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Sirat, de Oliver Laxe, representará a España en los Oscar

Sirat, de Oliver Laxe. Se impuso la lógica. Los académicos optaron por votar a Cannes. Es decir, como ya es norma en todos casi todos los comités del mundo, la visibilidad que otorga el festival francés se ha convertido en el patrón oro de las precandidatas a mejor película internacional en al gala de los Premios de la Academia de Hollywood, los Oscar, que se celebrará el 15 de marzo en el Teatro Dolby de Los Ángeles. De hecho, a la espera de la decisión de la Academia francesa (que es también hoy, 17 de septiembre), prácticamente todo el palmarés de la muestra cannois se encuentra dentro. Faltaba, uno de los dos títulos del Premio del Jurado que se otorgó ex aequo, y también. Sirat, en consecuencia, ha sido la elegida entre la terna compuesta además por Romería, de Carla Simón, y Sorda, de Eva Libertad.

La misión de la película que cosechara tan buenas críticas como gestos de sorpresa (que no espanto) en su presentación internacional tiene ahora la misión de igualar al menos a Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, la última cinta española que llegó al menos a ser nominada. De eso hace ya seis años. Quizá el hecho de que la productora el Deseo, la casa de Almodóvar, esté detrás de la cinta del director gallego haga que las opciones crezcan.

A su favor, el no requerir presentación y su declarado gusto por la anomalía. En un panorama cinematográfico amenazado por el rigor del algoritmo, Sirat desafía toda lógica tanto narrativa como de la otra. La historia de un padre y su hijo detrás del rastro de la hija del primero y hermana del segundo es también un viaje existencial por un mundo, el nuestro, que se desmorona. Es drama y ciencia-ficción, es musical y puro trance, es thriller y es hasta terror. Digamos que lejos de las intenciones de un director con obras mayores y siempre arriesgadas como Mimosas o O que arde dejarse atrapar por una sinopsis rápida, un argumento cualquiera o si quiera una simple emoción. Todas las emociones, desde la fascinación a la repulsa, caben en una película pensada, construida y filmada para la provocación. Y todo eso, la convierte en única, que es de lo que se trata.

Pero no lo tendrá fácil. Todo apunta a que los Oscar de este año serán políticos, lo quieran o no, o no serán. Es decir, desde la soberbia Una batalla detrás de otra, de Paul Thomas Anderson, como la inconmensurable La voz de Hind, de Kaouther Ben Hania, están en boca de todos, en todas las quinielas. La primera por hacerse cargo desde una cinematografía exuberante y frenética de la cuestión de la migración en Estados Unidos, y la segunda por encarnar el drama, que es genocidio, en Gaza con una claridad y emoción inusitada.

Sirat solo compite cuerpo a cuerpo con la segunda en la categoría de Película Internacional. Ella es la elegida por Túnez y ganó el Gran Premio del Jurado en Venecia. El resto de sus rivales más directos y célebres a la espera de las abrasadoras campañas, ya se ha dicho, llegan de Cannes. Recién nacidas, de los hermanos Dardenne, se llevó la mención al mejor guion. El agente secreto, de Kleber Medonça Filho, fue señalada con el galardón a mejor director. Valor sentimental, de Joachim Trier, se hizo con el Gran Premio del Jurado en Cannes y Sound of Falling, de Mascha Schilinski, fue la que compartió ex aequo el premio Especial del Jurado con Sirat. Es decir, por orden, Bélgica, Brasil, Noruega y Alemania han seguido la regla de oro de llevar Cannes a los Oscar. E igual que ellos, Islandia, que acude con The Love that Remains, de Hlynur Pálmason; la chilena La misteriosa mirada del flamenco, de Diego Céspedes, y la filipina Magallanes, de Lav Diaz. Estas no figuraron en el palmarés de la sección oficial, pero allí estuvieron en secciones paralelas y desde Francia vuelan todas a Los Ángeles.

Así las cosas, Sirat, de Cannes al cielo o, dado el asunto de la propia película, el más glorioso de los infiernos.