Denzel Washington aparece con la cabeza afeitada y una camiseta negra en la pantalla. Se le ve bien. Tiene 70 años, recuerda él mismo. Spike Lee tiene 68 y emerge a su lado, asomado en una esquinita de la imagen, disfrazado de Spike Lee: gorra de los Knicks, gafas blancas, gesto zumbón. Se refieren el uno al otro como «mi hermano», se carcajean por esto y por aquello, se ponen muy contentos cuando alguien nombra a Italia y a veces, parecen perderse entre sus bromas privadas. Pero son, en todo momento, buenos y caballerosos conversadores. Una decena de periodistas de América Latina, Asia y Europa comparten con ellos la cita de Zoom, una pequeña rueda de prensa organizada para que Denzel Washington y Spike Lee presenten Del cielo al infierno (ya en cines y en Apple TV), la quinta película que comparten y la que le valió la Palma de Oro al actor en el último Festival de Cannes.
¿Qué se puede contar de Del cielo al infierno? Primero, que es una reinterpretación de El infierno del odio, de Akira Kurosawa (1963). «Reinterpretación, no remake«, puntualiza Lee. Denzel Washington, metido en la piel del productor más famoso de la industria del pop, «el mejor oído del mundo», está en un pequeño momento de crisis profesional. No sabe si vender su empresa y volver a empezar desde el principio, si dejarlo todo o si doblar la apuesta. Tiene un hijo adolescente que juega al baloncesto.
Cuando sale de su entrenamiento, el chico es secuestrado. La respuesta del padre, en principio, es sencilla. «¿Quieren un rescate? Muy bien, adelante, tengo el dinero». Después, el secuestro resulta ser una chapuza que pone a prueba la moralidad de su personaje y que lo lleva a tres escenas inolvidables: un viaje por los barrios puertorriqueños del Bronx (Rosie Pérez hace una pequeña aparición que conmoverá a los viejos fans de Spike Lee) y un par de careos entre Washington y el raptor, interpretado por el rapero A$AP Rocky.
«A$AP Rocky actuaba en Monster, una película que produjo mi mujer [Tonya Lewis Lee]. Así que sabía que era un actor de verdad, que no se limitaba a posar. Muchos músicos han hecho películas. El caso de A$AP Rocky es otra cosa. Tuve una cita con él sin avisarle de que le estaba haciendo una audición. Leyó un par de escenas y estuvo clarísimo. Era el tío perfecto, sin duda«, explica Lee.
En el fondo, el conflicto entre el personaje de Washington y el de A$AP Rocky va más allá de unos millones de dólares. El villano, además de secuestrador, es un fan, un aspirante a estrella y un rapero con potencial cierto. En el fondo, A$AP Rocky no sólo quiere el dinero de Denzel Washington, también quiere su atención y su oportunidad y defiende que secuestrar a un crío es una buena manera de conseguirlas. «La fama es la única divisa», repiten los personajes de Del cielo al infierno.
«El mundo en el que vivimos tiende a eso: cuántos seguidores tienes, cuánta popularidad, cómo vas a hacer para monetizar esa masa», explica Washington. Y Lee toma su relevo: «Sé que vamos a parecer un poco viejos cascarrabias, un poco moralistas, pero hay algunas preguntas que están implícitas en eso de «la fama es la única divisa». ¿Cuál es el valor del talento? ¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar por él? Sabemos lo que valen los seguidores. ¿Sabemos lo que vale el talento? Ese es el gran reto de la industria del entretenimiento hoy. Si miramos al pasado, estaba claro que el talento era la medida de la fama. Bueno, no creo que siempre fuese así, había atajos, cosas que pasaban a escondidas de las cámaras».
Actor y director se van dando relevos en su argumentación: «No siempre eran los actores de más talento los que triunfaban. Pero creo que los estudios sí que sabían cómo crear estrellas«, dice Washington. «Sabían coger a alguien y convertirlo en otra cosa, una estrella. Supongo que antes todo estaba muy centralizado. Caías en las manos de alguien como Louis B. Mayer y ya estaba todo hecho. Ahora hay mucha más gente que tiene una ventana a la fama, un intento«, continúa el actor. «La gente ahora se hace su camino, tiene herramientas para llamar la atención», replica el director. Antes había que estar en Nueva York o en Los Ángeles. Ahora, cualquiera tiene una oportunidad si se lo monta bien en Instagram. En la película aparecen tres o cuatro personas a las que descubrí en Instagram. Ayana Lee, la cantante que aparece al final o Jensen McRae, que es la chica a la que haces una audición en el lobby, por ejemplo».
«¿La encontraste en Instagram?», pregunta Washington. «Sí».
Siguiente pregunta: ¿qué dice esta película de nuestro mundo? ¿Del mundo de los estadounidenses negros? ¿De la América de Donald Trump? Casi todos los policías que aparecen en Del cielo al infierno son negros, pero la relación con los ciudadanos a los que deben defender sigue estando basada en la desconfianza mutua. «No es que haya querido darle un toque afroamericano a la película», responde Lee. «Es que eso es lo que soy y lo que sale necesariamente en mis películas. Está en las obras de arte que aparecen en el apartamento. ¿Se han fijado? Hay cuadros de Basquiat. Y lo mismo ocurre con la música que escuchan los personajes, con cómo son. No es cuestión de que haya decidido darle un giro racial a las cosas y hacer una versión negra de algo. Respeto mucho al gran Akira Kurosawa, pero me permito recordar que su película de 1963 fue la adaptación de una novela llamada King’s Ransom, de Evan Hunter. De una novela escrita en Estados Unidos. O sea que la historia ha hecho un viaje de ida y vuelta desde Estados Unidos a Japón y otra vez a Estados Unidos».
«¿Qué dice esta película del mundo?», continúa. «No lo sé. ¿Qué es lo que le dice a usted? Uno no hace películas pensando en que digan algo concreto, eso le corresponde a la audiencia. Nunca he querido decidir lo que la gente tiene que llevarse de una película mía. Tampoco creo que América sea una sola cosa que quepa en una película. 250 millones de personas viven aquí, cada una tiene su experiencia. Lo importante de la película es el conflicto moral».
¿Y lo de trabajar juntos por primera vez desde…? Desde Plan Oculto (2006) «A eso no le doy muchas vueltas. Está claro que hemos envejecido. Nos duelen las rodillas«, dice Washington. Lee: «Yo ni siquiera soy capaz de decir cuánto tiempo hace desde la última vez que trabajamos juntos porque nuestra relación no se basa en el tiempo que pasamos juntos trabajando». Washington: «Nuestros hijos trabajan juntos». Lee: «Nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestras familias pasan tiempo juntas. Y así es todo el tiempo. No es que tenga en el calendario del reloj apuntados los días que me faltan para salir de la cárcel y volver a trabajar con Denzel… Así que no soy capaz de decir cómo éramos antes y cómo somos ahora».
Washington se lo toma un poco en serio: «Sí que voy a decir una cosa. A partir de los 65 años empecé a ser consciente de que el tiempo se me va a acabar en algún momento y que tenía que elegir con quién quería trabajar. Y estuvo claro. Con Spike, con Fernando Meirelles, con Ryan Coogler, con Antoine Fuqua, con Steve McQueen… Faltaba encontrar el proyecto. Entonces me llegó este guion. Yo leí el guion antes que Spike. Lo leí y pensé en el acto: tengo que llamar a mi chico. Y aquí estamos».
Lee: «Denzel me llamó, me dijo: ‘Te mando un guion, la historia es Nueva York’, me colgó y yo ya el estaba diciendo que adelante. Entonces vi que Kurosawa había hecho una película con esta historia. ¿Kurosawa? ¡Vamos!«. Washington: «Es algo bonito. Estar aquí juntos, emocionarnos con una película. Es sanador para mí porque ya me había colocado en un lugar en el que las cosas no me emocionaban tanto». Lee: «Somos el Dúo Dinámico, somos Batman y Robin. Por eso trabajamos juntos». Washington: «Tengo que cuidar de Spike. Se le va un poco la memoria, necesita que alguien le ayude… Ese es mi trabajo».
Alguien invita a Batman y Robin a que elijan tres canciones, ya que la película tiene que ver con la industria de la música. Robin nombra en seguida tres títulos: Love supreme, de John Coltrane; Individuals, de Stevie Wonder; Porgy and Bess, de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald. Batman duda un poco más: I Love You Dawn, de Bill Withers; Divine Order de Kem y «alguna de Pharaoh Sanders». Queda claro quién es Robin y quién es Batman, ¿verdad?