Estados Unidos ha puesto fin esta noche al cierre de Gobierno más largo de su historia. Tras 43 días de bloqueo, la Cámara de Representantes ha aprobado el paquete legislativo que ha permitido reabrir la Administración federal y ha devuelto a la normalidad los servicios básicos paralizados desde septiembre. La ayuda alimentaria ha vuelto a fluir, cientos de miles de empleados públicos han recuperado su sueldo pendiente y el sistema de control aéreo ha retomado su operativa habitual después de semanas al límite por la falta de personal. La Casa Blanca ha confirmado que Donald Trump firmará la ley a lo largo del día, con toda la urgencia, para cerrar oficialmente la crisis.
La votación ha dejado un resultado de 222 a 209, con seis demócratas sumándose a la mayoría republicana y dos republicanos (Thomas Massie y Greg Steube) rompiendo filas para votar en contra. El proyecto ya había pasado por el Senado el lunes y ha asegurado la financiación federal hasta el 30 de enero, un alivio temporal que ha frenado el cierre, aunque no ha corregido el problema del déficit y la deuda: el Gobierno ha añadido otros 1,8 billones de dólares a un pasivo que supera ya los 38 billones, según Reuters.
Los efectos inmediatos se han notado incluso antes del voto final. Varias agencias federales han pedido a sus trabajadores que regresen este jueves a sus puestos, anticipando que Trump habrá firmado la ley esta noche y que la vigencia del cierre habrá quedado sin efecto. El paquete aprobado también ha revertido los despidos realizados durante la parálisis administrativa, ha garantizado el pago retroactivo de los empleados suspendidos y ha financiado programas agrícolas, de construcción militar, para veteranos y para las agencias legislativas durante buena parte de 2026. Además, medios estadounidenses han revelado que los republicanos han introducido discretamente una cláusula que permitirá a varios legisladores demandar al Gobierno por al menos medio millón de dólares por las investigaciones del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.
El ambiente en el hemiciclo ha mezclado alivio, fatiga y cierta incredulidad. El republicano David Schweikert ha descrito la situación con una imagen que ha corrido de escaño en escaño: “Siento como si acabara de vivir un episodio de Seinfeld. Hemos pasado 40 días en esto y todavía no sé cuál era el argumento”. Él mismo ha admitido que esperaba una crisis mucho más breve, “cosa de 48 horas, para que cada uno dijera lo suyo, tuviera su momento de pataleta y volviéramos al trabajo”. Y ha cerrado con una frase que esta noche ha circulado como diagnóstico del clima político: “¿En qué punto estamos cuando la rabia se ha convertido en política?”.
Ese ha sido el final. Pero el camino hasta aquí ha sido más tenso de lo que deja ver la votación. Durante semanas, demócratas y republicanos han chocado por la renovación de los subsidios sanitarios vinculados al Obamacare, que expiran a final de año. Los demócratas se han negado a aprobar una prórroga presupuestaria sin asegurar la continuidad de esas ayudas; los republicanos han rechazado esa condición y han acusado a sus rivales de intentar ampliar la cobertura sanitaria a inmigrantes en situación irregular. El enfrentamiento ha bloqueado cualquier acuerdo viable.
La fractura interna en el Partido Demócrata ha estallado este lunes, cuando un grupo de senadores ha roto la disciplina de voto y ha permitido reabrir el Gobierno sin blindar antes la renovación del Obamacare. La reacción en la Cámara Baja ha sido inmediata. Su líder, Hakeem Jeffries, ha comparecido ante el Capitolio para presentar un proyecto que pretende extender tres años los créditos fiscales del Obamacare. “Hoy presentamos una ley para prorrogar durante tres años los créditos fiscales de la Ley de Asistencia Asequible, para garantizar que decenas de millones de estadounidenses no sufran un aumento drástico de las primas, los copagos y las franquicias”, ha declarado. Después ha insistido en que la batalla sanitaria “no ha terminado, solo acaba de empezar” y ha acusado a los republicanos de actuar como “una filial propiedad al 100 % del corrupto cártel de Trump”.
La tensión también ha aflorado entre los perfiles más progresistas del partido. Alexandria Ocasio-Cortez ha denunciado que la Administración Trump ha actuado con “crueldad” durante el cierre al intentar cortar la financiación de los cupones de alimentos de los que dependen unos 42 millones de estadounidenses.
El país tampoco ha salido unido de este pulso. Según una encuesta de Reuters/Ipsos publicada esta noche, un 50 % ha culpado a los republicanos de la parálisis y un 47 % ha responsabilizado a los demócratas. La reapertura ha devuelto aire a la Administración, pero no ha despejado el conflicto que la ha provocado.
El cierre más largo de la historia de Estados Unidos ha terminado con un acuerdo que ha devuelto la normalidad institucional pero no ha resuelto la disputa política de fondo. El Gobierno ha recuperado su actividad; la batalla sobre el Obamacare y el rumbo fiscal ha quedado pospuesta… hasta dentro de apenas unas semanas.
