Robert de Niro no entiende de diplomacia. O lo que él entiende por diplomacia es algo tan elemental como decir lo que piensa sin rodeos y sin otro matiz que la claridad más prístina. Es decir, probablemente lo contrario a la diplomacia. No es la primera vez que el actor más venerado de su generación y de todas las que le rodean manifiesta alto y claro lo que piensa del actual presidente de Estados Unidos, pero sí la primera que lo lleva por escrito. Suya era la Palma de Oro de honor de este año que se entregó en la ceremonia de inauguración del Festival de Cannes número 78 que tuvo lugar el martes, y suyo fue el momento más encendidamente reivindicativo de un festival que no ha hecho más que empezar y ya acumula un manifiesto en contra del genocidio de Gaza firmado por Pedro Almodóvar, Susan Sarandon, Richard Gere y más de 380 figuras del cine y la cultura mundial; una censura pública de la presidenta del jurado, Juliette Binoche, al condenado por abusos y colega de profesión Gérard Depardieu y una respuesta masiva contra el anuncio de unos supuestos aranceles al cine no estadounidense. Es decir, Cannes se mete como nunca antes en política porque, quizás, nunca antes la política se metió tanto en el cine en general y en Cannes en particular.
Así las cosas, apenas subió al estrado, el protagonista de las mejores películas de Scorsese, Coppola y bandera del Nuevo Hollywood nacido en los 70 soltó lo suyo. «En mi país, ahora mismo estamos luchando con uñas y dientes por la democracia que antes dábamos por sentada. Esto nos afecta a todos aquí, porque las artes son democráticas. El arte es compartido, de todos, inclusivo, une a la gente. El arte abraza la diversidad y por eso es una amenaza y por eso los que nos dedicamos a esto somos una amenaza para los autócratas y los fascistas», dijo sin que mediara más provocación que la simple y elemental cordura.
Y siguió por si entre tanta retórica diplomática alguien se había perdido: «El presidente filisteo de Estados Unidos se ha hecho nombrar director de una de nuestras principales instituciones culturales y ha recortado la financiación y el apoyo a las artes, las humanidades y la educación. Y ahora ha anunciado un arancel del 100% a las películas producidas fuera de Estados Unidos. Reflexionen sobre esto… No se puede poner precio a la creatividad, pero aparentemente sí se le puede imponer un arancel».
Cuando llegó aquí, quedó claro que ya no había vuelta atrás. El Festival que ahora arranca o es político o no es. El que hablaba, para situarnos, subía al estrado del Gran Teatro Lumière medio siglo después de que lo hiciera de la mano de dos clásicos contemporáneos: Novencento, de Bernardo Bertolucci, y Taxi driver, de su amigo admirado y admirador suyo Martin Scorsese, película que lograría la Palma de Oro. De entonces a ahora, De Niro ha sido un habitual de la Croisette con cintas como El rey de la comedia, de otra vez Scorsese , que inauguró el festival en 1983; el prodigio de Sergio Leone, Érase una vez en América (1984), y La misión (1986), de Roland Joffé , que también se hizo con la Palma de Oro. Es más, él fue el presidente del jurado el año que El árbol de la vida, de Terrence Malick, de Terrence Malick, consiguió el mayor de los honores. La última vez que estuvo en Cannes fue hace dos años con Los asesinos de la Luna, de, cómo no, Scorsese.
Así las cosas, y con la autoridad de saberse el más imprescindible de los intérpretes vivos, siguió para que nadie dudara que sus temores y luchas no son exclusivamente de estadounidenses sino del mundo entero. «Este no es solo un problema de mi país, es mundial», dijo. «No podemos quedarnos de brazos cruzados. Tenemos que actuar, y tenemos que hacerlo ya, no con violencia, sino con pasión y determinación. Es hora de que todos los que se preocupan por la libertad se organicen, protesten y, cuando haya elecciones, por supuesto, voten. Esta noche y durante los próximos 11 días, demostraremos nuestra fuerza y compromiso celebrando el arte en este glorioso festival. Libertad, igualdad y fraternidad». Queda claro.
Luego habló Leonardo di Caprio, que fue el que le entregó su premio, y, por último, volvió a tomar la palabra Juliette Binoche para rendir homenaje a la artista y fotoperiodista natural de Gaza Fatima Hassouna. Ella es protagonista del documental Put your soul on your hand and walk y ella murió en un ataque aéreo israelí sólo 24 horas después de que se anunciara la selección de la película en la sección ACID del Festival. Quizá, como tiene claro De Niro, ha pasado ya el tiempo de la diplomacia en su versión tradicional. Las cosas, cuanto más claras, más De Niro.