Tamar Novas (Santiago de Compostela, 1986) lleva toda su vida aquí, pero se comporta como si no hubiera solventado el anhelo de ganar un Goya a los 17 años, por ‘Mar adentro’. Es llamativamente normal, en el mejor sentido de la palabra, en el trato pese a que vive un momento dulcísimo; seguramente, y aunque no le guste escucharlo, el de su confirmación en los pisos más altos del escalafón tras una carrera muy racional pese a empezarla por el tejado. Tiene tres películas en el Festival de San Sebastián, con ‘Parecido a un asesinato‘, un thriller psicológico de Antonio Hernández, a punto de estrenarse en los cines.
- ¿Has llegado a meta?
- Quiero pensar siempre que queda por avanzar. Me tomo muy en serio el oficio en cuanto a estudiar, formarme e intentar crecer haciéndolo lo mejor posible y he tenido la suerte de tener siempre bastante trabajo. Desde que empecé, no he hecho otra cosa. Soy actor y sólo actor, que es un privilegio en esta profesión.
- Sí, pero hay una progresión: los papeles cada vez son más protagonistas, más populares…
- Claro, lo que pasó conmigo es que, de golpe, hago ‘Mar adentro’ y a partir de ahí tuve que mantener la claridad de que seguir formándome como actor porque aquello era una situación puntual y yo quería una carrera. Eso lo he tenido claro siempre y ahora me siento en un lugar de mucho equilibrio entre lo que he aprendido durante muchos años y la suerte de tener trabajo con gente que me encanta. Joder, he hecho una película con Dani Sánchez Arévalo, que como cinéfilo recuerdo ver ‘Azuloscurocasinegro’ y flipar. Cuando me veo ahí sé que he tenido suerte, pero también pienso: «Joder, algo estoy haciendo bien». Estoy muy feliz del momento en el que estoy porque son retos y, a la vez, tienen más proyección que cosas que hice antes.
- Quieras o no, una serie que tiene éxito en Netflix, como está siendo ‘Clanes’, te da una estabilidad que no te da una peli pequeña.
- La estabilidad como actor es un poco quimera y la veo con perspectiva, sé que son rachas y se puede ir como llegó. Ahora estoy con tres películas en Donosti y da la sensación de que no para de currar y es verdad, pero puede no ser así mañana. De todos modos, creo que esto ya nos pasa a todos en cualquier trabajo. Por ejemplo, estoy rodeado de músicos, tengo bastantes amigos periodistas de cuando estudié Comunicación Audiovisual y la inestabilidad laboral es su día a día. Lo que haces es acostumbrarte a esa vida.
- En realidad, es un problema generacional.
- Claro. La inestabilidad que antes teníamos los actores ahora la tienen todas las profesiones. En vez de mejorar nosotros, ha empeorado el resto. Vivimos en la inestabilidad pura.
- Antes de ‘Mar adentro’, con 11 años ya hiciste ‘La lengua de las mariposas’, de José Luis Cuerda. ¿Se puede ser niño-actor y no perderse en el intento?
- Sí, para mí fue clave que lo hacía como un juego, nunca me había planteado ser actor. De hecho, cuando llegué a ‘Mar adentro’ pensaba más en ser director, lo que pasa es que en aquel rodaje me di cuenta de lo que me gustaba este trabajo. Entonces, ahí decidí formarme como actor. Aparte de mi familia y mis amigos, que es lo que todos decimos, a mí me ha dado mucha tierra tomármelo como un oficio cualquiera, tener la sensación de hacer algo que me encanta y con lo que, más o menos, me puedo ganar la vida, pero que hay que relativizar. Si sale mal una peli, no se tiene que morir nadie. No soy cirujano, tengo un curro que valoro porque el arte, la cultura, la creatividad y el entretenimiento tienen una importancia, pero no es para tanto. Me ha servido de mucho ir quitando peso a la profesión.
- No sentirte especial por salir en el cine o en la tele.
- Es que realmente lo especial no eres tú, son las situaciones en las que te ves que tienen que ver con la repercusión pública, tanto para mal como para bien. Yo no soy un fan de la fama, pero nunca he tenido situaciones extremadamente incómodas por ella y si alguien se me acerca a saludar o pedir un selfi, no me creo que he salvado una vida operando a corazón abierto. Me mola que me digan que les ha gustado mi serie, pero ya está. No he cambiado el mundo ni nada realmente importante.
- En ‘Parecido a un asesinato’ representas al prototipo de la masculinidad tóxica. Muchos jóvenes se revuelven ante esa imagen del hombre, sienten que se generaliza. ¿Cómo lo ves tú?
- Es un temazo ese. A mí no me ofende la generalización porque entiendo que el problema está ahí, que ese tipo de hombre existe y no son pocos. En el caso de esta película, me toca defender y entender, que no justificar, a un tío así y tengo que hacerlo con todas las consecuencias. Todo lo que tiene que ver con representar comportamientos que me incomodan me interesa. Si hablar de ese tipo de masculinidad te toca en un lugar extraño, creo que es para mirarlo y que la respuesta no es rebotarse y correr a decir que tú no tienes nada de eso porque, obviamente, estamos en la sociedad que estamos, somos parte de un sistema y, como hombre, reconozco en cualquiera de nosotros trazas de esos comportamientos. No sólo los tienen tipos al margen de la sociedad.
- Ahora todos detectamos en nosotros o en nuestro entorno comportamientos machistas que antes dábamos por normales.
- Sí y creo que es un cambio para bien poner el foco en esto. Cuando a algunas cosas se les da luz, nos hace un poquito más ligeros. Entiendo que haya conflicto porque es un cambio y hay gente a la que le entra mucho miedo de mirarse a ellos o a sus amigos frente a ese espejo, pero hay que hacerlo. Y luego, claro, hay tíos muy hijos de puta que no tienen ganas de que los señalen y van a hacer todo lo posible por frenar o deslegitimar esos movimientos. Yo soy bastante optimista con esto: no pondría tanto el foco en estos últimos como en una mayoría que nos estamos dando cuenta de que hay cosas que cambiar. Me encanta la sensación de entender y evolucionar y celebro que mujeres y hombres de mi vida me hayan hecho ver que hay comportamientos, comentarios o actitudes que hacen daño.
- ¿Has cambiado mucho?
- Yo creo que sí. En todo y, espero, a mejor. He aprendido mucho porque estoy muy bien rodeado y también me lo he currado. Soy de los que defienden que cada cual tiene su método para ello: a mí me ha funcionado hacer terapias, meditar, escuchar mucha música, pasear… Cuando conozco a alguien me dice mucho de él si detecto que pone un esfuerzo en ser mejor, en mirarse un poco al espejo y tomarse el tiempo de decir: «Joder, no sé si esto que he hecho está bien o mal».
- En intentar ser mejor persona, vamos.
- Eso es. De todos modos, a veces pienso si es un objetivo de privilegiados. Cuando puedes comer, tienes un trabajo, una familia, una casa, entonces ya tienes tiempo para pensar en cómo mejorar como persona. Pero si no, bastante tienes con ir sobreviviendo. Es que esa es otra, el ritmo de vida actual no da tiempo para pararse y reflexionar. Todos estamos metidos en una vorágine extraña por eso valoro cuando alguien tiene la capacidad de frenar y reflexionar sobre lo que está bien o mal.
- ¿Crees en el bien y el mal?
- Sí, en esto soy un poco como Fernando Fernán Gómez, que decía que asumía ser maniqueo, pero que realmente hay buenas y malas personas. Yo también creo eso. En estos tiempos especialmente, las acciones de uno dicen mucho más de quién es que sus palabras. El comportamiento es ideología, es lo que te define.
- Al hablar de ideología siempre te pones muy gallego y regateas. No se te pegó la contundencia política de Javier Bardem cuando coincidisteis en ‘Mar adentro’.
- Lo que puedo decir es que Javier Bardem es un compañero maravilloso, seguramente el mejor que uno puede tener, y me siento muy orgulloso de tener una persona así cerca y de todo lo que hace. Esa es la verdad.
- Ya estás regateando [risas]. ¿Por qué evitas posicionarte?
- A ver, creo que es muy complicado opinar cuando tienes una cierta repercusión pública porque estamos en una época en la que los matices se han perdido. Viraliza una frase y el contexto desaparece. Además, a veces, no hablar sobre según qué cosas no significa que no tengas opinión o que tengas miedo, sino que el silencio también es una posición, al menos para mí lo es. Yo admiro a la gente que se posiciona porque es un riesgo que toma, pero yo prefiero cuidar mucho dónde expongo mi pensamiento. Si lo creo necesario, lo hago, pero no domina mi discurso público y me parece superlógico cuando alguien decide no hacerlo, porque da mucho miedo.
- ¿A qué?
- Ves los ataques que recibe gente como Javier Bardem, que es una persona excepcional, cada vez que opina sobre algo y entiendes que la gente diga: «Pues no voy a meterme en ese lío». Joder, que hasta se meten con Luis Tosar. ¡Quién puede meterse con Luis que es la persona más maravillosa del mundo! Hay suficiente hemeroteca para ver que Javier o Luis tienen un pensamiento muy humano, no van contra nadie sino a favor del débil. Cuando veo que hay gente lo suficientemente cabrona como para meterse con ellos por defender cosas que me parecen completamente legítimas, me hierve la sangre. Mira, en esto sí me posiciono.
- Hablando de Tosar, ¿qué tiene la escuela gallega de actores? Sois multitud.
- Una vez leí que los irlandeses dicen que son los mejores actores del mundo porque, culturalmente, tienen la tradición de contar cuentos en cualquier reunión, en los bares, en las reuniones familiares… Creo que en Galicia también hay mucho de eso, sobre todo en las generaciones anteriores. Cuando ‘Fariña’ tuvo el éxito que tuvo, España conoció a un montón de actores que para mí son ídolos y ya eran símbolos en Galicia, pero fuera no se les conocía. Y desde entonces no han parado de trabajar, claro, porque son buenísimos. Además, ‘Fariña’ cambió que, en las series y pelis españolas, una historia que transcurre en un sitio muy característico pueda contarse con la identidad y el acento de allí. Entonces, como además Galicia es un plató cojonudo, hemos tenido más trabajo.
- ¿Qué altera esa paz mental perpetua que pareces tener?
- Bueno, en parte eso ha surgido como protección porque soy una persona a la que no le gusta especialmente lo que tiene que ver con la fama y en cierto modo me protege. A mí me gustan mis espacios íntimos, tomarme los temas en serio y ser muy reflexivo. Me altero poco, pero tengo mis sufrimientos y he hecho muchísimo personal para estar bien. Ahora me siento en un momento vital muy bueno, lo que pasa es que luego hay que contraponerlo con el mundo, que está hecho una mierda. No se puede tener todo, supongo.
