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Rusia ataca a la planta nuclear de Kursk y Ucrania responde con un plan audaz

El pasado domingo, mientras los ucranianos celebraban en plazas y calles su Día de la Independencia, Moscú acusó a Kiev de haber lanzado decenas de drones contra la central nuclear de Kursk. El ataque desató un incendio de gran magnitud y dañó parte de la infraestructura, lo que obligó a reducir al 50% la capacidad de uno de sus reactores, según confirmaron las autoridades rusas.

El ejército ucraniano evitó pronunciarse, aunque el presidente Volodímir Zelenski envió un mensaje grabado en el que subrayó la determinación de su país: “Estamos construyendo una Ucrania fuerte, capaz de garantizar seguridad y paz. Nuestro futuro depende solo de nosotros”, afirmó.

No se trata del primer golpe en suelo ruso, pero analistas militares destacan que Kiev ha multiplicado sus incursiones en el último año y con métodos cada vez más sofisticados. Orysia Lutsevych, subdirectora del Programa Rusia y Eurasia en Chatham House, subrayó en declaraciones a The Independent: “El ejército ucraniano ha evolucionado de manera extraordinaria desde 2022. Hoy cuenta con tecnología avanzada, nuevas tácticas de combate y una moral difícil de igualar”.

Ese salto quedó en evidencia el 1 de junio, cuando los servicios de inteligencia de Kiev coordinaron un ataque sin precedentes con 117 drones sobre bases aéreas rusas en cinco regiones, incluida Siberia oriental, a 4.300 kilómetros de Ucrania. Fue el mayor bombardeo con drones desde el inicio de la invasión a gran escala y, según expertos, puso de manifiesto que incluso las instalaciones más alejadas no son intocables.

El asalto contra la planta de Kursk ha sido descrito como el ataque más significativo dentro de territorio ruso desde 2022. Kiev llegó a hacerse con 1.000 kilómetros cuadrados y 28 localidades, según reconocieron fuentes oficiales en Moscú, aunque el frente terminó estabilizándose meses después. Pese a los contraataques rusos, no todo el terreno ha sido recuperado.

El uso intensivo de drones ha transformado el pulso bélico. Moscú ha tenido que cerrar en repetidas ocasiones los principales aeropuertos de la capital: solo entre enero y mayo de 2025 se contabilizaron 217 cierres temporales, frente a los 91 de todo 2024. En julio pasado, una ofensiva con más de 230 drones obligó a cancelar 140 vuelos y dejó a decenas de miles de pasajeros en tierra.

“Ese tipo de ataques no solo afecta a las operaciones militares rusas, también erosiona la vida cotidiana de sus ciudadanos”, señaló Lutsevych, recordando que en Ucrania viajar en avión sigue siendo imposible desde el inicio de la guerra.

Misiles y una estrategia de desgaste

La apuesta de Kiev va más allá de los drones. Recientemente presentó su nuevo misil de crucero “Flamingo”, capaz de transportar más de una tonelada de carga explosiva y recorrer más de 3.000 kilómetros dentro de Rusia.

Para los expertos, el mensaje es claro: Ucrania busca evidenciar la vulnerabilidad rusa y, al mismo tiempo, aumentar el coste de la guerra hasta volverla insostenible. “Rusia quiere transmitir que puede luchar eternamente, pero su economía y su sistema financiero sufren una presión creciente”, advirtió Lutsevych.

En paralelo, Ucrania trata de demostrar a sus aliados occidentales —y en particular a Estados Unidos, donde Donald Trump ha defendido un enfoque más ofensivo— que derrotar al Kremlin en el campo de batalla no solo es posible, sino que es la única vía para expulsar al invasor de territorio ucraniano.