Aryna Sabalenka se quitó de encima este sábado una condena que podía perseguirla por siempre: la de ser la tenista maldita, la víctima de tantas finales. Número uno del circuito WTA, dominadora y superior como lo fue Serena Williams en su día, llegaba a esta temporada sin haber celebrado todavía ningún Grand Slam. Más bien, al contrario: los había llorado todos. En las finales del Open de Australia y de Roland Garros, así como en las semifinales de Wimbledon, cayó por culpa de sus propios errores. Muchos. Muchísimos. Pero en el US Open logró exorcizar esos demonios.
Ante la local Amanda Anisimova ganó (6-3, 7-6 [3]) en una hora y 34 minutos, y celebró con emoción desbordada su primer grande del año, el cuarto de su carrera. Como siempre, impuso la velocidad en su saque y en su derecha; el título parecía suyo desde el inicio, aunque también hubo momentos de tensión.
«Quiero demostrarme a mí misma que aprendí esas duras lecciones y que puedo hacerlo mejor en las finales», había proclamado en la previa. Y lo hizo. Aunque estuvo a punto de dejarlo escapar otra vez. En la conclusión del segundo set, cuando iba 6-3 y 5-4 con saque para ganar, volvió a cometer errores -especialmente doloroso fue un remate que envió a la red- y la tragedia pareció asomarse. Sus ojos revelaban que estaba reviviendo las últimas finales, sus últimos fracasos. Sin embargo, pese a ceder un break, supo dominar en el tie-break y confirmar el triunfo.
Con este éxito, Sabalenka alarga todavía más su ventaja en la cima del ranking mundial y, a sus 26 años, se sitúa en la conversación de las leyendas. En la lista WTA ahora tiene más de 3.000 puntos de ventaja sobre la segunda, Iga Swiatek, por lo que acabará la temporada en lo más alto y en la lista histórica ya acompaña a nombres ilustres. Junto a ella, por ejemplo, con cuatro cetros, un nombre conocido, Arantxa Sánchez-Vicario, Kim Clijsters o la recuperada Naomi Osaka.