¿Cuántas veces soñó una gran vuelta con que sus dos favoritos llegaran a la última etapa de montaña separados por apenas 44 segundos? Pocos escenarios deportivos más perfectos que el de esta Vuelta, con Jonas Vingegaard y Joao Almeida distanciados por un suspiro y todo un halo de incógnitas en torno a ellos antes de la estupenda jornada del sábado por la Sierra de Guadarrama. Y, sin embargo, esta ronda española siempre tendrá un asterisco sobre ella. El viernes, ni en la salida de Rueda ni en la llegada a Guijuelo, del vino al jamón, blindadas policialmente de nuevo ambas ante los manifestantes propalestinos, nadie se atrevía a asegurar que se pueda llegar a la Bola del Mundo. Ni siquiera que la etapa se pueda disputar sin incidentes.
Las llamadas al boicot por la presencia del equipo Israel-Premier Tech son incesantes. Y no se apagan pese a que, durante los últimos días, la presencia de fuerzas de seguridad del Estado se haya incrementado llamativamente. Los puntos calientes del recorrido del sábado, desde la mismísima salida en Robledo de Chavela, se multiplican y preocupan a los organizadores. «Se puede liar en cualquier sitio, está lleno de trampas y por mucho despliegue y vigilancia, entre cuatro o cinco pueden reventar la carrera», comentan.
Una de las medidas que está sobre la mesa es la de cerrar del todo los tres últimos kilómetros, la subida a la Bola del Mundo, el tramo de hormigón desde la cumbre de Navacerrada con rampas por encima del 12%. Pero ni eso garantiza la seguridad de los ciclistas -«puede pasar cualquier cosa. Cuando ves una bandera levantas la cabeza por si hay que frenar», expresaba ayer el sentimiento de miedo del pelotón Iván García Cortina-, pues hasta la mítica cima madrileña se puede acceder por numerosos senderos de montaña, la Barranca, la Loma del Noruego o desde el propio pueblo de Navacerrada. «No se puede poner un policía cada 50 metros de monte», se lamentan. De hecho, ya hay organizadas marchas de acceso a Navacerrada desde la estación de Cercedilla y desde la Casa de Cultura de Navacerrada. Porque a las protestas propalestinas se une la convocatoria de Ecologistas en Acción y su denuncia a la la subida a la Bola del Mundo.
«Para al aficionado es un escenario idílico. Esperar a la última etapa con todas las opciones abiertas. Si eso no se disputa, sería destrozar el espectáculo. Pero respeto todas las protestas, entendemos que la situación es terrible», admitía ayer a este periódico Joxean Fernández Matxin, expectante ante la «oportunidad única» de su pupilo Joao Almeida, para el que «meterán presión» a Vingegaard desde la primera de las ascensiones del día.
Asociaciones como Adelante Sierra, bajo el lema «Por genocida, fuera Israel de la Vuelta», La Sierra con Palestina e Izquierda Castellana, ya han fijado los puntos de concentración de manifestantes. Ya en Robledo de Chavela, donde la etapa parte a las 13:10, han llamado a la concentración. Ese será el primer punto caliente. Rápidamente el pelotón afrontará dos subidas de tercera, el Alto de la Escondida y el Puerto de la Paradilla, desde donde descenderá hasta San Lorenzo del Escorial. Ahí, en la Plaza de la Virgen de Gracia, también se teme por los posibles cortes.
En la localidad Guadarrama y sus curvas estrechas también podría haber problemas. Además, se pasa dos veces. La primera, desde El Escorial con dirección al Alto del León, desde donde la carrera se adentra en la provincia de Segovia para, tras pasar por Los Ángeles de San Rafael y el Real Sitio de San Ildefonso afrontar por primera vez la ascensión a Navacerrada, primero por la vertiente segoviana y sus Siete Revueltas. En la Fonda Real de Navacerrada también hay convocada una manifestación, que se repetirá después en las taquillas de los remontes, junto al parking.
El despliegue de Guardia Civil (un dispositivo especial integrado por más de 400 agentes que se une al habitual ) y de Policía Nacional, incluida la UIP, no tendrá precedentes para garantizar que la Vuelta llegue a Madrid. Aunque el domingo, por las calles de la capital, tampoco resultará sencillo.
