inversores. Uno de esos métodos es recurrir a influencers, cuyos canales estén centrados en contenidos religiosos y que cuenten con una importante comunidad en Instagram, Tik Tok o Youtube. Por ejemplo, el canal Conoce, ama y vive tu fe de Luis Román que acumula 300.000 suscriptores en esta última plataforma. También las propias productoras proyectan sus mensajes a través de grupos y cadenas de whats app, que van extendiendo personas que participan en grupos religiosos o que comulgan con los valores que este tipo de cine trata de introducir.

«Tú te preguntarás: ‘¿cómo es posible que no vea publicidad de esta película y la gente vaya a verla?’ Los propios espectadores o los interesados en ese cine se implican y se convierten en canalizadores de las películas. Este cine es una causa, no simplemente entretenimiento», apunta González-Barandiaran.

«Yo tengo una persona que se encarga de contactar a gente y hacer cadenas de voluntarios. Estos por whats app, pegando carteles en las parroquias, con grupos afines hacen la promoción. Es una red mundial de voluntarios que se va ampliando cada vez más», agrega Delacre. Porque esa segunda opción, más tradicional, también la han explorado los creadores del cine cristiano: pegar carteles promocionando las películas en iglesias, reuniones de grupos religiosos o en colegios religiosos. De ese modo, se acaba creando una red física al estilo del boca-oreja.

Y, sobre todos esos elementos, se ha acabado levantando el negocio del que Mel Gibson puso la piedra fundacional hace 20 años.