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Turner sorprende a Philipsen y Vingegaard cede el liderato justo antes de volver a España

Una de esas famosas etapas de «transición», denominación en desuso, igual que «descenso a tumba abierta» o «farolillo rojo». Incluso «doméstico», y no digamos «aguador», sustituidos por «gregario». Y, sí, hubo una transición. En el liderato. Jonas Vingegaard le cedió el rojo, por el puestómetro, a David Gaudu. Los dos siguen con el mismo tiempo. Una «transición transitoria».

Sorpresa en la llegada con el triunfo de Ben Turner (Ineos) ante Jasper Philipsen. Un repechín de nada antes de una pequeña cuesta abajo antes de los escasos metros planos y definitivos quemó algunas de las energías del belga. Las suficientes para perder gas.

La cuarta etapa de la Vuelta-Giro convirtió la carrera en la Vuelta-Giro-Tour. Partió de Susa, una comunidad cercana a Turín que no llega a los 7.000 habitantes, y arribó a Voiron, que no alcanza las 21.000 almas, en el distrito de Grenoble. La carretera subía, subía y subía al principio con un puerto de tercera y dos de segunda hasta el kilómetro 77.

Uno de esos obstáculos era el col de Lauteret, que suena a Tour, ahí al ladito del Galibier, y costeaba, sin entrar en ellos, otros nombres legendarios. Subía, subía y subía al principio, decimos. Y bajaba, bajaba y bajaba después hasta completar los 206,7 kms. del trayecto.

Los sprinters no fueron sometidos a prueba. El pelotón afrontó la semialpina etapa con casi absoluta tranquilidad, a la espera de la primera gran prueba, la de Andorra el jueves. Y de la segunda, el vienes, la de Cerler. Dos jornadas cruciales. Eso aparte de la pereza que da acabar la jornada y someterse a las molestias de un traslado que ya llevará a los corredores a España. En realidad, el grupo fue de paseo. Rápidamente abortó una fuga de fogueo de cinco con el reincidente Sean Quinn como elemento más destacado. Más tarde dejó que Sinuhé Fernández (Burgos BH), otro insistente, cogiera durante unos cuantos kilómetros unos segunditos de ventaja. Le echaron mano en un repecho a 47 kms. de la meta.

Se atrevió entonces a escaparse Bruno Armirail (Decathlon Ag2R). Rebelde con causa, pero sin posibilidades. Buen rodador y buen contrarrelojista, aguantó durante unos kilómetros. El grupo, paciente, le dejó hacer. Hasta cierto punto. Armirail llegó a contar con 47 segundos de ventaja. A partir de ahí, cansado y con el pelotón a 59 por hora, levantó el pie, saludó a la cámara y dio por bueno el esfuerzo.

Calma chicha con, eso sí, ritmo rápido. Pelotón ocupando todo el ancho de la ancha calzada. Una caída en una curva al paso por un pueblo. Se dolieron Bennett y Barceló, pero la cosa no pasó a mayores. Nervios en la lucha por la colocación en una carretera que se estrechaba. Curvas. Setos. Rotondas. Isletas. Y esa ligerísima subida que melló el filo de Philipsen y de alguno más.

La quinta etapa, este miércoles, una contrarreloj por equipos de. 24,1 kms., y luego del pertinente traslado transfronterizo, arrancará y terminará en Figueres, todavía España. La Vuelta llega a casa. Ya era hora.